Corrías
pequeña, rubia alborotada, detrás nuestro. La hamaca
se balanceaba como si recién la hubiese abandonado un
ángel. Suspendido el columpio hacía un ruido anacrónico por falta de
aceite ¿quizás? No, eran dos sogas colgando del eucaliptus más bajo y un tablón
de albañil que nos sostenía a las tres. ¿Serían las sogas las que se quejaban o
la piel del árbol? Después en carrera hacia el puentecito de madera sobre el
arrollo, el que se llenaba de suspiros niños y de juegos, donde acordábamos
milagros.
Milagro era
zafar de su chancleta que volaba por los aires ante nuestra triple picardía,
hasta llegar al suelo del eucaliptus, donde, desde sus frutos brotaban
collares, pulseras de nuestras manos niñas. No hay final mas cercano
a un principio de felicidad que un arroyo donde se platea la luna por las
noches que mirábamos tras un tejido, pero el tejido no protegía a la
gallina y sus pollitos y allí estaban ellos perdiéndose entre verdes
y el barro de los bordes del canal. ¿Volverás a tiempo para encontrarlos papá?
Lloro.
Ella todo
el tiempo ronda la casa, la rodea, nos rodea y en su recorrido surgen las
palabras esfuerzo, trabajo, responsabilidad, estudio. Dentro amasa,
estrangula gallinas, cocina para cinco, borda bellos vestidos, tres iguales,
color y diseños, está triste, casi siempre, añora las simplezas de su pueblo,
se sostiene de su máquina de costuras. ¿Qué espera, qué milagro podrá brotar de
los eucaliptus, qué siente?
Llora.
Me acerco a
la máquina, la miro, no entiendo, solo tengo seis.
Lloro.
Los
eucaliptus migran tras la inundación.
Marta Comelli
Me agrado, mas alla que hay cierta inocencia en el relato y, tal vez haya sido eso lo que me gusto. Buscare otros relatos de ella.
ResponderEliminarJC Alarcon
...en la niñez y en el no decir descansa este relato que en su brevedad abarca un mundo.
ResponderEliminarGracias
Celmiro
Este relato es como la imagen que tengo de la escritora y poeta Marta Comelli: un canto a la sencillez, a la vida cotidiana, a la pureza. Me gustó mucho Marta Comelli.
ResponderEliminarLa madre llora y en el cielo ya no brilla el sol. Muy bueno, Marta...
ResponderEliminarCon toda la ternura de los ojos niños paseamos por un relato para atesorar, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarMe encanta Marta ...me conmueve también..un fuerte abrazo..
ResponderEliminarPido disculpas por el error cometido con la palabra arroyo. atte. marta
ResponderEliminarNo hay mayor abandono que en esa frase: "Los eucaliptus migran tras la inundación." Una perla! Gracias
ResponderEliminarMe atrapó esa sencillez donde se encuentran la frescura, la vida y los recuerdos, todo dicho con pocas palabras, para qué más si están tan bien escogidas y enlazadas. Abrazo.
ResponderEliminarBetty Badaui