'Por una causa justa', recién editada, comparte escenarios y personajes con el gran fresco de Vasili Grossman
IGNACIO VIDAL-FOLCH - Barcelona - 21/04/2011
Rechazado por miope como combatiente voluntario, Vasili Grossman, entonces de 35 años, presenció como reportero de Estrella Roja, la revista del Ejército, los combates contra los ejércitos invasores alemanes desde el rápido repliegue de los primeros días de la Operación Barbarroja , pasando por la defensa de Moscú, la batalla de Stalingrado, donde permaneció cinco meses, la contraofensiva por Ucrania, hasta la toma de Berlín; llegó hasta el despacho de Hitler en el búnker de la cancillería y se llevó de recuerdo varios tampones personales: "Orden del Führer", "El Führer confirma"... En esos cinco años solo leyó una novela: Guerra y paz, la obra maestra de León Tolstói sobre el pueblo ruso ante la invasión napoleónica. La leyó dos veces. Y se propuso volver a escribirla.
Su novela río Vida y destino, muy conocida entre nosotros, se proponía, como su modelo, tejer un tapiz épico en el que se alternasen con naturalidad las peripecias de los numerosos protagonistas con los avatares de la patria en sus momentos de mayor peligro, oscilar entre los destinos individuales de los personajes, la descripción precisa de las batallas decisivas y la meditación sobre la naturaleza humana, su grandeza y miseria sometidas a la prueba de la historia. Algunos destacados hombres de letras españoles juzgan que en efecto Grossman consiguió emular a Tolstói, que la comparación entre ambos escritores no es grotesca, aunque curiosamente las élites culturales rusas no consideran Vida y destino como un "clásico del siglo XX".
Por una causa justa, que acaba de publicarse (Galaxia Gutemberg), algo así como la precuela de la gran obra, está ambientada en el primer año de la invasión nazi de la Unión Soviética y concluye cuando se libran los primeros combates en Stalingrado; participa de la misma ambición épica y coral de Vida y destino, y el lector de esta novela encontrará aquí algunos de los personajes de la otra: Víctor Shtrum, el físico que opera como álter ego del autor, el comisario Krímov, los Shaposhnikov, el clan familiar en torno al que se articula el relato... El punto de vista es también el del tradicional narrador omnisciente que observa y describe con la misma facilidad lo que sucede en el campo de batalla, en el cuartel general de los dos ejércitos y en la mente de los combatientes. (El narrador está incluso al corriente, y nos cuenta, de lo que pensaron Hitler de Mussolini y viceversa, reunidos en un cónclave secreto mediada la campaña: "Mussolini conjeturó que el invierno y la cruel derrota sufrida en el asedio a Moscú habían hecho mella en Hitler". En cuanto a este, "al echar un vistazo al Duce barruntó que al cabo de cinco o seis años aquel ya habría entrado de lleno en la decrepitud").
¡Asombrosa facultad de meterse en la conciencia de dos personajes históricos!... Quizá hubiera debido disimularla un poco, por mor de la verosimilitud... Bromas aparte, lo cierto es que el autor tenía ya aquí el mismo modelo tolstoiano, el mismo conocimiento de primera mano de los mil detalles significativos de la materia que trata, un caudal de anécdotas, episodios y conocimientos técnicos sobre la guerra, y disponía del mismo talento literario para mantener en vilo al lector entre amores y batallas y para movilizar un enorme número de personajes: dotes y talentos que dan amenidad a las mil páginas de esta novela y que desplegaría majestuosamente en Vida y destino.
Pero a diferencia de su celebrada obra Por una causa justa, que comenzó a redactar después de la rendición de Von Paulus en Stalingrado, en 1943, sí pudo ser publicada, y además en el año 1952, en vida de Stalin, con lo que eso significa sobre la ecuanimidad de su juicio crítico de los acontecimientos que narra y sus protagonistas. En aquellas fechas el más tenue signo de escepticismo estaba fuera de la ley, y ya desde el mismo título la ambigüedad queda descartada y se afirma la intención de la obra. De cara a la publicación, Grossman fue obligado a reescribir una docena de veces algunos episodios, a corregir y a podar para adaptarse a la conveniencia del discurso oficial sobre la "Gran Guerra patria" y a la estética del realismo socialista. Aquí no pudo haber ninguno de los atrevidos paralelismos entre los campos de concentración alemanes y soviéticos, ni la sombra de una crítica al poder bolchevique, aunque de todas maneras se deslizaron entre las mallas de la censura algunas frases quizá involuntariamente chocantes y significativas, como este elogio de la honestidad del tesorero de un koljós: "En toda su vida jamás había sido llevado a juicio ni interrogado". ■
No he leído a este autor y el artículo da ganas de hacerlo, C.A.T.
ResponderEliminarNo conozco esta novela de Grossman, lo que sí leí fue la novela glorificadora de la lucha contra la barbarie parda, "El pueblo es inmortal", un disimulado panegírico al "Gran Stalin", caso contrario el libro no sería publicado. Al margen de la retórica de la época (los normas de Zhidanov sobre literatura eran implacables), la novela de Grossman merece una lectura porque es, asimismo, un escrito histórico.
ResponderEliminarGracias por darlo a conocer. Interesantes planteos.
ResponderEliminaramelia
¡qué frustración maldita! Haber escrito un largo comentario para la persona de Vasily Grossman, recordar su EL PUEBLO ES INMORTAL, una glorificación del estalinismo conductor de la "gran guerra patria"m pero resaltanto el papel del pueblo ruso, su contribución para salvar a Rusia y demoler al demonio hitlerista. La rehicimos...
ResponderEliminarNo conocía a este autor. Creo que vale la pena leerlo. Me interesan las luces y sombras de la naturaleza humana, incluyendo las mías porque me preserva de histéricos idealismos respecto de las reacciones individuales y sociales.
ResponderEliminarGracias
Cristina