Yoram Kaniuk, un
escritor vitalista y desencantado con su país
La deriva religiosa y la opresión contra los
palestinos fueron haciéndole perder la fe en Israel
Incluso enfermo de cáncer y sometido a un
tratamiento de quimioterapia, el novelista israelí Yoram Kaniuk destilaba la
vitalidad con la que estos días se le recuerda en Israel. Le visité hace pocos
meses en su pequeño apartamento de Tel Aviv. Su mujer, su hija, el nieto que no
paraba quieto, el perro… Había mucha vida en el universo de Kaniuk, uno de los
grandes de la literatura israelí, ya entonces bastante enfermo y que murió este
sábado a los 83 años.
Pero sus obituarios le recuerdan sobre todo
como uno de los fundadores del Estado de Israel, como uno de los jóvenes
combatientes de la guerra de 1948. Kaniuk fue un soldado con la mochila cargada
de ideales, que se hacía preguntas y que con el paso de los años fue perdiendo
la fe en su propia creación. No creía que Israel fuera a sobrevivir en una
región cada vez más hostil a sus intereses y de puertas para adentro. Tampoco
le gustaba el país que veía reflejado en el espejo de la ocupación sobre los
palestinos y en el que la religión avanza sin aparente freno. Se sentía
defraudado; no reconocía a su propio país, se lo habían robado los extremistas,
pensaba.
Recibió los más importantes premios de la
literatura israelí y publicó 17 novelas. Fue además un activista de su propia
vida, que trató de vivir de acuerdo a sus convicciones. Una de ellas le llevó
hace poco a la primera página de los diarios israelíes. Consiguió tras una
farragosa batalla legal ser el único israelí definido en su documento de
identidad por la nacionalidad, no por la religión. Él se sentía verdaderamente
israelí. Lo de la religión era para él un asunto bien diferente. Por eso, le
aterraba el poder —numérico y político— que acumulan los judíos
ultrarreligiosos en Israel. Era bien consciente de que los laicos israelíes no
han sido capaces de ganar ni de lejos esa batalla.
Nunca dejó de conectar con naturalidad con los
jóvenes, que adoraban su obra y con el paso de los años se convirtieron en su
público más fiel. Porque a Kaniuk, como a muchos jóvenes, le apasionaban la
vida y sus entretenimientos. Vibraba con la política, la música —era un
fanático del jazz—, el cine y la literatura, pero sobre todo le importaba la
gente. Comprendió mucho antes que sus compatriotas por lo que habían pasado los
supervivientes del Holocausto. Trabajó en uno de los barcos que los llevaron a
Israel y escuchó sus historias. Aquellos relatos le rompieron para siempre.
A las puertas de la muerte, el célebre autor de El
hombre perro (Libros
del Asteroide, 2007) seguía dándole vueltas a si algún día sería posible la paz
con los palestinos. Se embarcaba en aventuras de entendimiento mutuo con el
supuesto enemigo e intentaba —a menudo en vano— comprender lo incomprensible.
La visita a aquel piso bajo de Tel Aviv vino a
cuento de la publicación en España de su novela 1948 (Libros del Asteroide, 2012), unos
recuerdos del campo de batalla escritos en primera persona y que tienen muy
poco que ver con la narrativa bélica sobrecargada de épica nacionalista que se
estila en la región. Él fue un soldado perdido, un niño medio bien que no
entendía qué hacía allí. Es curioso lo moderna y valiente que resulta aún hoy
su obra.
La declaración de intenciones que dejó escrita
en el diario israelíHaaretz antes de morir, en la que explicaba
que había decidido donar su cuerpo a la ciencia, da una última cuenta de la
naturaleza de este personaje generoso. De su imposible deseo de seguir
viviendo, incluso después de muerto. “He donado mi cuerpo a la ciencia para
poder seguir existiendo unos años después de que muera y para que los jóvenes
doctores aprendan sobre lo que hacen. En mi mente, por un instante he ganado
unos cuantos años, y como Mosiés, nadie conoció el lugar de mi tumba porque me
aseguré de que no la hubiera. Y de ello se beneficiarán mis
descendientes". Muchos le echaremos de menos.
No conocía al personaje tampoco a su obra esta semblanza hace que lo ubique como una persona íntegra de la que espero leer algo. C.A.T.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarYoram Kaniuk muriò con la misma dignidad con que viviò: su gesto de exigir al ministerio del interior cambiar en el punto nacionalidad, donde escribieron judío, cambiarlo por 'israelí': La convicciòn religiosa no suplanta a la nacionalidad, supo decir...
ResponderEliminarLibro de Asteroides será un libro que buscaré por estos lares. Describes a un muy interesante escritor, persona, etc. Gracias por mostrarnoslos.
ResponderEliminarGraciela
Para mí, es totalmente desconocido. Impactante su historia y pensamiento.Me siento menos que una hormiga, ante tanta generosa humanidad.
ResponderEliminarGracias, Artesanías.
MARITA RAGOZZA
Hombres como Yoram Kaniuk ennoblecen a la humanidad, nos muestran el camino de la dignidad, son el rayo de luz en la espesura, la esperanza que nos permite seguir adelante.
EliminarGracias Artesanías por difundirlo
Ofelia
No lo conocía y agradezco a Artesanías esta nota, es necesario ahondar en la vida y muerte de estos seres idealistas, generosos y amantes de la paz.
ResponderEliminarMi respeto por su labor.
Betty Badaui
Interesante acercarse a través de la lectura a este idealista de tamaña envergadura ! Gracias por el aporte . Adriana
ResponderEliminar