Sonata
Toca el violín la casa,
se asoma de sí misma,
se sale de la casa,
y le atraen vacíos hacia arriba y abajo.
Toca el violín la casa,
tiemblan sótanos negros de cólera indecisa,
tiembla toda la casa con su gran cuerda humana
cuando suena el violín violento de la casa.
La casa tiene lámparas votivas,
roperos tristes,
ventanas que miran hacia dentro.
La gotera
La gotera caía
sobre el pan,
sobre el tiempo.
La gotera caía como salmo insensato,
como loco aleluya,
como lento gorjeo,
como un aria indecisa.
Y la gotera hablaba en medio de la noche,
era un ala que rozaba los días.
La gotera caía como terca amenaza,
se metía hacia dentro,
en la médula misma,
en el cogollo herido,
en las uñas dormidas,
en el cuaderno niño entre las letras,
adentro de la pulpa,
adentro de la vida.
La gotera caía
sobre el pan,
sobre el tiempo.
La baldosa
Esa baldosa rota con su pequeño charco
vive en medio del patio
como un falso profeta.
Esa ínfima ruina,
esa grieta del mundo,
ese fracaso de la vida que ya toca sus bordes,
esa breve fisura es un aviso,
una señal dejada como por puro azar.
Esa trivial metamorfosis,
Ese ex abrupto de agua
que como un charco de locura
desafía la calma de las flores,
es nada más que eso: una provocación,
un torvo golpe al aire de la casa.
El comedor
Destemplado,
aterido,
sin cubiertos, sin sillas,
sin ventanas, sin flores, sin paredes,
sin mesa horizontal,
al borde del abismo.
Un aire de nostalgia lo llamaba,
una atmósfera oscura de duelo subrepticio,
un aria como endecha.
El comedor huía hacia el ocaso,
hacia un país soñado,
hacia el día siguiente.
Las sillas
¿En qué lugar,
en qué rincón,
esperaba una silla replegada
bajo viejos papeles,
sepultada
bajo trajes y alambres?
¿Dónde cuatro soportes
para la hora de comer,
de gritar en voz alta?
¿Dónde el sitial,
dónde la comisura,
el fundamento para subir al aire,
para resistir?
Aparejo remoto de la casa,
pilar inaccesible:
de pie toda la vida desde niños,
entre sillas difuntas.
Las visitas
Las visitas llegaban,
pero entonces la casa se escondía,
se ocultaba a los ojos,
a las manos,
se cubría con trapos, con rubores,
con puertas, con ventanas,
con largos ademanes,
y sacaba las sillas a la calle,
los retratos quebrados,
los desvelos.
Comensales a oscuras,
inspectores de muebles recelosos,
turistas extraviados,
las visitas comían a la orilla
de una mesa inasible.
Los adultos
Lentamente ascendían,
y con la mano apenas,
con el pie,
con la voz,
con la dulzura,
defendían la hora diminuta,
el efímero cielo,
el escaso rocío,
el canto ya inaudible de un pájaro extraviado.
Entre gestos confusos se aferraban a uñas,
palabras,
torbellinos,
manoteaban el aire,
discurrían,
y miraban entonces desde lejos,
desde aquella frontera intolerable,
desde viejas orillas del recuerdo.
Asidos a la precaria luz,
lentamente se iban,
y yo soy aquel niño que espera su regreso.
Maestro: qué deseos de estar en esa ventana que mira hacia adentro, hacia tu adentro. te abrazo. susana zazzetti.
ResponderEliminarComo una parábola de la ausencia, estos poemas que se inician con la armonía del sonido musical nos van llevando y nos detienen dulcemente en lo más pequeño hasta desplegar el espacio donde quedan las cosas, sólo las cosas con su tristeza, porque los habitantes ya no están. Con la lucidez poética que lo caracteriza, Máximo nos traslada a otra dimensión entrelazando lo interior con lo exterior. Como siempre, un Maestro.
ResponderEliminarGracias, Artesanías, por publicarlo. Celia.
La casa se asoma de si misma y sale de ella, la gotera cae sobre el tiempo.Las visitas comían de una mesa inasible. Poesía animista, íntima,que evoca el drama de la humanidad, meditando sobre las pequeñas y simples cosas de todos lo días.El poeta medita sobre lo inasible, el misterio de tiempo,lo perecedero, la hora diminuta que se extravía, vivenciando recuerdos, asomándose a sí mismo, percibiendo la realidad total, como una verdad revelada.
ResponderEliminarGracias Maestro
Ofelia
"La baldosa" y "La gotera":personalmente los considero dos paradigmas de lo minúsculo y cotidiano reverberando entre las más simples palabras del poeta. Lo verdaderamente real en la concavidad de lo simple. Máximo SEÑOR POETA. Gracias Artesanías por deleitarnos con este gigante de la poesía.Susana Macció
ResponderEliminarCuando leo algo tan bien acabado me da "sana envidia"...que nunca es sana! Gracias maestro
ResponderEliminarLos objetos cotidianos, utilitarios, necesarios, el poeta genialmente les canta c on su verbo creativo y los transforma.
ResponderEliminarDe excelencia
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Felicitaciones al autor y a la Revista Artesanías por esta publicación.
MARITA RAGOZZA