Llegué a la
Clínica de Palermo con quebraduras y excoriaciones múltiples.
Varias veces había estado internada allí con el mismo diagnóstico pero nunca
antes sentí tanto temor como esta vez. Quizás influyó sobre mi estado de ánimo
el hacinamiento de tantos heridos en la oscuridad del furgón durante un viaje
que parecía interminable. Nos detuvimos muchas veces para retirar más y más
pacientes de distintos domicilios. . Las
quejas y lamentos creaban una invisible atmósfera infernal.
Al llegar nos depositaron en un lugar muy amplio con
bolsas de materiales como de
construcción y herramientas de trabajo. Nos dejaron y se fueron. No sé
cuanto tiempo estuvimos en esas condiciones porque nunca sé si pasan meses,
años o siglos. Casi todos allí venimos de la calle y el encierro nos cubre de
una pátina gris y amarga.
Allí
esperábamos nuestro turno
mientras seguían llegando nuevos accidentados.
Escuché que un médico le decía a otro que reciben veinticinco o treinta
accidentados por mes. A algunos les dieron el alta y al poco tiempo regresaron
otra vez víctimas de ataques, como siempre. Son tan frecuentes los regresos a la Clínica que la mayoría se
conoce y hasta se tratan como amigos, aunque provengan de distintos barrios de la
ciudad. Durante la internación siempre comentamos situaciones personales,
recuerdos, sueños o las rarezas que escuchamos en los parques o en las plazas.
Somos los testigos de la calle que casi nadie advierte, salvo algún estudiante
de arte o un japonés con cámara fotográfica.
Nos enteramos de secretos y conspiraciones que se traman
en los bancos cercanos, nos hacen cómplices de pequeños robos que depositan en
algún pliegue del manto de las damas o en la cabalgadura de los
caballeros, o se apoyan en nosotros para
expresarse, a veces, amores tan violentos o cínicos que preanuncian una
tragedia cercana.
Los médicos y enfermeros aquí tienen otro nombre que no
recuerdo. Les tiene que gustar mucho la profesión porque se dedican con suma
atención y paciencia a cada uno de nosotros, pero son pocos
para tantos heridos y para las dificultades que presentan algunas
cirugías reparadoras. Cuando llegó el turno a nuestro sector, a algunos los
atendieron en el jardín porque el clima lo permitía. Los envidiábamos bastante mientras seguíamos esperando nuestro
turno.
No entiendo por qué la violencia se empecina con nosotros
aunque reconozco que no todos los pacientes me caen bien. Me contaron horrores
que algunos han cometido en su otra vida y por eso, tienen sus detractores
memoriosos que los atacan. Viejas cuentas pendientes con la historia, con los
pueblos que algunos quieren cobrarse. Así dicen, pero yo sigo siempre sorprendida: he visto a
muchos que atacaban por atacar y entre risas y burlas parecían gozar al medirse con una piedra.
Diana es una de las pacientes que traen a la Clínica con más frecuencia. De líneas perfectas, su belleza
es tan grande como su maldad, o para usar un lenguaje más actualizado, su
neurosis, porque ahora ya no hay malos, sino psíquicamente perturbados.
La historia de su vida, según escuché a un profesor que estuvo
aquí con sus alumnos, no me pareció fácil de entender. Por un lado, parece que
se dedicó a cazar y a andar por los bosques, pero también tiene fama de
vengativa y no soporta que la miren lascivamente, como ella dice, porque
siempre odió a los hombres y decidió ser virgen. Aún hoy los exponentes del
sexo opuesto la esquivan por temor a su
furia. Según escuché, en su otra vida
legendaria, al advertir un día que un joven la observaba extasiado mientras se
bañaba desnuda, lo convirtió en ciervo.
Mucho no creo en tantas versiones que se escuchan acá. Pobre Diana,
también parece ser blanco de múltiples historias inventadas. Me parece que ella
ama al ciervo que siempre la acompaña y no como dicen algunos profesores que nos
visitan con sus alumnos, que en realidad ese es el hombre al que ella
convirtió.
A pesar de ser huraña e intratable, se interesa bastante
por los chismes que escucha por donde
ella vive.
-“Yo estoy aquí muy seguido- comentó Diana- En
estos últimos tiempos, primero me rompieron las manos. Me recuperaron pero
apenas estuve en mi lugar, vinieron los paseadores de perros y, como siempre,
ataron sus manadas en los cuernos de mi
ciervo mientras ellos descansaban;
pronto, llegaron los padres de salida dominical forzada y otra vez
empezaron a ubicar a sus hijos
sobre el ciervo para sacarles fotos mientras les decían arrre, arre caballito,
ico, ico . Me descompone acordarme de esos aprendices de brutos con mofletes
enrojecidos y chillidos taladrantes que tironeaban y tironeaban del cuerno. Los
que hacen gimnasia, por su parte, están convencidos de que me acompaña el
animal ideal para estiramientos con sólo atar el extremo de una soga al cuerno
. Yo ya lo presentía: el ciervo tuvo que venir a la Clínica , otra vez, con el
cuerno roto. Me daba pena verlo. Hace siglos que estamos juntos y esos ataques
me afectan. Para completar la burla, me cubrieron de grafiti y me
pintarrajearon, además de romperme un pie, como puede ver”.
Aquí la interrumpí para preguntarle cual era su domicilio
aunque lo cierto es que lo mismo ocurre en todos los barrios.
-“Usted pensará que por mi categoría estaré en
un parque famoso, pues no, vivo en la plaza Agustín P. Justo que casi nadie
ubica por su nombre. Está frente al edificio que le llaman Aduana, rodeada por
las avenidas Paseo Colón, Belgrano y las calles Azopardo y Moreno. Es un lindo lugar, pero esa Aduana…no
sé, pero no me va. No sé que quiere decir ni para qué sirve.
-¿Y usted quien es? Agregó Diana mientras me
miraba de arriba abajo
_Yo soy La Sorprendida y mi lugar
es Av. Sarmiento y Av. Casares. Mire como me estropearon la cara. Debería
llamarme La Agredida ,
o “Violencia de género” como aprendí que se dice ahora por una manifestación
que se realizó hace un tiempo cerca de mi lugar.
-¡Que buen
nombre La Sorprendida !
continuó La Cazadora
de chismes – ¡Y que bien pega con su cara!! Además me encanta la gente que
todavía se sorprende, aunque cuando se pasa de boca abierta, admito que me
molesta porque ante cualquier injusticia se lavan las manos con la excusa de
que no se dieron cuenta. . Le voy a comentar algo que le va a interesar.
Usted sabe que el vandalismo adopta miles de formas. ¿No sé si se acuerda
de ese tiempo sobre el cual muchos hablan con tristeza : el 2001? ¡cómo despellejaron a las colegas de
bronce!. Aunque parece que no sólo lo sufrieron nuestras hermanas
bronceadas porque los de carne y hueso
también quedaron entonces metafóricamente despellejados, por lo que escuché.
Pero hay otra forma de desconsideración con nosotros: los
traslados. Hay estatuas que han cambiado de lugar cientos de veces. Es
una especie de desalojo. Nos quitan la identificación mutua que tenemos con los
vecinos del barrio
Ahora hay planes de realizar el traslado más importante
de la historia. Dicen que a un famoso
almirante que no tengo el gusto de conocer , llamado Cristóbal Colón, lo van a
sacar de donde está, detrás de la
Casa de Gobierno, para llevarlo a otra ciudad que se llama
algo así como Mar de la Plata ,
a unos cuantos quilómetros de aquí. Es un monumento enorme y pesado así que
parece que lo han rodeado de un corsé ortopédico tipo andamio y le están
haciendo las curaciones in situ– como
comentan nuestros cirujanos plásticos.
No lo van a traer a esta Clínica, claro. Yo no conozco la historia de este país ni de
ningún otro porque soy mitológica clásica, pero según me cuentan, en su vida de
carne y hueso, este Almirante siempre fue medio distraído. Creyó que había
llegado a un lugar y llegó a otro y no se dio cuenta que había descubierto un
continente. Ahora se siente más confundido que nunca porque no tiene la menor idea de que harán
con él. Los preparativos a su alrededor lo tienen muy alterado, al borde de la
demencia.
No era fácil interrumpir a Diana pero de manera abrupta
aparecieron los camilleros y la llevaron
al quirófano.
No me sentí sola porque en ese mismo momento intervino un
viejo vecino de Constitución: “El Cazador de águilas” que volvió a la Clínica otra vez, luego de
una larga internación cuándo casi lo
destrozaron . Ahora está muy afectado psíquicamente porque le robaron los
pichoncitos de águila, y creo que el nido también. Estaba claro que había
escuchado nuestra conversación porque prosiguió:- No está claro si Colón va a ser trasladado porque hay gente
que lo quiere acá y en Mar del Plata hay gente que no lo quiere allá-. Los
marplatenses no quieren que todo el país se ría de ellos por haberle encargado
un hermanito al Colón que ya tienen.
Diana estuvo bastante tiempo en el lugar donde la curaron
y repararon sus amputaciones. Cuando
regresó la tuvieron unos días en reposo y en cuanto se sintió mejor, volvió a
interesarse por los chismes, ahora con más avidez porque sabía que pronto
estaría nuevamente en su lugar frente a la Aduana y no quería perder el tiempo que le
quedaba con nosotros.
Entre otras cosas, me preguntó por Cristóbal Colón, que
según escuchó en el quirófano, fue una donación de la colectividad italiana
.
Le dije lo poco que había escuchado a unos médicos que
habían estado inventando un nuevo nido con pichones de águila para ese pobre
cazador siempre maltrecho. Según lo que
contaban, quienes imparten las órdenes
en el mundo de los de carne y hueso no parecen tener mayor sensibilidad con
nosotros que quienes nos atacan a golpes.
Colón sigue en la misma plazoleta de la Rábida , ya no con el corsé
ortopédico gigante porque lo desmontaron. Lo colocaron sobre tarimas de madera,
creo que en posición horizontal. Y luego de tantas vueltas, parece que una
especie de asamblea de representantes que no siempre se ponen de acuerdo , esta
vez coincidieron en que Colón es un monumento cultural de la ciudad y en
consecuencia no pueden transportarlo a ningún otro lado.
Yo le comenté a Diana que la estatua que querían ubicar en
el lugar de Colón bien vale que se la enaltezca y se la admire en una buena
obra de arte. Juana Azurduy fue una valiente y sacrificada luchadora por la Independencia. Una
mujer patriota. Los médicos que comentaron este tema me parece que les caía
mejor esta dama que el Almirante que llegó acá por equivocación y esa
llegada dio lugar a situaciones
desagradables que no terminaban nunca de contar. Ellos decían que ella merecía
un lugar preponderante pero la forma en
que plantearon el tema con un desalojo forzado,
enormes gastos de traslado y largas discusiones de bajo nivel condujeron
a la banalización de la idea.
Después de hablar con Diana me quedé pensando en todas
las dificultades que tienen que vencer para buscarnos un domicilio adecuado,
además del trabajo descomunal del artista que nos da forma para después estar a
cada rato en la Clínica
porque viven matándonos a golpes.
Nosotros tendremos cara de piedra pero qué brutales o
ridículos me parecen a veces los humanos.
Creo que seguiré eternamente Sorprendida.
Nota: Datos obtenidos de nota en La Nación , sábado 03 de
noviembre de 2012: “El “hospital” donde se recuperan las estatuas” firmada por
Cynthia Palacios
Llegué a la
Clínica de Palermo con quebraduras y excoriaciones múltiples.
Varias veces había estado internada allí con el mismo diagnóstico pero nunca
antes sentí tanto temor como esta vez. Quizás influyó sobre mi estado de ánimo
el hacinamiento de tantos heridos en la oscuridad del furgón durante un viaje
que parecía interminable. Nos detuvimos muchas veces para retirar más y más
pacientes de distintos domicilios. . Las
quejas y lamentos creaban una invisible atmósfera infernal.
Al llegar nos depositaron en un lugar muy amplio con
bolsas de materiales como de
construcción y herramientas de trabajo. Nos dejaron y se fueron. No sé
cuanto tiempo estuvimos en esas condiciones porque nunca sé si pasan meses,
años o siglos. Casi todos allí venimos de la calle y el encierro nos cubre de
una pátina gris y amarga.
Allí
esperábamos nuestro turno
mientras seguían llegando nuevos accidentados.
Escuché que un médico le decía a otro que reciben veinticinco o treinta
accidentados por mes. A algunos les dieron el alta y al poco tiempo regresaron
otra vez víctimas de ataques, como siempre. Son tan frecuentes los regresos a la Clínica que la mayoría se
conoce y hasta se tratan como amigos, aunque provengan de distintos barrios de la
ciudad. Durante la internación siempre comentamos situaciones personales,
recuerdos, sueños o las rarezas que escuchamos en los parques o en las plazas.
Somos los testigos de la calle que casi nadie advierte, salvo algún estudiante
de arte o un japonés con cámara fotográfica.
Nos enteramos de secretos y conspiraciones que se traman
en los bancos cercanos, nos hacen cómplices de pequeños robos que depositan en
algún pliegue del manto de las damas o en la cabalgadura de los
caballeros, o se apoyan en nosotros para
expresarse, a veces, amores tan violentos o cínicos que preanuncian una
tragedia cercana.
Los médicos y enfermeros aquí tienen otro nombre que no
recuerdo. Les tiene que gustar mucho la profesión porque se dedican con suma
atención y paciencia a cada uno de nosotros, pero son pocos
para tantos heridos y para las dificultades que presentan algunas
cirugías reparadoras. Cuando llegó el turno a nuestro sector, a algunos los
atendieron en el jardín porque el clima lo permitía. Los envidiábamos bastante mientras seguíamos esperando nuestro
turno.
No entiendo por qué la violencia se empecina con nosotros
aunque reconozco que no todos los pacientes me caen bien. Me contaron horrores
que algunos han cometido en su otra vida y por eso, tienen sus detractores
memoriosos que los atacan. Viejas cuentas pendientes con la historia, con los
pueblos que algunos quieren cobrarse. Así dicen, pero yo sigo siempre sorprendida: he visto a
muchos que atacaban por atacar y entre risas y burlas parecían gozar al medirse con una piedra.
Diana es una de las pacientes que traen a la Clínica con más frecuencia. De líneas perfectas, su belleza
es tan grande como su maldad, o para usar un lenguaje más actualizado, su
neurosis, porque ahora ya no hay malos, sino psíquicamente perturbados.
La historia de su vida, según escuché a un profesor que estuvo
aquí con sus alumnos, no me pareció fácil de entender. Por un lado, parece que
se dedicó a cazar y a andar por los bosques, pero también tiene fama de
vengativa y no soporta que la miren lascivamente, como ella dice, porque
siempre odió a los hombres y decidió ser virgen. Aún hoy los exponentes del
sexo opuesto la esquivan por temor a su
furia. Según escuché, en su otra vida
legendaria, al advertir un día que un joven la observaba extasiado mientras se
bañaba desnuda, lo convirtió en ciervo.
Mucho no creo en tantas versiones que se escuchan acá. Pobre Diana,
también parece ser blanco de múltiples historias inventadas. Me parece que ella
ama al ciervo que siempre la acompaña y no como dicen algunos profesores que nos
visitan con sus alumnos, que en realidad ese es el hombre al que ella
convirtió.
A pesar de ser huraña e intratable, se interesa bastante
por los chismes que escucha por donde
ella vive.
-“Yo estoy aquí muy seguido- comentó Diana- En
estos últimos tiempos, primero me rompieron las manos. Me recuperaron pero
apenas estuve en mi lugar, vinieron los paseadores de perros y, como siempre,
ataron sus manadas en los cuernos de mi
ciervo mientras ellos descansaban;
pronto, llegaron los padres de salida dominical forzada y otra vez
empezaron a ubicar a sus hijos
sobre el ciervo para sacarles fotos mientras les decían arrre, arre caballito,
ico, ico . Me descompone acordarme de esos aprendices de brutos con mofletes
enrojecidos y chillidos taladrantes que tironeaban y tironeaban del cuerno. Los
que hacen gimnasia, por su parte, están convencidos de que me acompaña el
animal ideal para estiramientos con sólo atar el extremo de una soga al cuerno
. Yo ya lo presentía: el ciervo tuvo que venir a la Clínica , otra vez, con el
cuerno roto. Me daba pena verlo. Hace siglos que estamos juntos y esos ataques
me afectan. Para completar la burla, me cubrieron de grafiti y me
pintarrajearon, además de romperme un pie, como puede ver”.
Aquí la interrumpí para preguntarle cual era su domicilio
aunque lo cierto es que lo mismo ocurre en todos los barrios.
-“Usted pensará que por mi categoría estaré en
un parque famoso, pues no, vivo en la plaza Agustín P. Justo que casi nadie
ubica por su nombre. Está frente al edificio que le llaman Aduana, rodeada por
las avenidas Paseo Colón, Belgrano y las calles Azopardo y Moreno. Es un lindo lugar, pero esa Aduana…no
sé, pero no me va. No sé que quiere decir ni para qué sirve.
-¿Y usted quien es? Agregó Diana mientras me
miraba de arriba abajo
_Yo soy La Sorprendida y mi lugar
es Av. Sarmiento y Av. Casares. Mire como me estropearon la cara. Debería
llamarme La Agredida ,
o “Violencia de género” como aprendí que se dice ahora por una manifestación
que se realizó hace un tiempo cerca de mi lugar.
-¡Que buen
nombre La Sorprendida !
continuó La Cazadora
de chismes – ¡Y que bien pega con su cara!! Además me encanta la gente que
todavía se sorprende, aunque cuando se pasa de boca abierta, admito que me
molesta porque ante cualquier injusticia se lavan las manos con la excusa de
que no se dieron cuenta. . Le voy a comentar algo que le va a interesar.
Usted sabe que el vandalismo adopta miles de formas. ¿No sé si se acuerda
de ese tiempo sobre el cual muchos hablan con tristeza : el 2001? ¡cómo despellejaron a las colegas de
bronce!. Aunque parece que no sólo lo sufrieron nuestras hermanas
bronceadas porque los de carne y hueso
también quedaron entonces metafóricamente despellejados, por lo que escuché.
Pero hay otra forma de desconsideración con nosotros: los
traslados. Hay estatuas que han cambiado de lugar cientos de veces. Es
una especie de desalojo. Nos quitan la identificación mutua que tenemos con los
vecinos del barrio
Ahora hay planes de realizar el traslado más importante
de la historia. Dicen que a un famoso
almirante que no tengo el gusto de conocer , llamado Cristóbal Colón, lo van a
sacar de donde está, detrás de la
Casa de Gobierno, para llevarlo a otra ciudad que se llama
algo así como Mar de la Plata ,
a unos cuantos quilómetros de aquí. Es un monumento enorme y pesado así que
parece que lo han rodeado de un corsé ortopédico tipo andamio y le están
haciendo las curaciones in situ– como
comentan nuestros cirujanos plásticos.
No lo van a traer a esta Clínica, claro. Yo no conozco la historia de este país ni de
ningún otro porque soy mitológica clásica, pero según me cuentan, en su vida de
carne y hueso, este Almirante siempre fue medio distraído. Creyó que había
llegado a un lugar y llegó a otro y no se dio cuenta que había descubierto un
continente. Ahora se siente más confundido que nunca porque no tiene la menor idea de que harán
con él. Los preparativos a su alrededor lo tienen muy alterado, al borde de la
demencia.
No era fácil interrumpir a Diana pero de manera abrupta
aparecieron los camilleros y la llevaron
al quirófano.
No me sentí sola porque en ese mismo momento intervino un
viejo vecino de Constitución: “El Cazador de águilas” que volvió a la Clínica otra vez, luego de
una larga internación cuándo casi lo
destrozaron . Ahora está muy afectado psíquicamente porque le robaron los
pichoncitos de águila, y creo que el nido también. Estaba claro que había
escuchado nuestra conversación porque prosiguió:- No está claro si Colón va a ser trasladado porque hay gente
que lo quiere acá y en Mar del Plata hay gente que no lo quiere allá-. Los
marplatenses no quieren que todo el país se ría de ellos por haberle encargado
un hermanito al Colón que ya tienen.
Diana estuvo bastante tiempo en el lugar donde la curaron
y repararon sus amputaciones. Cuando
regresó la tuvieron unos días en reposo y en cuanto se sintió mejor, volvió a
interesarse por los chismes, ahora con más avidez porque sabía que pronto
estaría nuevamente en su lugar frente a la Aduana y no quería perder el tiempo que le
quedaba con nosotros.
Entre otras cosas, me preguntó por Cristóbal Colón, que
según escuchó en el quirófano, fue una donación de la colectividad italiana
.
Le dije lo poco que había escuchado a unos médicos que
habían estado inventando un nuevo nido con pichones de águila para ese pobre
cazador siempre maltrecho. Según lo que
contaban, quienes imparten las órdenes
en el mundo de los de carne y hueso no parecen tener mayor sensibilidad con
nosotros que quienes nos atacan a golpes.
Colón sigue en la misma plazoleta de la Rábida , ya no con el corsé
ortopédico gigante porque lo desmontaron. Lo colocaron sobre tarimas de madera,
creo que en posición horizontal. Y luego de tantas vueltas, parece que una
especie de asamblea de representantes que no siempre se ponen de acuerdo , esta
vez coincidieron en que Colón es un monumento cultural de la ciudad y en
consecuencia no pueden transportarlo a ningún otro lado.
Yo le comenté a Diana que la estatua que querían ubicar en
el lugar de Colón bien vale que se la enaltezca y se la admire en una buena
obra de arte. Juana Azurduy fue una valiente y sacrificada luchadora por la Independencia. Una
mujer patriota. Los médicos que comentaron este tema me parece que les caía
mejor esta dama que el Almirante que llegó acá por equivocación y esa
llegada dio lugar a situaciones
desagradables que no terminaban nunca de contar. Ellos decían que ella merecía
un lugar preponderante pero la forma en
que plantearon el tema con un desalojo forzado,
enormes gastos de traslado y largas discusiones de bajo nivel condujeron
a la banalización de la idea.
Después de hablar con Diana me quedé pensando en todas
las dificultades que tienen que vencer para buscarnos un domicilio adecuado,
además del trabajo descomunal del artista que nos da forma para después estar a
cada rato en la Clínica
porque viven matándonos a golpes.
Nosotros tendremos cara de piedra pero qué brutales o
ridículos me parecen a veces los humanos.
Creo que seguiré eternamente Sorprendida.
Nota: Datos obtenidos de nota en La Nación , sábado 03 de
noviembre de 2012: “El “hospital” donde se recuperan las estatuas” firmada por
Cynthia Palacios
Muchos de estos "pacientes" viven detrás de rejas para evitar a los vándalos, otros sufren traslados o esperan acostados su destino final como el caso del almirante, la vida de estatua es difícil entre humanos iconoclastas, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarEn principio la historia me pareció casi irreal, hasta que caí en la cuenta de Diana cazadora y Etc. y supe que eran estatuas a las que les han inculcado un dramatismo
ResponderEliminarhumano que hoy día ni los humanos consiguen. La idea y el desarrollo singular.
Celmiro Koryto
Muy bien la trama para introducir la idea y abrir nuestro pensar.. Así me surgen preguntas como ¿ y el trabajo, la chispa, la creatividad del artista que le dió vida a su obra? Aparte, es el tema de quién es la figura reproducida, pero parece que nosotros somos más duros, aún con carne y hueso.
ResponderEliminarFelicitaciones, Cristina, un texto excelente.
MARITA RAGOZZA