PEDRO
DE LA HOZ
"Una
buena obra nunca queda sin castigo", dijo alguna vez a propósito de la
manera en que más de una vez una parte de la crítica trató de disminuir el
creciente peso de su carrera literaria. La frase puede aplicarse también a
ciertas reacciones de los círculos de poder en su país ante las opiniones
irreverentes e insumisas vertidas por un escritor que asistió a lo largo de su
vida a la perversión del sueño americano.
Gore
Vidal murió el pasado martes a los 86 años de edad. Fue un peso pesado de las
letras estadounidenses del siglo XX y, a la vez, uno de los más agudos críticos
del sistema político norteamericano.
Hijo
de un oficial de la fuerza aérea estadounidense, nació el 13 de octubre de 1925
en la academia militar de West Point. Ser nieto de un senador y con varios
parientes vinculados a la política —primo del exvicepresidente Al Gore—, le
propició que se interesara por esta actividad desde sus años de formación, al
punto de aspirar, ya de adulto, a escaños por el Partido Demócrata y fundar, en
oposición a la debacle moral de Richard Nixon a inicios de la década de los
años setenta, un partido independiente. Pero también descubrió tempranamente su
capacidad de fabulación literaria.
Lo
mejor que hizo entonces consistió en vincular en la creación ambas pasiones.
Cercano a la tradición de John Dos Passos y Norman Mailer, escribió formidables
novelas en las que historia, política y ficción se anudaron con intensidad y
garra expresiva.
Las
páginas de La ciudad y el pilar de sal (1948), Juliano
el Apóstata(1964), Washington DC (1967), Burr (1973), 1876 (1976), Lincoln (1984),Imperio (1987), Hollywood (1989) y La
edad dorada (2000) ilustran los
derroteros de ese magisterio.
Pero
también ganó adeptos por sus narraciones satíricas, del corte de Myra
Breckinridge (1969), Myron (1975), Duluth (1983), En directo del Gólgota(1992) y La
institución smithsoniana (1998).
Estuvo
vinculado al cine y al teatro, experiencias de las que salió lastimado por la
falta de éxito y las incomprensiones de los productores —le fue negado el
crédito como coguionista en la multilaureada película Ben-hur—; incursionó bajo seudónimo en la literatura
policial.
Sin
embargo, en las tres últimas décadas de su vida, se convirtió en uno de los más
leídos ensayistas de Estados Unidos. Quien quiera conocer la intríngulis de la
maquinaria política norteamericana encontrará referencias de primera mano en Declive
y caída del Imperio Americano (1992), La presidencia americana (1998) y El
último imperio (2001).
Particularmente
se sintió ofendido con la ascensión presidencial de George W. Bush, calificada
por él como "un golpe de Estado" y las aventuras bélicas que en
nombre de la lucha antiterrorista llevaron el terror a mundo y medio.
"Vivimos
bajo una dictadura; eso es lo que ha instaurado en Estados Unidos el actual
equipo de gobernantes", dijo a este cronista en el 2006 en La Habana , durante una visita
de cinco días a la Isla
en la cual, por voluntad propia, quiso palpar, "aunque solo fugazmente,
una realidad sobre la que sé me han mentido siempre".
El
intercambio que entonces sostuve con Vidal aconteció a pocos metros de la
escultura de John Lennon emplazada en un parque del Vedado.
Al
preguntarle una tarde si sabía el origen del desconocimiento que él y la mayoría
de sus colegas tenían sobre Cuba, respondió: "Los intelectuales no nos
salvamos de algo tan evidente como que la población norteamericana sea una de
las más ignorantes del planeta. Paradójicamente creemos saberlo todo y nada
sabemos. Habría que repartir la culpa entre gobernantes, instituciones, medios
de prensa y una idiosincrasia que nos ha hecho creernos los mejores".
Luego
le solicité un comentario acerca de ataques que por esos días lo hacían blanco
de una frase: Vidal es un mal americano. "Es curioso que alguien pueda
decirlo, porque en realidad me siento, como van las cosas, más bien como el
último buen americano. Al menos soy un americano que me preocupo por defender
la ética y la historia de mi país, por ver si volvemos a ser decentes y respetados.
Sueño y trabajo para que no nos arrebaten más la república que alguna vez fue
los Estados Unidos, esa que ha colapsado bajo el actual régimen", declaró.
Cuentan que en los últimos tiempos, Vidal trabajaba en una novela
sobre la usurpación en el siglo XIX de una buena porción de México por parte de
Estados Unidos. Obviamente, sería un nuevo motivo para seguir siendo
considerado un intelectual incómodo para el sistema. ■
No leí a Gore Vidal pero no puedo menos que lamentar su fallecimiento por haber sido un provocador y un antisistémico, C.A.T.
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