LÁSTIMA NO, TRISTEZA
Yo pasaba por tus veredas, por la ventana del vidrio del lugar dónde te sentabas, empapada tu mesa de papeles del mundo. Alguna vez con mi vergüenza me invitabas a tomar café a tu mesa para ver cómo iban mis escritos y me dabas aliento y opiniones y yo salía feliz a tratar de hacer lo que en pocos segundos me decías. Otras veces la gente te rodeaba con un zumbido de abejorro rey y las reinas no dejaban ni siquiera que se te viera la cara y tu mano levantaba un saludo para mí que me era el día.
Seguía tus escritos, todos, y trataba de imaginar en que entorno escribías sobre tantas cosas que yo leía sólo por ser tuyas. A veces tratando sólo de entenderte.
La admiración no es poca cosa cuando la paciencia la sostiene. Y podía esperar toda una tarde por un gesto o por una palabra. Y hay un cariño que se cree porque a uno le hace falta, lo contiene y le da fuerza y confianza. Pero la edad es una distancia, cómo la mesa, cómo el horario, cómo las ocupaciones, cómo ser diminutivo ante semejante mayúscula.
Yo pasaba por tus veredas, por la ventana del vidrio del lugar dónde te sentabas, empapada tu mesa de papeles del mundo. Alguna vez con mi vergüenza me invitabas a tomar café a tu mesa para ver cómo iban mis escritos y me dabas aliento y opiniones y yo salía feliz a tratar de hacer lo que en pocos segundos me decías. Otras veces la gente te rodeaba con un zumbido de abejorro rey y las reinas no dejaban ni siquiera que se te viera la cara y tu mano levantaba un saludo para mí que me era el día.
Seguía tus escritos, todos, y trataba de imaginar en que entorno escribías sobre tantas cosas que yo leía sólo por ser tuyas. A veces tratando sólo de entenderte.
La admiración no es poca cosa cuando la paciencia la sostiene. Y podía esperar toda una tarde por un gesto o por una palabra. Y hay un cariño que se cree porque a uno le hace falta, lo contiene y le da fuerza y confianza. Pero la edad es una distancia, cómo la mesa, cómo el horario, cómo las ocupaciones, cómo ser diminutivo ante semejante mayúscula.
Seguís en la misma mesa y yo compro todo lo que escribís y lo leo y también lo guardo.
Sola estoy ahora para escribir lo mío y extraño la mano que hubiera estado sobre mi hombro, el reto ofuscado por un final impreciso de mis historias, la mirada larga de ojos buenos diciendo lo más suave posible por dónde había que corregir. Extraño y creo que eso también es parte de lo que me enseñaste. Es una lástima pensé, pero en realidad lo que sentí es una gran tristeza porque yo vuelvo cada tanto a las mismas mesas y sabía que un día no te encontraría.
Sola estoy ahora para escribir lo mío y extraño la mano que hubiera estado sobre mi hombro, el reto ofuscado por un final impreciso de mis historias, la mirada larga de ojos buenos diciendo lo más suave posible por dónde había que corregir. Extraño y creo que eso también es parte de lo que me enseñaste. Es una lástima pensé, pero en realidad lo que sentí es una gran tristeza porque yo vuelvo cada tanto a las mismas mesas y sabía que un día no te encontraría.
Querida Merci, como siempre tus textos me atrapan y emocionan.
ResponderEliminarHay colores, sabores, olores que hacen a nuestra mismidad.Sentimientos ,nostalgias , un "te extraño" que nadie lo suple ...salvo la propia presencia dentro de tu corazón.
Un abrazo fuerte. amelia
Hola Merci querida, escritora, poeta. Extraño no conocerte personalmente, no poder correr a abrazarte. Este relato me desacomodó la mañana azul de sol, el revoltijo de papeles sobre mi escritorio.
ResponderEliminar''Pero la edad es una distancia, cómo la mesa, cómo el horario, cómo las ocupaciones, cómo ser diminutivo ante semejante mayúscula''.
Me detengo en este párrafo y respiro profundo, respiro aire puro, del bueno, para seguir. Bellísimo y tocante relato. Ojalá el sol, también esté iluminando tu río. Besos. marta comelli
Hola Merci, que lindo leerte acá, bellísimo relato, sabes que te admiro y me encanta como
ResponderEliminarescribís.
Besitos y buen finde.
romi
www.hablemos-de-literatura.blogspot.com
No suelo enamorarme perdidamente de Osho, es mas bien un bálsamo momentáneo en ciertas circunstancias en que una quiere oír lo que ya se sabe de memorias anteriores, pero de ese escritor me acordé¿"es posible celebrar la tristeza"? porque pienso que realmente triste debo de haber estado cuando escribí ese texto.
ResponderEliminarMuchas gracias por la publicación y muchas gracias por los comentarios.
Un fuerte abrazo
Mercedes
Querida Mercedes, tu relato me conmovió profundamente, pues es muy bello en su tristeza, y, sí, también es posible celebrar la tristeza, porque es hermana de la alegría y porque nos puede llevar a ámbitos tan sensibles , de donde es posible sacar tesoros, como este relato tuyo.
ResponderEliminarTe abraza,
Juany Rojas
"de me fabula narratur"... lo sé.
ResponderEliminar¿Kierkegaard, tal vez? O se trata de quien escribió el comentario. ¿Es de ti de quién trata el texto?
ResponderEliminarMuy bello de cualquier manera y más que profundo en cualquier punto cardinal.
Querida Mercedes: parece una contradicción eso de "festejar la tristeza". En realidad lo que festejamos es el resultado de ese estado de ánimo, que lleva a los pensamientos por lugares distintos y producen esto. Te abrazo en ese "festejo". Laura Beatriz Chiesa.
ResponderEliminarTodos tus textos han tenido y tienen un gran atractivo, el de llegar al lugar donde dejamos entrar la sensibilidad para que atrape los sentidos. Y siempre lo lográs, es maravilloso.
ResponderEliminarUn abrazo
Lily Chavez
Bello texto sosegado, de acomodación a la tristeza, a la celebración de la nostalgia y la repetición de actos que hagan presente la ausencia.
ResponderEliminarLeí una vez, y creo que la frase es de Marguerite Duras, acerca que la alegría no nos necesita.
Quizás, entonces la tristeza es para ser escrita o leída.
Como una suave llovizna caen tus letras.
Felicitaciones, Merci, y cariños.
MARITA RAGOZZA
La celebración de la tristeza se convierte en celebración de la vida y la gracia de poder escribir así, saludos Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminar