EL MITO BRITÁNICO CUMPLE 80 AÑOS
El actor que dio vida a Londres
Una muestra celebra a
Michael Caine como la genuina esencia de la ciudad
El intérprete fue
cabecilla de la revolución cultural del ‘swinging London’
Patricia Tubella /
Londres
Un
galán de físico peculiar y con el distintivo acento cockney de
la clase trabajadora pisa firme y sin complejos el Londres efervescente de los
sesenta, donde todo parecía posible. El personaje de Alfie (1966),
película erigida en icono de una cinematografía británica hasta entonces
dominada por talentos y dicciones de otra ralea, puede confundirse fácilmente
con el de su propio intérprete, Michael Caine, un actor que quiso y logró
comerse el mundo. Desde el rebelde que rompe moldes en plena revolución social
y cultural delswinging Londonhasta la estrella de Hollywood con un
centenar de títulos a sus espaldas, el recorrido artístico y vital del hoy sir
Michael siempre ha tenido su anclaje en esta ciudad que ahora le rinde homenaje
en su 80º cumpleaños.
Adquirida
desde ayer la condición de octogenario, Caine se ha revelado como un artista
incombustible que sigue trabajando después de más de medio siglo en el oficio,
aunque para sus conciudadanos encarna principalmente a uno de los personajes
más reconocidos y queridos, a uno de los suyos. “Fue el primer actor en llevar
a la gran pantalla un auténtico acento londinense y, a pesar de todos los
éxitos, sigue intrínsecamente ligado a esas raíces”, subraya Beverly Cook,
comisaria de la exposición en el Museo de Londres que resume esa trayectoria a
través de una colección de fotografías, retratos y secuencias de una nómina
interminable de películas.
Pantallas
de vídeo y un gran proyector nos muestran a aquel soldado rubio deZulú o Infierno
en Corea —el filme con el que debutó a los 23 años—, trastocado una
década más tarde en el cínico aventurero de El hombre que pudo reinar junto
a Sean Connery. El delincuente con marcado deje del East End (Un
trabajo en Italia), el Pigmalión desbancado por su alumna (Educando
a Rita) o el duelo actoral con la veteranía de Laurence Olivier en La
huella van punteando la evolución de un intérprete cuya espléndida
madurez le procura el primer Oscar por Hannah y sus hermanas, y
que recibe la segunda estatuilla con toda la platea en pie por su papel en Las
normas de la casa de la sidra. El Caine de los últimos años, que se prodiga
en roles de secundario de lujo como Alfred, el mayordomo de la última saga Batman, ha
adquirido un cierto porte venerable que apenas permite intuir los modestos orígenes
del hijo de un trabajador del mercado de pescado, nacido bajo el nombre de
Maurice Joseph Micklewhite el 14 de marzo de 1933.
“Soy un
icono… así lo dicen en el periódico”, es una de sus citas legendarias que casa
como un guante con el retrato que le tomó David Bailey en 1965. Las
características gafas de gruesa montura negra, el cigarrillo sin encender
apenas sostenido en los labios, la mirada entre altanera y desafiante de un
actor que por aquellos tiempos reivindicaba la creatividad y emergencia de una
clase relegada al último peldaño del sistema: “Estamos aquí, esta es nuestra
sociedad y no vamos a marcharnos. Nos podéis querer u odiar, ya no nos importan
vuestras opiniones”. Caine formaba parte de un grupo de jóvenes airados que,
como el fotógrafo Bailey, el peluquero Vidal Sassoon o el también actor Terence
Stamp, su compañero de piso en Ebury Street, participaron en la primera línea
de la vanguardia del swinging London, una rebelión en la
escena cultural y de la moda, enfática de lo nuevo, lo moderno y un espíritu
hedonista frente a la austeridad de la posguerra, que acabó convirtiendo a la
capital británica en un referente mundial.
La
serie de fotografías de la exposición se detiene especialmente en esa época
prodigiosa, inmortalizada por las cámaras de Bailey o Terry O’Neil, y que el
mismo Caine ha rememorado con su habitual estilo irónico: “A principios de los
sesenta no conocía a nadie famoso; al final de la década todo el mundo al que
conocía ya era famoso, y eso que entre tanto no había hecho nuevas amistades”.
Ya no se apeó de aquel pedestal que le ha merecido el récord, solo compartido
con el estadounidense Jack Nicholson, de ser los únicos actores nominados por
la academia hollywoodense en cada una de las décadas desde 1960 hasta el nuevo milenio.
Esa circunstancia va a hacer muy difícil el reto que plantea el Museo de
Londres a sus visitantes, nada menos que responder a la pregunta: “¿Cuál es la
mejor película de Michael Caine?”. El resultado de la votación se conocerá el
próximo mes y los cuatro primeros títulos serán exhibidos como guinda de una
muestra que tiene entrada gratuita y se prolongará hasta julio.
En ese
mismo recinto, Michael Caine acaba de recibir una condecoración solo reservada
a los hijos más ilustres de Londres, Freedom of the City, en
un acto donde se reivindicó la influencia de la ciudad tanto en su vida como en
su carrera. Socarrón, simpático a su manera y con una reputación de tacaño que
quizá beba de unos orígenes con muchas privaciones, allí inauguró emocionado
una exposición que ha vuelto a ponerlo frente a frente con su supuesto sosias
del celuloide. Apenas se identifica con el personaje (“Los dos somos cockney y
a ambos nos gustan las mujeres, pero nunca las trataría como hace él”, dice
aferrado a los 40 años de matrimonio con su segunda esposa, Shakira), porque
por encima de todo es un intérprete. Y, aunque disfruta de los halagos, también
marca cierta distancia: “Cuando el público que ve mis películas exclama: ‘¿No
es un actor maravilloso?’, entonces he fracasado. Si realmente lo soy, se
olvidarán de ello para estar pendientes de lo que va a pasarle a mi personaje.
Eso es lo único que trato de ser, un verdadero actor de cine”.
Zulú (1964).
Ipcress (1965).
Alfie (1966) Primera
candidatura al Oscar.
Funeral en Berlín (1966).
The italian job (1969).
La batalla de
Inglaterra (1969).
Asesino implacable (1971).
Veinte mil leguas de
viaje submarino (1972).
La huella (1972).
Segunda candidatura al Oscar.
El hombre que pudo
reinar (1975).
Un puente lejano (1977).
California suite (1978).
Vestida para matar (1980).
Evasión o victoria (1981).
Educando a Rita (1983).
Tercera candidatura al Oscar.
Hannah y sus
hermanas (1986). Primer Oscar.
La calle de la media
luna (1986).
El cuarto protocolo (1987).
Las normas de la
casa de la sidra (1999). Segundo Oscar.
Shiner (2000).
El americano
impasible (2002). Sexta candidatura.
Batman begins (2005).
El truco final (2006).
Un plan brillante (2007).
Harry Brown (2009).
Pienso que es un merecido homenaje y rescato sus palabras del final, Carlos Arturo Trinelli
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