ANA AJMÁTOVA |
Boceto de Modigliani dedicado a la poetisa |
X
Crucifixión
No llores por mí, Madre.
Estoy en el sepulcro.[1]
1
Un coro de ángeles glorificó esta hora grandiosa,
Y los cielos se fundieron en el fuego.
Al Padre dijo: “¿Por qué me has abandonado?”
Y a la Madre : “No llores por mí”
1940
Casa de Fontanka
2
Magdalena palpitaba y sollozaba,
El amado discípulo se petrificaba,
Pero allí donde en silencio la Madre estaba
Nadie osaba mirar.
1943
Tashkent
1
Ahora sé cómo se desvanecen los rostros,
Cómo bajo los párpados anida el terror,
Cómo el dolor traza en las mejillas
Ruda páginas cuneiformes,
Cómo unos rizos cenicientos y negros
Se tornan plateados de repente,
La sonrisa se marchita en los labios dóciles
Y en una risa seca tiembla el pavor.
Y no sólo por mi rezo,
Sino por quienes permanecieron allí conmigo,
En el frío feroz y en el infierno de Julio[2]
Bajo el muro rojo y ciego.
2
De nuevo se acercó la hora del recuerdo[3]
Os veo, os oigo, os siento:
A aquella a la que a duras penas empujaron hacia la ventana,
A quien sus pies no pisan su tierra natal,
A la que agitando su bella cabeza
Dijo: “Vengo aquí, como si fuera a casa”.
Quisiera llamar a todas por su nombre,
Pero confiscaron la lista y no se puede encontrar.
Por ellas he tejido un vasto sudario
Con las pobres palabras que les oí.
De ellas me acuerdo siempre, en todas partes.
No las olvidaré en una nueva desgracia.
Y si amordazaban mi atormentada garganta,
Por la que gritan cien millones de voces,
Que ellas también rueguen por mí
En las vísperas del aniversario de mi muerte.
Y si alguna vez en este país
Deciden erigirme un monumento
Doy mi acuerdo a ese honor
Sólo a condición de que no lo erijan
Ni junto al mar, donde nací:
Se rompieron mis últimos lazos con él,
Ni en el parque de los Zares, junto al secreto tronco,
Donde una desconsolada sombra me busca.
Sino aquí, donde permanecí de pie trescientas horas
Y donde no me abrieron los cerrojos.
Porque en la plácida muerte
Temo olvidar el fragor de los negros furgones,
Olvidar cómo chirriaba la odiada puerta
Y a la vieja que aullaba como una bestia herida.
Ojala que de mis pesados párpados de bronce
fluyan las lágrimas como derretida nieve
Y que la paloma de la prisión arrulle a lo lejos
Y que silenciosamente naveguen los barcos por el Neva.
Marzo 1940
Casa de Fontanka
[1] Epígrafe: aparece en eslavo eclesiástico en el texto original. Estas líneas pertenecen al Noveno Canto Fúnebre del Viernes y Sábado Santo de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Ajmátova altera el texto original “No llores por mí, Madre,/ Mientras miras al sepulcro” para conseguir la identificación entre la cárcel y la tumba.
[2] en el infierno de Julio. Ajmátova se refiere a julio de 1938, la época de mayor terror, mencionada también en el Poema in héroe.
[3] la hora del recuerdo. Alusión al servicio religioso que se celebra en el aniversario de la muerte de un miembro de la Iglesia Ortodoxa Rusa.
Gracias Andrés, Gracias Ofelia.
ResponderEliminarIndudablemente Rusia ha contribuido con un legado muy importante a la literatura universal. En ese caso , estos bellos poemas me remiten a la triste historia de la poeta.
amelia
Hay quienes colaboran silenciosamente con su arte. Ofelia Funes contribuye con el arte poético, sus comentarios y su papel de crítica de arte. Más que agradecimiento.
ResponderEliminarAndrésAldao
Una entrega de literatura rusa un poco difícil de encontrarse en nuestro medio argentino. También la dificultad del idioma que se presenta como un poco delicado para ser traducido fielmente.
ResponderEliminarMuy buen trabajo el de Ofelia.
Los poemas seleccionados transitan por lo místico para interpretar la realidad dura del encierro y las mordazas.
MARITA RAGOZZA
Publicar esta obra de la Ajmátova acerca su poesía a los lectores argentinos, siempre encerrados en el círculo infinito de su cortedad.
ResponderEliminarEs para resaltar esta contribución de Ofelia Funes.
Armando K.
Te agradezco Andrés el espacio que nos brindas para comunicarnos.Te aclaro que no soy crítica, sólo escribo lo que siento.
ResponderEliminarMarita, las traducciones siempre son azarosas. Estamos entregados al traductor. Pero en este caso, me pareció captar algo del alma de Anna Ajmátova. Entonces recuerdo las cálidas y templadas voces rusas de los que trasmitían los noticieros por radio durante el sitio de Leningrado. No, no te asustes, no tengo tanta edad. Pero los oí en un museo que visité hace algunos años en San Petesburgo.Es una música que me acompaña cuando leo a los autores rusos traducidos. Son voces nostalgiosas,dichas en un tono bajo.
Ofelia