Aproximaciones
a Juan Antonio Vasco
Esa doma de
entre las olas y la arena diamantina de Chichiriviche, esas nubes olímpicas
salpicando el mar de aguas calientes del trópico, ese sol quebrando el
parabrisas de su Valiant celeste que un amigo le perdió, esas negras que
caminaban por el borde de la selva, delgadas como las cuerdas de esparto, esos
triunfales creadores de dólares y yates que compartían con él las montañas
inseparables que signaban cada día de Caracas, esa publicidad que le roía los
huesos y lo llevó a ser especialista en comunicaciones, esa hija de ojos
celestes como sus antepasados españoles de los Cántabros, vasco-franceses y
escoceses que poblaron el campo argentino haciendo los escoceses plum-pudding
cada generación. Esa hija venezolana que viajó allá para nacerla, ese negro
ciego que por las tardes esperaba su salida de la Cámara e Comercio para su
comida de la noche, esa mujer que tiró el televisor por la ventana para que se
comportase, para que dejara de regalar “many” a sus amigos poetas viajeros, ese
antiguo pueblo de la provincia de Buenos Aires, Chascomús, donde se quedó solo
cuando murió su padre, salió adelante tres hermanos. Ese acá y allá, en la
laguna, en las calles de Chacao, Chacaito, Petare, Caracas Venezuela, donde
bebían ron o whisky, según el dinero existente, con sus amigos de “El techo de
la ballena” hasta que una noche Adriano González León tomó toda la botella de
Campari, mientras Juan Antonio leía el poema “Chatarra” de Lawrence
Ferlinghetti, y grabé sus ronquidos a las cinco de la mañana, en nuestro departamento
que daba al campo de golf. Y a las seis el sol levantaba a muertos y vivos y
Vasco se iba a trabajar. Igual que en la Argentina cuando esperaba el amanecer sentado en
un banco de la plaza Lavalle, después de una noche con sus correligionarios surrealistas.
Ese sol en la vereda de la casa donde los chicos y yo le dimos de probar mangos,
con sólo llevar el brazo hasta las ramas, ese sol de hambre que vio por toda
América, desde San Telmo natal hasta la aldehuela de Cariaco: hicieron al Vasco
ejecutivo, agresivo, conquistador del oro, hirviente caldero. ¿Hicieron al
Vasco poeta, conquistador de la vida, de Afrodita? Quizás si. Seguramente. O, y
hablando más objetivamente, será que Vasco nació creador. Fue visto a los 16
años en busca de la perfección con sus sonetos a la rosa; a los 26 formando
parte del movimiento surrealista argentino, junto a Pellegrini, Madariaga, Latorre,
Llinás y otros creadores de la revista “A partir de cero”, que empezaba todo de
nuevo; fue visto desde los 37 y durante trece años que vivió en Venezuela
acompañando a “El Techo de la ballena”, tal vez el movimiento socio-político-artístico
más importante de América Latina, y tal vez el más fugaz. Se lo ve hoy, cumpliendo
sesenta años, inválido de hombros hacia abajo, recibiendo el sobre que le trae
el reportaje de una página que le hace Juan Calzadilla en “El Nacional” de
Caracas, ya no como surrealista sino como poeta en libertad signado por su
patria americana.
Y cada vez que uno entra a su cuarto hay
que anotarle un verso, tres versos, quince versos, que pensó durante la noche o
la obligada siesta. Entonces sus hijas o su mujer fijan en el papel esa poesía
que proviene de su vida, cada vez más concentrada y que lo inunda hasta la
médula.
Texto
originalmente publicado
en la revista
Barataria # 9/10/11
(año 5, Buenos
Aires, diciembre de 2003)
DATOS
BIOBIBLIOGRÁFICOS
Juan Antonio Vasco nace en noviembre de 1924
en la ciudad de Buenos Aires, donde vive los años de la infancia. Tras la
muerte de su padre, alrededor de 1936, Juan Antonio y sus hermanos van a vivir
con familiares a la pequeña ciudad de Chascomús, mientras su madre trabaja por
momentos en Buenos Aires para sostenerlos económicamente, y a su vez ellos
también comienzan muy temprano la vida laboral.
En su adolescencia escribe poesía
ajustándose a las normas clásicas. En esa primera época de su creación
literaria Vasco considera su maestro a Baldomero Fernández Moreno, por quien
siente gran afecto y admiración, y quien por temporadas reside en Chascomús.
Al terminar sus estudios secundarios se
recibe de Maestro Rural y ejerce como tal durante un tiempo en la ciudad de
Dolores, en 1941. Allí conoce a Mary Luz Luna, quien fuera luego la esposa de
Carlos Latorre. Éste es probablemente el primer encuentro con el surrealismo, que
se instalaría en su vida poética unos diez años después.
Alrededor de 1944 vuelve a Buenos Aires, donde
trabaja y estudia Humanidades. Entre 1943 y 1948 publica sus primeras
colecciones de poemas, de estilo clásico: El Ojo de la Cerradura y Cuatro
Poemas con Rosas.
El mismo año de la muerte de Baldomero
Fernández Moreno, 1950, Vasco incursiona en la escritura automática. En 1954
publica Cambio de Horario, que ya desde el título indica el cambio de
orientación en su poesía. Para ese momento, Vasco estaba casado con su primera
esposa y trabajaba en publicidad.
Emigra a Venezuela en 1954, donde se
desempeña como vendedor y publicista. Durante los años siguientes, dedica gran
parte de su tiempo y energía a su trabajo, para afirmar su posición en el país.
Sin embargo, no deja de escribir, e inclusive siendo recién llegado, publica en
la sección literaria de “El Nacional” un artículo sobre Gérard de Nerval.
En Venezuela, por la impronta de la
geografía del lugar y sus habitantes, su estilo surrealista se aleja del
francés para acercarse a su identidad americana.
En 1958 conoce al grupo de la revista
Sardio, y luego se une al movimiento surrealista venezolano, el “El techo de la
ballena”.
El libro Destino Común se publica en 1959,
reuniendo poemas escritos desde 1955.
Habiendo terminado su primer matrimonio, en
1964 Juan Antonio Vasco se reencuentra con Clara Fernández Moreno, hija de
Baldomero, a quien conociera en su juventud. Se casan en Venezuela y al poco
tiempo Vasco es trasladado por McCann Erickson, la empresa de publicidad donde
ocupó cargos directivos, a Montevideo.
Vasco comienza a escribir los poemas que
se publicarían mucho después en 1982, en el libro Pasen a Ver. También continúa
el trabajo de traducciones de poesía, iniciado en Venezuela.
En 1966, la familia regresa a Caracas, donde
nace su hija Clara en 1967.
Al año siguiente, los cuatro vuelven
definitivamente a Buenos Aires.
A Vasco se le habían presentado los
primeros síntomas de una enfermedad que pasado bastante tiempo se sabría que
era esclerosis múltiple.
A medida que la enfermedad avanzaba, nuestro
poeta continuó incansablemente su trabajo, escribiendo cuentos, colaboraciones
en revistas literarias, ensayos y traducciones, y todo tipo de actividad
intelectual que le permitiera ganar su subsistencia y la de su familia. Es
importante mencionar la intensa correspondencia que mantuvo con otros poetas y
amigos hasta poco antes de morir, porque esas cartas dan cuenta también de su
permanente estado creativo.
Cuando ya no solamente no puede caminar
sino tampoco mover los brazos ni las manos, dicta sus palabras a un grabador, mediante
un palito que maneja con la boca para apretar las teclas o dar vuelta las
páginas de los libros. Además de haber tenido siempre la ayuda de su familia en
su labor, y la de algunas personas que oficiaron como secretarias.
Al margen de los poemas de Pasen a Ver y
las traducciones (de Cecco Angiolieri, Gottfried Benn, e. e. cummings), Vasco
escribió un libro de cuentos para niños, Historias del Reino de Pí, publicado
en 1976, y una serie de narraciones reunidas en El Monigote y Otros Relatos, 1981.
También trabaja incesantemente en su largo poema “Parranda y Funeral”, con un
estilo diferente al de los anteriores, donde pone énfasis en la denuncia social
además de la creación artística, con incontables años de elaboración y
correcciones. Es publicado póstumamente por algunas revistas y luego en el
libroParranda y Funeral, en 1992, bajo el cuidado del poeta venezolano Juan
Calzadilla, donde están incluidos sus aforismos y otros poemas inéditos hasta
ese momento.
El último libro
que se publica en vida, en 1984, es Conversación con la Esfinge , estudio sobre la
poesía de Octavio Armand.
Apenas
cumplidos los sesenta años, Juan Antonio Vasco muere en noviembre de 1984, habiéndose
mantenido activo hasta muy pocos meses antes de su fallecimiento.
Libros
publicados
• Cambio de horario, Letra y Línea, Buenos
Aires, 1954
• Destino común, A Partir de Cero, Buenos
Aires, 1959
• Historias del reino de Pi, Librería
Huemul, Buenos Aires, 1976
• Con mucho gusto e. e. cummings (traducciones),
Breves 16, Caracas, 1978
• El monigote y otros relatos, Fundarte,
Caracas, 1981
• Conversación con la esfinge – una
lectura de la obra de Octavio Armand, Editorial Fraterna, Buenos Aires, 1984
• Pasen a ver, Universidad de Los Andes,
Mérida, 1982
• Introducción a “El Techo de la Ballena ”, Ediciones de la Universidad de
Carabobo, Venezuela, 1971
• Déjame pasar, Ediciones Ultimo Reino, Buenos
Aires, 1988
• Parranda y funeral, Fondo Editorial
Tropykos, Caracas, 1992
Datos
biobibliográficos preparados por Carmen Vasco y Clara Vasco,
en base al
ensayo de Ricardo Herrera,
prólogo del
libro Déjame Pasar
Ediciones
Ultimo Reino. Buenos Aires. 1988
POEMAS
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CLARA ES UN ROBOT FRENÉTICO
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Se disfraza de mujer con misteriosa habilidad pero es un robot de la peor
especie.
Lo adviertes cuando se acomoda los rizos con tubos de cartón tripas de rollo de papel toilette. Si se traba chirría y hasta que no le quitas de la máquina el cuerpo extraño no vuelve a sus modales de ameba servicial. Se sabe que cultiva lábiles intenciones contra cualquier sistema y eso le proporciona su ternura de rosada mucosa que no permite escapatoria. Si la amas chapúzala en la vida para verla alborotar peinarse y arrojarse como un calamar herido por sobre casi todo lo que existe
1964
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ººººº
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CHANSON
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Para Lucienne
Ojalá te hubieras llamado Luciana como quien dice luciérnaga o luz de
ciénaga
Ojalá te hubieras venido a América
Comeríamos una choucroute au champagne cada lustro
Y entre semana guiso y puchero
cartas de amigos y facturas de electricidad
pero no llegamos a nada mi amor
Tus poemas todavía me llenan de pesadumbre
tus sostenes con las cintas ajadas aparecen en mis maletas
Y no termina de salir el sol en Green Hill con aquel polizonte de la
madrugada
Esto ocurrió hace mucho tiempo
antes de que enmudecieras mon petit singe
cuando yo te compraba naranjas en el Soho
curries en Hampstead
y alquilábamos dos sillas bajo los castaños por cuarenta francos
porque tú eras mi mujer
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Risa en tierra firme
Todo ese fuego negro te subió como pelo hasta la nuca
te levantabas a reír
con peinado de guerra te levantabas a reír
y aquellos largos dedos de curare atraparon los labios de tus
dientes
bella como una estola hecha de pájaros
como la música del güiro
como el pantano de las nubes
bella con los ojos de sudor de petróleo y camisa de palma real
como una cicatriz
bella como la papa brotada
máscara de meseta sólo dejas pasar el alarido de la tierra
Me has mostrado tu múcura de donde salen las hormigas blancas
con
tu vello y los hongos de tufo marino que atan a los
hombres en las islas
yo te miro con ojos de glaciar desde los mares que esconden su
ballena durante toda una generación
listo para el fulgor de tus mejillas con un
pequeño sacrificio de
arroz blanco
mientras asciende el sol barbado
sobre esta tierra donde el hombre sube y sube para amarrar
su
hambre lampiña como enseña de náufrago en las palmas
No dejes de reír
dispárame tu risa con punta envenenada
tu risa de guarapo para el sediento del amor
minero ensombrecido por el cobre
tu risa de guajira resonando entre los muros encerrados de una
orgullosa capital
derrama sobre mí tu fogata de pelo
suelta tu risa de curiara
de pólvora y café
de pastizal
dientes de blanco armiño en la tapara de tu boca
tus dientes de culebra
suelta esa máscara de hierbas
el faldellín de arena
suelta
vientre de avispas
tus jirones y el humo que ciñe tu garganta
ven desnuda
desde lo alto de la sierra se ve el mar.
(1963)
LA CABAÑA
DE LA PLAYA
Vuela
el viento en el mar
arde
como el pelo de mi amor cuando sonríe el mar
como el verdín de sus
pestañas en el mar
el humo de sus manos en el
mar
Y allí estaba mojada y
pelinegra
con las piernas cruzadas
con los pechos chiquitos
y la risa en la cara
El mar entró por la puerta
yo salí por la ventana
me corrió por la arena
y me alcanzó en el agua
Un jirón de su piel daba la
vuelta al mundo
el agua la desnudaba
Un cesto lleno de ropa negra
una copita
llena de ropa blanca
Cabeza blanca cabeza rota
vamos a cantar
Echó una bola de agua
y nada más
Yo que me tapo de arena
y ella que no me dejaba
ni a la sombra de la teja
ni bajo la palma
ni en el manglar
ni en el uvero de playa
ni para taparse el pecho con
la mano
ni para mirarse los dientes
en el agua
ni para sentarse en una
silla
desnuda
ni para nada
A cara o cruz
la suerte estaba echada
salía la misma cabeza rota
blanca
vomitando la misma bola de
agua
De puntillas
empezó a girar
las vendas se le soltaban
Detrás de la duna
la manta mojada
Las palmeras huyen
detrás de nosotros como los refugiados del frente de guerra vistos desde el
tren de prisioneros
Estaba amaneciendo en
la cabaña
Y vino el tractor vino
el café de la madrugada vino el capitán del puerto vino el arpista con el arpa
trajeron pan pan-pan pan flauta pan de redondas nalgas partieron el
cogollo de palma asaron el cangrejo tocaron el arpa se terminó el café se
terminó el pan el mar se llevó la casa
[1963]
"...incontables años de elaboración y correcciones..." Destaco, Clara, estas palabras de tu semblanza y te saludo con el afecto de siempre.
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