El atlas de las nubes
David Mitchell: “Toda novela tiene un número. Es
arquitectónico”
El escritor habla sobre la relación de los humanos con el
poder en ‘El atlas de las nubes’
En su libro de notas, el novelista David Mitchell (Southport,
1969) se escribe cartas a sí mismo firmadas por sus personajes. En ellas, cada
protagonista se presenta y le explica cuál es su edad, su estado civil, sus
deseos, anhelos y temores, su relación con el dinero, el sexo, la política o el
trabajo. Son perfiles en los que los personajes definen cómo hablan y cómo se
expresan y con los que el autor monta novelas como El atlas de las nubes (preseleccionada
para el premio Booker) o El bosque del cisne negro, ambas publicadas por Duomo
Ediciones. La primera acaba de llegar a su tercera edición y su adaptación
cinematográfica, escrita, producida y dirigida por los hermanos Wachowski (Matrix)
y Tom Tykwer (Corre Lola, corre), se estrena este viernes en España. La segunda,
una exploración a su niñez y a las dificultades que se encontró por su
tartamudez, saldrá a la venta el 18 de marzo.
Lo que más seguridad le da a Mitchell, que hace un par de
años publicó la exitosa Mil otoños, es escribir en primera persona, un estilo
que manda en casi toda su obra. Y por eso escribe esas cartas. “Es la voz y el
lenguaje lo que te persuade si el personaje es real o no. Luego, de esa carta a
una novela en primera persona es una traducción sencilla”, explica en
conversación telefónica desde su casa de Clonakilty, al sur de Irlanda, donde
se ha establecido tras vivir en Italia y Japón –donde decidió que quería ser
escritor profesional y se disciplinó en ello-.
A Mitchell le apasionan el lenguaje y las palabras. A la
sencilla pregunta de “¿dónde estás ahora mismo?” para que el periodista le
sitúe a la hora de la entrevista, el autor se explaya con una idílica y
detallada descripción “de célticos campos grises y verdes” de lo que ve por la
ventana,a lo que sigue su propia curiosidad para que el entrevistador le
describa la redacción del periódico. “Como escritor desarrollas una relación
con el lenguaje que va evolucionando, como si fuera con otra persona. Es un menage
a troi, porque también está la imaginación y necesitas que tu lenguaje trabaje
con ella también”. “Todos los escritores son traductores. Trasladas a texto las
imágenes que hay en tu cabeza, lo haces desde un mundo que no existe. Leer es
otra forma de traducción para los lectores. Todo es un arte misterioso”, dice. Escribir
es también un proceso de elección continua para este escritor: “Siempre estás
valorando cuál es la mejor palabra, la mejor frase, la mejor forma de hacerlo”.
Como escritor desarrollas una relación con el lenguaje
que va evolucionando, como si fuera con otra persona. Es un menage a troi, porque
también está la imaginación y necesitas que tu lenguaje trabaje con ella
también
En El atlas de las nubes, Mitchell se lanza a la aventura
de contar seis relatos diferentes ambientados en distintos momentos de la
historia. Dos en el pasado, en el siglo XIX y principios del XX. Dos
contemporáneos, en los años 70 y en la actualidad. Y dos en un futuro en el que
ha desaparecido la tecnología y la humanidad retorna a su esencia más primitiva.
Cada relato, excepto el central, tiene dos capítulos, uno en la primera mitad, y
otro en la segunda, que están estructurados como si el autor hubiese puesto un
espejo a la mitad. “Quería ver cómo se vería un libro con una estructura como
una extraña muñeca rusa”, explica. Cada relato –un diario, una serie de cartas,
una novela de misterio, una película, una confesión y una narración oral junto
a una hoguera- está relacionado respecto al anterior de forma sutil.
La figura del narrador oral, que está en el centro de la
novela y sirve de cúspide de las seis historias, es la que parece apasionar a
Mitchell. “Cuando desaparezca la tecnología usaremos esta forma de narración
otra vez, la más básica y la menos artificial. Está bien leer y obtener
información en Internet y de los periódicos, pero no creo que sea tan bueno
como escuchar una historia de un amigo, o algún cotilleo o una broma”. El
pegamento que lo une todo es la estructura piramidal en forma de sexteto: “Toda
novela tiene un número. No es misticismo, es más arquitectónico. Quizá estético
también. Es como la firma de tiempo en la música”. Y también la temática: “Cada
una de las secciones es como un ensayo de ficción sobre cómo funciona el poder,
cómo una persona se sobrepone a otra, el poder entre tribus o entre individuos
con un estado, o un estado con una compañía depredadora”.
¿Piensa que todo está dirigido
hacia un futuro apocalíptico como expone en su novela? “Los lunes, miércoles y
viernes lo creo, los martes, jueves, sábados y domingos, no”, bromea Mitchell. Su
verdadera preocupación a largo plazo es la energía: “Con las renovables podemos
crear luz y generar suficiente energía para escuchar la radio o utilizar ordenadores,
pero sin petróleo no podemos mover los aviones, los buques de carga, los
ejércitos, los camiones que nos traen los alimentos a los supermercados que
comemos todos los días…”.
Hace cuatros años, los hermanos Wachowski se quedaron
encandilados con su novela y compraron los derechos para trasladarla a imágenes,
algo que Mitchell nunca pensó que fuera posible. “Ya con el guion escrito, estuvimos
todo un día hablando. Fue una visita de cortesía, pero querían mi aprobación, lo
cual les honra, y me encantaron sus ideas”. Y niega que haya algo que no le
satisficiera: “Hay muchas cosas que me encantan del libro que no están en la
película, pero son formas de arte diferentes. La clave no es cómo de diferente
es respecto al libro sino qué tal funciona la película como una película. Tiene
su propio espíritu”.
Hay un elemento de esquizofrenia en escribir, un elemento
de desorden de la personalidad, de agresión pasiva y de megalomanía. Y todas
estas cosas son necesarias
David Mitchell podría estar hablando horas y horas de
forma apasionada. Y en cuanto puede, aprovecha para preguntar al entrevistador
por el mundo del periodismo. Es un curioso nato y sus respuestas y preguntas se
pueden alargar minutos. Durante la conversación, los únicos silencios se
producen antes de arrancarse a pronunciar palabras que empiezan por
determinadas consonantes. A la edad de 13 años, comenzó a tartamudear. Una
discapacidad que con el tiempo ha llegado a dominar y convertir en su aliada y
que trasladó a papel en El bosque del cisne negro, su próxima novela en España.
“No tuve que investigar mucho, lo tenía todo en mi cabeza”, cuenta el escritor.
“Fue una forma de exploración interior. Fue muy saludable mirar hacia mi
tartamudeo y mi fluidez al hablar, ver qué forma toma y cómo moldea mi psique y
mi futuro”. Fue en esa edad cuando empezó a soñar con los cuentos, historias, lugares
lejanos, mapas y atlas que hoy en día aparecen en sus novelas. Mitchell
reconoce que los mapas le atraen, le cautivan, y que podría estar examinándolos
eternamente: “Es una puerta a la narrativa. Veo en un mapa las montañas y
ciudades e inmediatamente me pongo a pensar quién vive ahí, cuál es la relación
con sus vecinos, qué pasaría si uno de esta ciudad se enamora de una de esa
otra, dónde podrían encontrarse…”.
El mapa que tiene ahora en la cabeza para su nueva novela
es el de Brighton, en un hotel donde se celebra una boda a la vez que una
convención de ciencia ficción. Mitchell, que no suele hablar sobre lo que está
escribiendo, regala detalles: “Hay una niña de seis años que desaparece. Su
padre la busca en este gran hotel, y reza por que no haya salido fuera y que no
haya sido raptada. Y trata de encontrarla en este hotel de pesadilla de Darth
Vaders, Chewbaccas, Spocks, Capitanes Kirks y monstruos”.
Tras hablar de sus libros, su amor por la escritura, el
cine, Japón, los mapas, su afición a las historias de ciencia ficción con
máquinas del tiempo (“Me encanta el hecho de que los regímenes totalitarios
como China tengan miedo de la ficción de viajes en el tiempo y las prohíban”, dice
en un momento dado, como tomando nota para una posible historia) y su
tartamudez, Mitchell se despide con una sentencia para escritores: “Hay un
elemento de esquizofrenia en escribir, un elemento de desorden de la personalidad,
de agresión pasiva y de megalomanía. Y todas estas cosas son necesarias”.
ÁLVARO P. RUIZ DE ELVIRA
para diario El País
Este artículo no sólo me instruyó sino que también me agradó mucho por la amenidad conque lleva los comentarios sobre la obra y los detalles de vida del autor.
ResponderEliminarGracias por acercarnos esta lectura.
Betty
Interesantes conceptos que nos acercan a la obra de este autor. Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarMuchas gracias. Cosas que no conocía. Me agradó y fué amena su lectura.
ResponderEliminar¡Qué bueno este artículo, Artesanías! Un autor clásico y moderno, elegíaco y visionario.
ResponderEliminarMe falta ver la película del libro " El atlas de las nubes " que tiene un gran elenco.
MARITA RAGOZZA
Recomiendo la película!!!
ResponderEliminarVoy a seguir la recomendación de Ester. Gracias
ResponderEliminarCristina Pailos
Muy bien llevado el comentario. Ahora uno queda atrapado y...a bucear en nubes y bosques. Abrazo para los Artesanos. ElsaJana.
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