Viajar, derrumbarse del sueño.
Texto: Enrique Vila-Matas.
Elegancia, humor y
niebla de melancolía. O sea, Tabucchi. Salgo hacia las Azores de un modo
inmóvil, releyendo Dama de Porto Pim, de Antonio Tabucchi,
un artefacto literario que a veces recuerdo como una especie de Moby
Dick en miniatura y también como un libro que en su momento me
sorprendió -hablamos de febrero de 1984- porque sus menos de cien páginas
parecían componer un buen ejemplo de “libro de frontera”, un curioso artilugio
compuesto de cuentos breves, fragmentos de memorias, diarios de traslados
metafísicos, notas personales, la biografía y suicidio del poeta Antero de
Quental contada al modo de una “vida imaginaria” (a lo Marcel Schwob), astillas
o restos de una historia cazada al vuelo en la cubierta de un barco, crónicas
costumbristas de las ballenas y los balleneros, transcripciones de viejos
aventureros que pasaron por las islas, apéndices, mapas, bibliografía,
abstrusos textos legales: elementos a primera vista enemistados entre sí y,
sobre todo, con la literatura, transformados por una firme voluntad literaria
en ficción pura.
Elegancia, humor,
melancolía. Y la agazapada idea de viajar para derrumbarse del sueño. “Para
Tabucchi, un viaje es, sobre todo, un clima, un estar a solas, un estado
discretísimo de saudade y de soledad. En eso está la
fascinación sin par de este escritor, y es eso lo que le otorga esa voz
distinta, su mágica serenidad de escritura”, escribió José Cardoso Pires en un
artículo de extraño título: Elpé juepegopó delpé revevespé.
Llegué en febrero de
1984 a Dama de Porto Pim -primer libro de Tabucchi traducido
al castellano- porque me llamó la atención ese artículo de Cardoso y porque
además, sólo dos días después, me encontré con una entrevista al propio
Tabucchi que me abrió panoramas muy inéditos para mí. En esa entrevista -la
primera que le hacían en nuestro país- decía, por ejemplo, que hoy en día es
difícil juzgar los propios sentimientos porque, desde que la cultura se ha
vuelto laica, falta un ojo que mire: “El hombre no se siente mirado y se
vuelve, por ello, un poco inexistente. La idea de ser mirado confiere a la
existencia cierta plenitud”.
Uno de los
fragmentos más memorables de Dama de Porto Pim es “Una ballena
ve a los hombres”. Allí un cetáceo cree ver que “los hombres a veces cantan,
pero sólo para ellos, y su canto no es un reclamo sino una forma de lamento
desgarrador (…) se alejan deslizándose en silencio y es evidente que están
tristes”. Al parecer, esta bella pieza literaria surgió de Tabucchi el día en
que presenció cómo una ballena moría bajo los arpones y él experimentó la
sensación de ser observado por ella.
“Montes de fuego,
viento y soledad. Así describía las Azores, en el siglo XVI, uno de los
primeros viajeros portugueses que desembarcó allí”, dice Tabucchi. La verdad es
que desde entonces las cosas, en las islas, no han cambiado mucho. No es un
lugar donde la gente borre las huellas. Hay un pacto entre las Azores y lo
inmutable, y otro con el concepto de la lejanía. Tabucchi escribió hace años:
“Azores, en medio del océano, lejos de todo. De Europa y de América. Tal vez
sea la lejanía el embrujo de las Azores”. Pero esa lejanía, dice Tabucchi, la
dejan los habitantes de las Azores sólo para quienes les visitan. Y es que los
azorianos están, sobre todo, cerca de ellos mismos. Pero ¿cercanos a qué? No
siendo nada cercanos a las tradiciones ni a la historia, tal vez lo sean sólo
del suelo, de su tierra verde y azul. Próximos a lo suyo, que es algo
inmediato, sin pasado.
Recuerdo muy bien
que en aquella entrevista de 1984 Tabucchi comentaba que, en relación con el
pasado, nuestra experiencia moderna es más fragmentada, más frágil y, por
tanto, posiblemente la narración, el cuento, se adapten mejor a la vida
incompleta de ahora. Para alguien como yo que en aquellos días no estaba muy
interesado en las novelas, sus palabras fueron una bendición y abrían un camino
para la escritura de lo fragmentario. Ha pasado el tiempo y creo que nada ha
cambiado de aquello que sugería Tabucchi. El relato corto es un espacio
literario en el que todavía se puede hallar una especie de fogonazo, de flash,
con una curiosa y extraña adherencia a la realidad.
Dama de Porto Pim, estilizado “libro
de frontera”, se inicia con una inolvidable cartografía sonámbula, “Sueño en
forma de carta”, una especie de prólogo soterrado (que Tabucchi ha contado que
surgió de una lectura de Platón y del traqueteo de un parsimonioso autocar que
iba de Horta a Praia do Almoxarife), donde la escritura parece
servir para dar forma a una geografía existencial, a un mapa interior que el
autor de la carta diseña recorriendo un grupo de islas pobladas por gentes que
veneran pasiones y adoran dioses como el amor o el odio (“el dios del odio es
un pequeño perro amarillo de aspecto macilento, y su templo se levanta en una minúscula
isla que tiene forma de cono”) o el dios del resentimiento, pero que, como en
el mapa interior, son reales sólo en un sueño en forma de carta: “Después de
haber surcado las aguas durante muchos días y muchas noches, he comprendido que
el Occidente no tiene fin sino que sigue desplazándose con nosotros, y que
podemos perseguirle a nuestro antojo sin jamás alcanzarle”.
Todo el libro es la
historia de esa persecución sin fin, lo que hace que en un momento determinado,
derrumbados por el más lúcido de los sueños, lleguemos a la maravillosa Horta,
la capital de la isla de Faial, y allí entremos en el legendarioPeter’s Café
Sport, el bar más famoso del Atlántico. En realidad, es mucho más que un
bar, es una auténtica institución y fue inaugurado en los primeros años del
siglo pasado y ya entonces exhibía su fachada pintada de azur, su marca
distintiva. En el texto ‘Otros fragmentos’, incluido dentro del libro, es donde
Tabucchi incluyó la mención a este acogedor bar del gin-tonic fulminante,
donde los balleneros van todas las tardes a recordar las otras tardes, aquellas
en las que aún navegaban y, por tanto, aún conservaban ese oficio que, al estar
hoy prohibido, les ha convertido en pacíficos agricultores con tabarra de
taberna.
Una de las piezas
claves de Dama de Porto Pim es el relato de amor y crimen que da título
al libro y que Tabucchi oyó a un ex ballenero, convertido en cantante en
locales nocturnos para turistas norteamericanos. Es la narración de un amor
total, apasionado y violento, la historia de una doble traición que culmina en
un final mortal. Pero acaso la cumbre del libro sea la intensa microbiografía
del poeta del siglo XIX Antero de Quental. Tras una larga estancia
en Lisboa, el gran bardo de las Azores, el más trágico de todos, regresa a sus
islas cargado de sueños para ellas, sueños que se derrumban a los pocos meses.
Desesperado por la soledad de su patria, descubre la existencia de la nada y se
mata en Ponta Delgada de un pistoletazo en un banco verde frente al mar, bajo
el blanco muro del convento de la
Esperança , donde hay un ancla azul dibujada sobre la pared
encalada: “Accionó el mecanismo del revólver e hizo fuego por segunda vez.
Entonces el gitano desapareció con el paisaje y las campanas de la Matriz empezaron a tañer el
mediodía”.
Un mediodía, en mi
primer viaje a las islas, fui a la
Matriz para sentarme en el banco verde frente al mar y
sentirme así en el mismo lugar que Antero. Lo encontré todo igual que el día en
que se mató, incluso seguía allí el ancla azul dibujada en la pared encalada.
Pero de todos los bancos verdes de la zona, el de Antero era el único ocupado.
Por alguna extraña razón, era casi propiedad de unos vagabundos. Tuve que
esperar dos horas a que éstos se marcharan para poder sentarme en el lugar del
pistoletazo. Había el mismo mar azul perfecto que aquel lejano mediodía. La
misma plaza, los mismos árboles, el mismo resplandor del agua. No son las
Azores un lugar donde la gente borre las huellas. ■
Una bella nota de Vila Matas donde demuestra que la crónica de un libro puede ser al mismo tiempo una pieza literaria plena de belleza y creatividad. Tabucchi resalta en la pluma del comentador.
ResponderEliminarLa peculiar nota bibliográfica de Vila Matas y la acertada conclusión de Andrés Aldao nos hacen gozar y reflexionar. Muchas gracias
ResponderEliminarCristina Pailos
Una crónica que se desea no acabe y la intriga por leer el libro de Tabucchi son el mérito de un escritor como Vila-Matas, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarUn análisis que atrapa y empuja a leer esta novela que es una historia de búsqueda de sentido y con los ingredientes temáticos del amor, la traición,el mar y las ballenas.
ResponderEliminarMARITA RAGOZZA