sábado, 19 de octubre de 2013

Cristina Pailos



LA SORPRENDIDA

Llegué a la Clínica de Palermo con quebraduras y excoriaciones múltiples. Varias veces había estado internada allí con el mismo diagnóstico pero nunca antes sentí tanto temor como esta vez. Quizás influyó sobre mi estado de ánimo el hacinamiento de tantos heridos en la oscuridad del furgón durante un viaje que parecía interminable. Nos detuvimos muchas veces para retirar más y más pacientes de distintos domicilios. .  Las quejas y lamentos creaban una invisible atmósfera infernal. 
Al llegar nos depositaron en un lugar muy amplio con bolsas de materiales como de  construcción y herramientas de trabajo. Nos dejaron y se fueron. No sé cuanto tiempo estuvimos en esas condiciones porque nunca sé si pasan meses, años o siglos. Casi todos allí venimos de la calle y el encierro nos cubre de una pátina gris y amarga.
 Allí  esperábamos  nuestro turno mientras seguían llegando nuevos accidentados.  Escuché que un médico le decía a otro que reciben veinticinco o treinta accidentados por mes. A algunos les dieron el alta y al poco tiempo regresaron otra vez víctimas de ataques, como siempre. Son tan frecuentes los regresos a la Clínica que la mayoría se conoce y hasta se tratan como amigos, aunque provengan de distintos barrios de la ciudad.  Durante la internación  siempre comentamos situaciones personales, recuerdos, sueños o las rarezas que escuchamos en los parques o en las plazas. Somos los testigos de la calle que casi nadie advierte, salvo algún estudiante de arte o un japonés con cámara fotográfica.
Nos enteramos de secretos y conspiraciones que se traman en los bancos cercanos, nos hacen cómplices de pequeños robos que depositan en algún pliegue del manto de las damas o en la cabalgadura de los caballeros,  o se apoyan en nosotros para expresarse, a veces, amores tan violentos o cínicos que preanuncian una tragedia cercana.
Los médicos y enfermeros aquí tienen otro nombre que no recuerdo. Les tiene que gustar mucho la profesión porque se dedican con suma atención y paciencia a cada uno de nosotros, pero  son pocos  para tantos heridos y para las dificultades que presentan algunas cirugías reparadoras. Cuando llegó el turno a nuestro sector, a algunos los atendieron en el jardín porque el clima lo permitía.  Los envidiábamos  bastante mientras seguíamos esperando nuestro turno.
No entiendo por qué la violencia se empecina con nosotros aunque reconozco que no todos los pacientes me caen bien. Me contaron horrores que algunos han cometido en su otra vida y por eso, tienen sus detractores memoriosos que los atacan. Viejas cuentas pendientes con la historia, con los pueblos que algunos quieren cobrarse. Así dicen,  pero yo sigo siempre sorprendida: he visto a muchos que atacaban por atacar y entre risas y burlas parecían gozar  al medirse con una piedra.


Diana es una de las pacientes que traen a la Clínica con más  frecuencia. De líneas perfectas, su belleza es tan grande como su maldad, o para usar un lenguaje más actualizado, su neurosis, porque ahora ya no hay malos, sino psíquicamente perturbados.
 La historia de su  vida, según escuché a un profesor que estuvo aquí con sus alumnos, no me pareció fácil de entender. Por un lado, parece que se dedicó a cazar y a andar por los bosques, pero también tiene fama de vengativa y no soporta que la miren lascivamente, como ella dice, porque siempre odió a los hombres y decidió ser virgen. Aún hoy los exponentes del sexo opuesto  la esquivan por temor a su furia.  Según escuché, en su otra vida legendaria, al advertir un día que un joven la observaba extasiado mientras se bañaba desnuda, lo convirtió en ciervo.  Mucho no creo en tantas versiones que se escuchan acá. Pobre Diana, también parece ser blanco de múltiples historias inventadas. Me parece que ella ama  al ciervo que siempre la acompaña  y no como dicen algunos profesores que nos visitan con sus alumnos, que en realidad ese es el hombre al que ella convirtió.
A pesar de ser huraña e intratable, se interesa bastante por los chismes que escucha  por donde ella vive.
 -“Yo estoy aquí muy seguido- comentó Diana- En estos últimos tiempos, primero me rompieron las manos. Me recuperaron pero apenas estuve en mi lugar, vinieron los paseadores de perros y, como siempre, ataron sus manadas en los cuernos de mi  ciervo   mientras ellos descansaban; pronto, llegaron los padres de salida dominical forzada  y otra vez  empezaron  a ubicar a sus hijos sobre el ciervo para sacarles fotos mientras les decían arrre, arre caballito, ico, ico . Me descompone acordarme de esos aprendices de brutos con mofletes enrojecidos y chillidos taladrantes que tironeaban y tironeaban del cuerno. Los que hacen gimnasia, por su parte, están convencidos de que me acompaña el animal ideal para estiramientos con sólo atar el extremo de una soga al cuerno . Yo ya lo presentía: el ciervo tuvo que venir a la Clínica, otra vez, con el cuerno roto. Me daba pena verlo. Hace siglos que estamos juntos y esos ataques me afectan. Para completar la burla, me cubrieron de grafiti y me pintarrajearon, además de romperme un pie, como puede ver”.
Aquí la interrumpí para preguntarle cual era su domicilio aunque lo cierto es que lo mismo ocurre en todos los barrios.
 -“Usted pensará que por mi categoría estaré en un parque famoso, pues no, vivo en la plaza Agustín P. Justo que casi nadie ubica por su nombre. Está frente al edificio que le llaman Aduana, rodeada por las avenidas Paseo Colón, Belgrano y las calles Azopardo y  Moreno. Es un lindo lugar, pero esa Aduana…no sé, pero no me va. No sé que quiere decir ni para qué sirve.
 -¿Y usted quien es? Agregó Diana mientras me miraba de arriba abajo
_Yo soy La Sorprendida y mi lugar es Av. Sarmiento y Av. Casares. Mire como me estropearon la cara. Debería llamarme La Agredida, o “Violencia de género” como aprendí que se dice ahora por una manifestación que se realizó hace un tiempo cerca de mi lugar.
-¡Que buen nombre La Sorprendida! continuó La Cazadora de chismes – ¡Y que bien pega con su cara!! Además me encanta la gente que todavía se sorprende, aunque cuando se pasa de boca abierta, admito que me molesta porque ante cualquier injusticia se lavan las manos con la excusa de que no se dieron cuenta. . Le voy a comentar algo que le va a interesar.
  Usted sabe que el vandalismo  adopta miles de formas. ¿No sé si se acuerda de ese tiempo sobre el cual muchos hablan con tristeza : el  2001? ¡cómo despellejaron a las colegas de bronce!. Aunque parece que no sólo lo sufrieron nuestras hermanas bronceadas  porque los de carne y hueso también quedaron entonces metafóricamente despellejados, por lo que escuché.
Pero hay otra forma de desconsideración con nosotros: los traslados.  Hay estatuas que  han cambiado de lugar cientos de veces. Es una especie de desalojo. Nos quitan la identificación mutua que tenemos con los vecinos del barrio
Ahora hay planes de realizar el traslado más importante de la historia.  Dicen que a un famoso almirante que no tengo el gusto de conocer , llamado Cristóbal Colón, lo van a sacar de donde está, detrás de la Casa de Gobierno, para llevarlo a otra ciudad que se llama algo así como Mar de la Plata, a unos cuantos quilómetros de aquí. Es un monumento enorme y pesado así que parece que lo han rodeado de un corsé ortopédico tipo andamio y le están haciendo  las curaciones in situ– como comentan nuestros cirujanos plásticos. 
No lo van a traer a esta Clínica, claro.   Yo no conozco la historia de este país ni de ningún otro porque soy mitológica clásica, pero según me cuentan, en su vida de carne y hueso, este Almirante siempre fue medio distraído. Creyó que había llegado a un lugar y llegó a otro y no se dio cuenta que había descubierto un continente.  Ahora se siente más  confundido que nunca  porque no tiene la menor idea de que harán con él. Los preparativos a su alrededor lo tienen muy alterado, al borde de la demencia.
No era fácil interrumpir a Diana pero de manera abrupta aparecieron los camilleros y  la llevaron al quirófano.
No me sentí sola porque en ese mismo momento intervino un viejo vecino de Constitución: “El Cazador de águilas” que volvió a la Clínica otra vez, luego de una larga internación cuándo  casi lo destrozaron . Ahora está muy afectado psíquicamente porque le robaron los pichoncitos de águila, y creo que el nido también. Estaba claro que había escuchado nuestra conversación porque prosiguió:- No está claro  si Colón va a ser trasladado porque hay gente que lo quiere acá y en Mar del Plata hay gente que no lo quiere allá-. Los marplatenses no quieren que todo el país se ría de ellos por haberle encargado un hermanito al Colón que ya tienen.
Diana estuvo bastante tiempo en el lugar donde la curaron y repararon sus amputaciones.  Cuando regresó la tuvieron unos días en reposo y en cuanto se sintió mejor, volvió a interesarse por los chismes, ahora con más avidez porque sabía que pronto estaría nuevamente en su lugar frente a la Aduana y no quería perder el tiempo que le quedaba con nosotros.
Entre otras cosas, me preguntó por Cristóbal Colón, que según escuchó en el quirófano, fue una donación de la colectividad italiana .  
Le dije lo poco que había escuchado a unos médicos que habían estado inventando un nuevo nido con pichones de águila para ese pobre cazador  siempre maltrecho. Según lo que contaban,  quienes imparten las órdenes en el mundo de los de carne y hueso no parecen tener mayor sensibilidad con nosotros que quienes nos atacan a golpes.   Colón sigue en la misma plazoleta de la Rábida, ya no con el corsé ortopédico gigante porque lo desmontaron. Lo colocaron sobre tarimas de madera, creo que en posición horizontal. Y luego de tantas vueltas, parece que una especie de asamblea de representantes que no siempre se ponen de acuerdo , esta vez coincidieron en que Colón es un monumento cultural de la ciudad y en consecuencia no pueden transportarlo a ningún otro lado.
Yo le comenté a Diana que la estatua que querían ubicar en el lugar de Colón bien vale que se la enaltezca y se la admire en una buena obra de arte. Juana Azurduy fue una valiente y sacrificada luchadora por la Independencia. Una mujer patriota. Los médicos que comentaron este tema me parece que les caía mejor esta dama que el Almirante que llegó acá por equivocación y esa llegada  dio lugar a situaciones desagradables que no terminaban nunca de contar. Ellos decían que ella merecía un lugar preponderante pero  la forma en que plantearon el tema con un desalojo forzado,  enormes gastos de traslado y largas discusiones de bajo nivel condujeron a la banalización de la idea. 
Después de hablar con Diana me quedé pensando en todas las dificultades que tienen que vencer para buscarnos un domicilio adecuado, además del trabajo descomunal del artista que nos da forma para después estar a cada rato en la Clínica porque viven matándonos a golpes.   
Nosotros tendremos cara de piedra pero qué brutales o ridículos me parecen a veces los humanos.  Creo que seguiré eternamente Sorprendida.


Nota: Datos obtenidos de nota en La Nación, sábado 03 de noviembre de 2012: “El “hospital” donde se recuperan las estatuas” firmada por Cynthia Palacios

Llegué a la Clínica de Palermo con quebraduras y excoriaciones múltiples. Varias veces había estado internada allí con el mismo diagnóstico pero nunca antes sentí tanto temor como esta vez. Quizás influyó sobre mi estado de ánimo el hacinamiento de tantos heridos en la oscuridad del furgón durante un viaje que parecía interminable. Nos detuvimos muchas veces para retirar más y más pacientes de distintos domicilios. .  Las quejas y lamentos creaban una invisible atmósfera infernal. 
Al llegar nos depositaron en un lugar muy amplio con bolsas de materiales como de  construcción y herramientas de trabajo. Nos dejaron y se fueron. No sé cuanto tiempo estuvimos en esas condiciones porque nunca sé si pasan meses, años o siglos. Casi todos allí venimos de la calle y el encierro nos cubre de una pátina gris y amarga.
 Allí  esperábamos  nuestro turno mientras seguían llegando nuevos accidentados.  Escuché que un médico le decía a otro que reciben veinticinco o treinta accidentados por mes. A algunos les dieron el alta y al poco tiempo regresaron otra vez víctimas de ataques, como siempre. Son tan frecuentes los regresos a la Clínica que la mayoría se conoce y hasta se tratan como amigos, aunque provengan de distintos barrios de la ciudad.  Durante la internación  siempre comentamos situaciones personales, recuerdos, sueños o las rarezas que escuchamos en los parques o en las plazas. Somos los testigos de la calle que casi nadie advierte, salvo algún estudiante de arte o un japonés con cámara fotográfica.
Nos enteramos de secretos y conspiraciones que se traman en los bancos cercanos, nos hacen cómplices de pequeños robos que depositan en algún pliegue del manto de las damas o en la cabalgadura de los caballeros,  o se apoyan en nosotros para expresarse, a veces, amores tan violentos o cínicos que preanuncian una tragedia cercana.
Los médicos y enfermeros aquí tienen otro nombre que no recuerdo. Les tiene que gustar mucho la profesión porque se dedican con suma atención y paciencia a cada uno de nosotros, pero  son pocos  para tantos heridos y para las dificultades que presentan algunas cirugías reparadoras. Cuando llegó el turno a nuestro sector, a algunos los atendieron en el jardín porque el clima lo permitía.  Los envidiábamos  bastante mientras seguíamos esperando nuestro turno.
No entiendo por qué la violencia se empecina con nosotros aunque reconozco que no todos los pacientes me caen bien. Me contaron horrores que algunos han cometido en su otra vida y por eso, tienen sus detractores memoriosos que los atacan. Viejas cuentas pendientes con la historia, con los pueblos que algunos quieren cobrarse. Así dicen,  pero yo sigo siempre sorprendida: he visto a muchos que atacaban por atacar y entre risas y burlas parecían gozar  al medirse con una piedra.


Diana es una de las pacientes que traen a la Clínica con más  frecuencia. De líneas perfectas, su belleza es tan grande como su maldad, o para usar un lenguaje más actualizado, su neurosis, porque ahora ya no hay malos, sino psíquicamente perturbados.
 La historia de su  vida, según escuché a un profesor que estuvo aquí con sus alumnos, no me pareció fácil de entender. Por un lado, parece que se dedicó a cazar y a andar por los bosques, pero también tiene fama de vengativa y no soporta que la miren lascivamente, como ella dice, porque siempre odió a los hombres y decidió ser virgen. Aún hoy los exponentes del sexo opuesto  la esquivan por temor a su furia.  Según escuché, en su otra vida legendaria, al advertir un día que un joven la observaba extasiado mientras se bañaba desnuda, lo convirtió en ciervo.  Mucho no creo en tantas versiones que se escuchan acá. Pobre Diana, también parece ser blanco de múltiples historias inventadas. Me parece que ella ama  al ciervo que siempre la acompaña  y no como dicen algunos profesores que nos visitan con sus alumnos, que en realidad ese es el hombre al que ella convirtió.
A pesar de ser huraña e intratable, se interesa bastante por los chismes que escucha  por donde ella vive.
 -“Yo estoy aquí muy seguido- comentó Diana- En estos últimos tiempos, primero me rompieron las manos. Me recuperaron pero apenas estuve en mi lugar, vinieron los paseadores de perros y, como siempre, ataron sus manadas en los cuernos de mi  ciervo   mientras ellos descansaban; pronto, llegaron los padres de salida dominical forzada  y otra vez  empezaron  a ubicar a sus hijos sobre el ciervo para sacarles fotos mientras les decían arrre, arre caballito, ico, ico . Me descompone acordarme de esos aprendices de brutos con mofletes enrojecidos y chillidos taladrantes que tironeaban y tironeaban del cuerno. Los que hacen gimnasia, por su parte, están convencidos de que me acompaña el animal ideal para estiramientos con sólo atar el extremo de una soga al cuerno . Yo ya lo presentía: el ciervo tuvo que venir a la Clínica, otra vez, con el cuerno roto. Me daba pena verlo. Hace siglos que estamos juntos y esos ataques me afectan. Para completar la burla, me cubrieron de grafiti y me pintarrajearon, además de romperme un pie, como puede ver”.
Aquí la interrumpí para preguntarle cual era su domicilio aunque lo cierto es que lo mismo ocurre en todos los barrios.
 -“Usted pensará que por mi categoría estaré en un parque famoso, pues no, vivo en la plaza Agustín P. Justo que casi nadie ubica por su nombre. Está frente al edificio que le llaman Aduana, rodeada por las avenidas Paseo Colón, Belgrano y las calles Azopardo y  Moreno. Es un lindo lugar, pero esa Aduana…no sé, pero no me va. No sé que quiere decir ni para qué sirve.
 -¿Y usted quien es? Agregó Diana mientras me miraba de arriba abajo
_Yo soy La Sorprendida y mi lugar es Av. Sarmiento y Av. Casares. Mire como me estropearon la cara. Debería llamarme La Agredida, o “Violencia de género” como aprendí que se dice ahora por una manifestación que se realizó hace un tiempo cerca de mi lugar.
-¡Que buen nombre La Sorprendida! continuó La Cazadora de chismes – ¡Y que bien pega con su cara!! Además me encanta la gente que todavía se sorprende, aunque cuando se pasa de boca abierta, admito que me molesta porque ante cualquier injusticia se lavan las manos con la excusa de que no se dieron cuenta. . Le voy a comentar algo que le va a interesar.
  Usted sabe que el vandalismo  adopta miles de formas. ¿No sé si se acuerda de ese tiempo sobre el cual muchos hablan con tristeza : el  2001? ¡cómo despellejaron a las colegas de bronce!. Aunque parece que no sólo lo sufrieron nuestras hermanas bronceadas  porque los de carne y hueso también quedaron entonces metafóricamente despellejados, por lo que escuché.
Pero hay otra forma de desconsideración con nosotros: los traslados.  Hay estatuas que  han cambiado de lugar cientos de veces. Es una especie de desalojo. Nos quitan la identificación mutua que tenemos con los vecinos del barrio
Ahora hay planes de realizar el traslado más importante de la historia.  Dicen que a un famoso almirante que no tengo el gusto de conocer , llamado Cristóbal Colón, lo van a sacar de donde está, detrás de la Casa de Gobierno, para llevarlo a otra ciudad que se llama algo así como Mar de la Plata, a unos cuantos quilómetros de aquí. Es un monumento enorme y pesado así que parece que lo han rodeado de un corsé ortopédico tipo andamio y le están haciendo  las curaciones in situ– como comentan nuestros cirujanos plásticos. 
No lo van a traer a esta Clínica, claro.   Yo no conozco la historia de este país ni de ningún otro porque soy mitológica clásica, pero según me cuentan, en su vida de carne y hueso, este Almirante siempre fue medio distraído. Creyó que había llegado a un lugar y llegó a otro y no se dio cuenta que había descubierto un continente.  Ahora se siente más  confundido que nunca  porque no tiene la menor idea de que harán con él. Los preparativos a su alrededor lo tienen muy alterado, al borde de la demencia.
No era fácil interrumpir a Diana pero de manera abrupta aparecieron los camilleros y  la llevaron al quirófano.
No me sentí sola porque en ese mismo momento intervino un viejo vecino de Constitución: “El Cazador de águilas” que volvió a la Clínica otra vez, luego de una larga internación cuándo  casi lo destrozaron . Ahora está muy afectado psíquicamente porque le robaron los pichoncitos de águila, y creo que el nido también. Estaba claro que había escuchado nuestra conversación porque prosiguió:- No está claro  si Colón va a ser trasladado porque hay gente que lo quiere acá y en Mar del Plata hay gente que no lo quiere allá-. Los marplatenses no quieren que todo el país se ría de ellos por haberle encargado un hermanito al Colón que ya tienen.
Diana estuvo bastante tiempo en el lugar donde la curaron y repararon sus amputaciones.  Cuando regresó la tuvieron unos días en reposo y en cuanto se sintió mejor, volvió a interesarse por los chismes, ahora con más avidez porque sabía que pronto estaría nuevamente en su lugar frente a la Aduana y no quería perder el tiempo que le quedaba con nosotros.
Entre otras cosas, me preguntó por Cristóbal Colón, que según escuchó en el quirófano, fue una donación de la colectividad italiana .  
Le dije lo poco que había escuchado a unos médicos que habían estado inventando un nuevo nido con pichones de águila para ese pobre cazador  siempre maltrecho. Según lo que contaban,  quienes imparten las órdenes en el mundo de los de carne y hueso no parecen tener mayor sensibilidad con nosotros que quienes nos atacan a golpes.   Colón sigue en la misma plazoleta de la Rábida, ya no con el corsé ortopédico gigante porque lo desmontaron. Lo colocaron sobre tarimas de madera, creo que en posición horizontal. Y luego de tantas vueltas, parece que una especie de asamblea de representantes que no siempre se ponen de acuerdo , esta vez coincidieron en que Colón es un monumento cultural de la ciudad y en consecuencia no pueden transportarlo a ningún otro lado.
Yo le comenté a Diana que la estatua que querían ubicar en el lugar de Colón bien vale que se la enaltezca y se la admire en una buena obra de arte. Juana Azurduy fue una valiente y sacrificada luchadora por la Independencia. Una mujer patriota. Los médicos que comentaron este tema me parece que les caía mejor esta dama que el Almirante que llegó acá por equivocación y esa llegada  dio lugar a situaciones desagradables que no terminaban nunca de contar. Ellos decían que ella merecía un lugar preponderante pero  la forma en que plantearon el tema con un desalojo forzado,  enormes gastos de traslado y largas discusiones de bajo nivel condujeron a la banalización de la idea. 
Después de hablar con Diana me quedé pensando en todas las dificultades que tienen que vencer para buscarnos un domicilio adecuado, además del trabajo descomunal del artista que nos da forma para después estar a cada rato en la Clínica porque viven matándonos a golpes.   
Nosotros tendremos cara de piedra pero qué brutales o ridículos me parecen a veces los humanos.  Creo que seguiré eternamente Sorprendida.



Nota: Datos obtenidos de nota en La Nación, sábado 03 de noviembre de 2012: “El “hospital” donde se recuperan las estatuas” firmada por Cynthia Palacios

3 comentarios:

  1. Muchos de estos "pacientes" viven detrás de rejas para evitar a los vándalos, otros sufren traslados o esperan acostados su destino final como el caso del almirante, la vida de estatua es difícil entre humanos iconoclastas, Carlos Arturo Trinelli

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  2. En principio la historia me pareció casi irreal, hasta que caí en la cuenta de Diana cazadora y Etc. y supe que eran estatuas a las que les han inculcado un dramatismo
    humano que hoy día ni los humanos consiguen. La idea y el desarrollo singular.

    Celmiro Koryto

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  3. Muy bien la trama para introducir la idea y abrir nuestro pensar.. Así me surgen preguntas como ¿ y el trabajo, la chispa, la creatividad del artista que le dió vida a su obra? Aparte, es el tema de quién es la figura reproducida, pero parece que nosotros somos más duros, aún con carne y hueso.
    Felicitaciones, Cristina, un texto excelente.
    MARITA RAGOZZA

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