El Príncipe de Asturias corona el magisterio de Philip Roth
El galardón se ha anunciado en Oviedo. El escritor estadounidense se impuso a Murakami
El escritor estadounidense de origen judío es autor de obras como 'El lamento de Portnoy'
Leonard Cohen fue el último premiado
A Philip Roth le gusta diferenciar. No vive en la misma casa en la que trabaja. Crea personajes desaforados pero lleva una vida monacal. Apenas bebe y no se le conoce el vicio de atiborrarse a comilonas. Pese a ser judío le hubiese gustado ser sacerdote, aunque no para predicar sino para escuchar secretos en confesión —en eso se asemeja bastante a su papel de novelista— y, al contrario que todos los colegas suyos que han pasado a integrar la colección de glorias impresas en la Library of America, no ha necesitado morirse para pasar al Olimpo de esa bendición eterna. También en vida recibirá en octubre el Príncipe de Asturias de las Letras que le otorgaron ayer, a sus 79 años, por ser uno de los grandes narradores universales en activo. Muchos pensaban ayer: a ver si se enteran en Suecia… Philip Roth no puede quedar como uno de los eternos aspirantes al Nobel.
Para Roth ha sido una obsesión desdoblarse. En realidad, el niño malo que grita sus traumas sexuales en la satírica y onanística El lamento de Portnoy (1969) es ese rebelde iconoclasta que al idílico y obediente Philip —aun visita la tumba de sus padres y llora— le hubiera gustado parecerse. Algo de esa infancia amenazada y atemorizada en un suburbio de Nueva Jersey —adonde fue a parar la familia judía de sus progenitores descendientes de Galitzia, entre Ucrania y Polonia— queda en Némesis.
En esta reciente novela relata una epidemia de polio capaz de doblegar a cualquier Aquiles local. El héroe fustigado, el héroe hecho añicos es lo que revisa Roth desde su apesadumbrada vejez obsesionada con la enfermedad y la muerte que puebla constantemente sus últimas obras. Desde La mancha humana, cierre de su trilogía americana, a Elegía, El animal moribundo o Sale el espectro, es la crónica desgarrada de la era Bush: “El peor presidente de la historia de Estados Unidos”, sostiene Roth.
Reunido en Oviedo el Jurado del Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2012, integrado por D. Luis María Anson Oliart, D. J. J. Armas Marcelo, D. Xuan Bello Fernández, D.ª Blanca Berasátegui Garaizábal, D.ª Amelia Castilla Alcolado, D. Juan Cruz Ruiz, D. José Luis García Martín, D. Álex Grijelmo García, D. Manuel Llorente Manchado, D.ª Rosa Navarro Durán, D.ª Soledad Puértolas Villanueva, D. Fernando Rodríguez Lafuente, D. Fernando Sánchez Dragó, D.ª Diana Sorensen, D. Sergio Vila-Sanjuan Robert, presidido por D. José Manuel Blecua Perdices y actuando como secretario D. Román Suárez Blanco, acuerda por mayoría conceder el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2012 al escritor Philip Roth. La obra narrativa de Philip Roth forma parte de la gran novelística estadounidense, en la tradición de Dos Passos, Scott Fitzgerald, Hemingway, Faulkner, Bellow o Malamud. Personajes, hechos, tramas conforman una compleja visión de la realidad contemporánea que se debate entre la razón y los sentimientos, como el signo de los tiempos y el desasosiego del presente. Posee una calidad literaria que se muestra en una escritura fluida e incisiva.
En esa obsesión por conquistar al otro que le habita, este profesor universitario que dejó la docencia y se recluyó en Connecticut para dedicarse por entero a su obra no es al completo el alter ego creado por él, rabiosamente, desaforadamente sensual, agónico y frustrado, que se bebe la vida para escapar de la tumba y que lleva los nombres de Nathan Zuckerman o David Kepesh. En esos personajes apenas se sostiene la palabra esperanza: “No me gusta que la tengan”, decía Roth en una entrevista que le dio a este cronista para El País Semanal y que tuvo lugar en la oficina de su agente, el famoso Andrew Wylie, apodado el Chacal, en Manhattan.
Acercarse a él era escudriñar en qué frondosa guarida de sus cejas pobladas y su ceño fruncido se hallaba el aire por donde dejaba escapar su vituperante desesperación. Pero Philip Roth es un noble pesimista. No confía en que perviva mucho el libro, ni tampoco la decencia de una especie que nada hoy contracorriente en uno de sus peores naufragios.Le asustan el deterioro y la enfermedad. Pero vence el miedo nadando o caminando tantos kilómetros como folios escribe al día. Paso a paso, brazada a brazada, es como ayer el jurado le reconocía en la estela de John Dos Passos o Scott Fitzgerald, el cronista de un siglo poblado de sombras donde Roth ha indagado desde el macartismo a la era en que cayeron las torres gemelas, inspirado por maestros suyos como Bashevis Singer o Saul Bellow y de la mano de coetáneos como Updike, Mailer o DeLillo, representantes de una de las literaturas más vigorosas del mundo, la de la América grande y atemorizada, abierta y cerrada, desafiante y pionera por donde sangran sus líneas rabiosas y certeras desde Goodbye, Columbus a sus obra memorialística Patrimonio, de la sátira surrealista al refrescante exceso de El teatro de Sabbath o de la política ficción de su experimento La conjura contra América a la decepción de Sale el espectro.
Némesis (2011)
La humillación (2010)
El juicio de la historia: Escritos 1920-1939 (2009)
Engaño (2009)
Indignación (2009)
Lecturas de mí mismo (2008)
Nuestra pandilla (2008)
Los hechos (2008)
Sale el espectro (2007)
El profesor del deseo (2007)
Deudas y dolores (2007)
Elegía (2006)
La conjura contra América (2005)
Patrimonio. Una historia verdadera (2003)
El oficio: Un escritor, sus colegas y sus obras (2003)
El animal moribundo (2002)
La mancha humana (2000)
Me casé con un comunista (1998)
Pastoral americana (1997)
El teatro de Sabbath (1997)
Operación Shylock (1996)
Decepción (1990)
La contravida (1987)
La lección de anatomía (1983)
Zuckerman (1981)
Zuckerman encadenado (1981)
El escritor fantasma (1979)
Mi vida como hombre (1975)
La gran novela americana (1974)
El pecho (1972)
El lamento de Portnoy (1969)
Cuando ella era buena (1967)
Huida (1962)
Goodbye, Columbus (1960)
La obra y la mirada literaria de Roth amerita la distinción como representante de una maravillosa tradición de grandes escritores citados en el artículo, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarBien merecido el premio, con una obra literaria rica y sustanciosa.
ResponderEliminarAún recuerdo el boom del Lamento de Portnoy y las sensaciones que producía un vocabulario tan abierto en esa época y la valentía de escribirlo.Un grande que se merece el preciado Nobel.
A leerlo se ha dicho!!!
ResponderEliminarSe impuso a Mukami. Habrá que empezar a leer sus obras.
ResponderEliminarMARITA RAGOZZA