Abandonamos la vida social.
Nuestros amigos se extrañaban y al principio se sucedían los llamados
telefónicos todos los días, después se fueron espaciando y con el tiempo, sólo
unos pocos siguieron llamando de vez en cuando. Con discreción, les decía
que Cesar estaba muy agotado y parecía que la recuperación le llevaría un
tiempo. Necesitaba reposo.
Lo cierto era que mi intención era evitar las miradas de asombro de los demás.
Él no parecía consciente de su transformación. Las secuelas de la enfermedad o
de la operación, no estoy muy segura, habían sido devastadoras. Su
apariencia era normal. Seguía elegante y cordial pero en cuanto intentaba
construir una frase, o llamar a alguien por su nombre o nombrar cosas o
situaciones, el daño no se podía ocultar. Entendía el uso de los objetos y
quienes eran las personas pero se confundía al nombrarlas.
El médico me habló bastante y
quizás por mi nerviosismo o porque las explicaciones me resultaron
difíciles, no entendí nada. Consulté con otro especialista y creo que me
dijo más o menos lo mismo. Ambos coincidieron en que había que esperar días o
meses para que fuera saliendo de la confusión verbal. Mi
desconcierto crecía día a día. El tiempo seguía corriendo aunque se
lo sintiera pesado e inmóvil, sin cambios. Llegamos al año. ¿Por qué me
engañan? ¿Por qué me dicen que se curará si está siempre igual? Era una
pesadilla insoportable.
Lo miraba, lo escuchaba y lo
confrontaba con su imagen anterior. Abogado de profesión y dedicado desde el
colegio secundario a la actividad política, la oratoria era su fuerte y
aquellas alocuciones precisas y convincentes fueron los principales recursos
que le permitieron llegar a ser intendente, después legislador provincial y por
último, nacional. Se destacó también en la cátedra universitaria. Ahora, la
conciencia del lenguaje lo había abandonado, y las palabras parecían querer
imponerse con una libertad absoluta, quizás resentidas por haber abusado
de ellas y hasta en más de una ocasión, vaciado de contenido.
A la cama la llamaba
mesada, a la mesita de luz, inodoro y a nuestra habitación comité central; los
otros dormitorios eran las regionales, por enumerar algunos ejemplos.
No me podía descuidar.
Una mañana, al llegar de hacer las compras, escuché que le decía al pintor: -empiece
por pintar las regionales que dan al potrero (el jardín)-. El muchacho
miraba para todos lados hasta que me vio y me demostró su alivio con un saludo
exagerado de bienvenida. Con disimulo lo llevé hacia las habitaciones que César
le había indicado y sin ahondar en detalles, le dije que para todo se
dirigiera a mí.
Yo ya no soy petisa, negra,
diosa . Soy la cumpa o la bataclana. No sé de que depende el cambio de
apelativo.
Al despertador lo
llamaba recreo : .-por favor bataclana-pará el recreo que está sobre tu
inodoro. Dejá que me quede un rato más en la mesada. Mañana no lo quiero
escuchar.
La mesa empezó a llamarse
cama. Hace unas semanas le dijo a la mucama: -por favor, pongase ya a
preparar la cama. Mi bataclana y yo queremos zambullirnos en la cama porque
tenemos un hambre que usted no se imagina. La chica conocía muy bien
la situación pero se le escapó la risotada.
Después que se levanta de la
mesada, va al retrete , abre las manivelas y se da un enjuague . Como imaginan
,eso significa que se levantó , fue al baño y se dio una ducha. Luego salió al
atrio (porch) o al potrero ( jardín) para leer el mangrullo ( diario). Aunque a
veces lo leía en el Ayuntamiento, palabra que antes nunca usó salvo, cuando se
refería a alguna noticia de España, pero que ahora designaba al Bar de la
esquina. De pronto me decía: -Andá al chusmiadero (ventana) y fijate
si paró de joder/llover) porque tengo ganas de salir.
Una noche llamó mi amiga Elsa
para invitarnos a tomar un café en su casa y él le contestó: -gracias, vos
siempre tan melosa (quiso decir amable), pero mejor lo dejamos para otro evento
(oportunidad) . Según el pronóstico se viene una feroz tos convulsa
(tormenta). Después llamé a Elsa para disculparlo. Ella no lo podía
creer. Había quedado muy angustiada pero admitió que en primer momento lo
de melosa le había caído pésimo.
Un fin de semana nos visitó
Pedro Inocenti, un amigo de César de toda la vida, a quien yo algo le había
advertido sobre la sorpresa que encontraría. Quedó azorado y por momentos
no podía disimular su incomodidad . Ya cuando se había puesto de pie para irse,
preguntó: - ¿Hace mucho que no van al cine? Cesar con
toda naturalidad le contestó: - Sí, hace bastante que no vamos al bolígrafo.
Y ese es otro ejemplo de
rareza. Entendía qué quiere decir cine pero él tenía que llamarlo
bolígrafo, ni siquiera la antigua palabra biógrafo que con
seguridad usó hace mucho tiempo su abuelo .
A los taxis les decía barcas y
a los taxistas Carontes. La mitología siempre fue su debilidad y por lo visto
la siguió recordando muy bien, pero la elección de esas espectrales imágenes
bien podía ser una sombra de terror, según mi análisis precario.
La nómina de palabras y
expresiones es tan extensa que opté por escribir un glosario, aunque como
ocurre en todas las casas bilingües me daba igual decir tormenta o tos
convulsa.
Mi furia contra las mentiras
de los médicos me causaba miedo de mi misma. ¿Para qué mentir? ¿Qué es todo
esto? Hasta fantaseaba a veces que César podría haber planeado esta puesta en
escena con la complicidad de los médicos para volverme loca…y si fuera así, un
día los mato a todos. La idea me asustó. Repasaba toda la historia para ver si
encontraba algún indicio de farsa y de tanto en tanto se me aparecían
entrecruzamientos de miradas entre César y el médico que podían interpretarse
como sospechosas. Descartaba inmediatamente la idea. No. Algo en mí ya no
andaba bien.
Pero una mañana: la gran
sorpresa. Desayunó en silencio y al terminar , me dijo: : -Voy
a salir un rato -y le pregunté: -¿Vas a ir a leer el Mangrullo en
el Ayuntamiento? Mirá que está por joder y se viene una tos convulsa brava,
según el pronóstico.
Se dio media vuelta como
espantado y con fastidio me dijo: ¿Estás bien? ¿Qué te ocurre? Hay que
llamar un médico urgente. ¿Te diste algún golpe en la cabeza? No tiene sentido
nada de lo que decís. ¿No me estarás cargando? Espero que no te
hayas vuelto loca porque me partís por el medio, me arruinás la vida. Ni se te
ocurra. Se curó abruptamente y sin preaviso.
Yo quedé con la mente en
blanco. No sabía que hacer pero me sentí en peligro. Siempre recordé esas
palabras de Edgar Allan Poe que cuando los locos parecen curados es cuando
están peor y le pedí que llamara al médico que lo había atendido a él durante
todo este tiempo. Que no viniera uno cualquiera de emergencia . Tenía que ser
el médico que conocía la situación que habíamos vivido.
Aceptó. Cuando llegó el médico
y habló unas palabras con él, obviamente lo encontró normal. Se acercó a mí y
muy sonriente me dijo: -¿Vio que en poco tiempo se le iba a pasar la
confusión lingüística? Me puse nerviosa, no sé que sentí. Con enorme
esfuerzo le contesté: - Discúlpeme. Está sonando el recreo sobre mi
inodoro al lado de la mesada.
Hace dos meses que me
instalaron en este Neuropsiquiátrico.
Muy bueno el desarrollo de lo siniestro que se da en un ámbito familias.Elegante la prosa cristina
ResponderEliminarEso les pasa a las que quieren seguir al marido en todas las circunstancias, que se embrome!!! Muy bueno, Cristina. me hiciste reir!!!
ResponderEliminarHumor e ironía para una relación que culmina en un giro que deja una sonrisa en el lector, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarEl embrollo lenguistico está muy bien logrado. Tanto, que se desdoblan por costumbre los personajes.
ResponderEliminarMuy ameno.
Celmiro
Extraordinario manejo de la confusión que enreda al lector, con el recurso también manejado de la desorientación a través del lenguaje, una transtornabilidad que uno no sabe quién es quién.
ResponderEliminarLo disfruté muchísimo y me sorprendió el final.
Felicitaciones, Cristina y saludos.
MARITA RAGOZZA
Gracias a todos por los comentarios. Creo que me divertí tanto inventando ese "lenguaje" que hasta último momento , no sabía como podía terminar. Mi atracción por los "embrollos lingüisticos" tienen ya muchos años. Desde niña me reía muchísimo con las familias que hablaban "supuestamente" más de un idioma, como unas vecinas irlandesas que decían:-Mary, don't forget to buy leche y wine- o -why está the dog ladrando?
ResponderEliminarCristina Pailos