ÚLTIMO DÍA
Cuando me fui
parecía dormida y estaba muerta. Yo la maté.
La noche antes me
había acostado al lado de ella como en los últimos veinticinco años y todavía
dormía hasta que el frío inevitable de la muerte me despertó.
El día anterior había
sido el último. Lo intuí cuando me fui al trabajo y lo supe al regresar a casa.
En el instante en que abrí la puerta y la vi, sentada en el sillón frente al
televisor. Me dijo:-Hola, con la voz ronca y sin mirarme.. Yo sí lo hice.
Estaba envuelta en una voluta de humo y el resplandor acerado de la televisión
le iluminaba la resaca colgada de los ojos, los pelos revueltos y achatados en
la nuca por la marca de la almohada. Se cubría con un batón floreado parecido
al cotín del sillón y todo semejaba una sola pieza. Una mujer con un sillón. Un
sillón con una mujer.
-Andá a comprarte algo si querés comer, dijo su ronquera. Yo me
agregué, por poco al unísono,-y traeme un vino.
Porque le hacía caso
no podía quejarme del sino de las cosas. Fui y vine. La novela concluía y
enseguida las noticias.
-Abrime el vino y traémelo.
Lo hice.
-Alcanzame el vaso, dijo y señaló el piso con un dedo amarillo de nicotina.
Cociné en silencio un
revuelto de huevo con arvejas. Le pregunté si quería comer y me respondió lo de
siempre. Me lo serví y extendí el diario.
Un programa cómico
acompañaba su risa cascada. Lavé el plato, la sartén y el vaso. Saqué la basura
y regresé al diario. Ella apagó el televisor y arrastró los pies para el baño.
Luego recortó su figura en el quicio de la puerta y ordenó:-Traeme un té a la
cama.
Puse la pava, preparé
la taza y machaqué las píldoras. Dos cucharas colmadas de azúcar, el saquito y
se lo llevé. Ahora miraba una película sentada en la cama. Deposité la taza en
la mesa de noche, ella le agregó coñac, bebió un sorbo largo y ruidoso.
Enseguida tomó su píldora. Yo retiré los ceniceros colmados de colillas y
pulvericé desodorante en el living y en el baño. Cuando fui al dormitorio
roncaba con respiración pesada. Apagué la TV, retiré la taza vacía y el
cenicero.
Cuando me acosté
recordé que, en la mañana de ése último día cuando me fui parecía muerta y
estaba dormida. ■
Cuando uno lee un texto , siempre lo hace desde su situación concreta....yo diría hay muertos, muertos!!! Otros dormidos !! y algunos:" los muertos que vos matáis gozan de buena salud"
ResponderEliminarSaludo Trinelli.
Un cuento redondo, bien acabado, denso. Me gustó mucho
ResponderEliminarUn lujo don Trinelli. La apertura es un desafío y el cierre una joya espectacular. Disfruto su estilo y capacidad...
ResponderEliminarRoberto
Escueto, hábil, ameno e inteligente como siempre...
ResponderEliminarUn gustazo
CELMIRO
En esa pareja parece que nada andaba bien así que por lo menos algo "se le dio" al protagonista. Espero que la próxima vez tenga más suerte!! Y me divirtió!!!
ResponderEliminarDesde los sures Tehuelche, un genio, literalmente...
ResponderEliminarAbrazo
Conozco el cuento y sentí mucho placer en la re-lectura, porque estoy ante un narrador que quiero y admiro.
ResponderEliminarLily Chavez
leyendo este relato ya publicado de Trinelli, puedo agregar a los elogios por la impecable escritura, que la protagonista ha muerto dos veces...
ResponderEliminarandrés
Diría que más de dos veces y aún no ha terminado de morir, creo que agoniza en monosílabas...
EliminarAbrazo
Digo que tal vez...si vendieras el sillon, por ahi no quedarian rastros. Un gustazo volver a leerte, Trinelli. Coincido en el muy buen juego de el enunciado de apertura y cierre. Abrazo cordial. ElsaJana.
ResponderEliminarComo siempre, me gustó mucho el cuento y coincido con mucho de lo que han dicho los lectores (el último en llegar o es repetitivo o tiene que limitarse a decir poco...si no tiene talento para descubrir algo distinto y ese es mi caso). De todos modos, aprovecho para agregar que el comentario de Ester Mann me hizo reír bastante.
ResponderEliminarCristina Pailos