MÁXIMO SIMPSON |
Estos poemas se originan en una temprana pasión: desde muy
joven quise ver los rostros, las obras, los sueños que soñaron las culturas
prehispánicas vencidas. Quise tocar el alma, escuchar el horizonte de los
derrotados, de esas culturas asesinadas con el hierro y la Cruz ; quise aproximarme a
esos otros modos de percibir y sentir el mundo, de vivir en el mundo. Quise
saber quiénes eran las víctimas de un Holocausto innumerable, emanado de una
“universalidad” que venía de afuera, desde un remoto planeta de hombres que
esgrimían oscuras razones y evidentes armas de fuego. (…) el
sueño de un mundo plural en que la diferencia étnica y cultural –en su más alto
sentido- no constituya un pretexto para la opresión y el
exterminio. M.S.
(Extraído del prólogo del libro de poemas: ELEGÍAS AMERICANAS. LAUTARO, TUPAC AMARU, CUAUHTÉMOC del poeta Máximo
Simpson. Buenos Aires; Lugar Editorial, 1992.)
Lautaro ( Elegías
Americanas - 1992)
Fue Lautaro
industrioso, sabio, presto,
de gran consejo, término y cordura,
manso de condición y hermoso gesto…
Alonso de
Ercilla,
Tienen muy gran temor a los
caballos;
aman en demasía a sus hijos.
Matáronse hasta mil quinientos o dos
mil indios y
alanceáronse otros
muchos y prendiéronse, algunos de los
cuales mandé cortar hasta doscientas
las manos y
narices…
…y los indios nos llamaban supáis,
que así nombraban a sus diablos…
Pedro de Valdivia,
Cartas, 1545-1551
Soy corrector de pruebas,
es un extraño oficio, tu no sabes,
mejorar el idioma destinado a
morir,
Y por eso camino por las plazas,
y en las desesperanzas de las
estaciones,
cuando parten los trenes me
acuerdo que te he visto
en el andén del tiempo.
Por allí todos pasan:
decrépitos imperios con su
grandeza a cuestas,
eternidades ciegas con sus
cosmogonías,
con sus dioses vencidos y sus crestas de polvo,
su infortunio tenaz, su
cataclismo,
y los pequeños hombres con grandes
desventuras,
con sus desolaciones.
Me acuerdo que te he visto:
eras tan sólo un hombre,
un ser provisional, un transitorio
soplo
de humanidad golpeada por los vientos
del mundo.
Recuerdo que te he visto:
y yo que fui tan tímido, tan loco,
tan sólo un estudiante de
proverbios,
un aplazado en geometría,
un joven melancólico y difunto,
yo que no sé hacia cuándo mi
corazón transita,
disfrazado de ti saldré tal vez un
día,
para morir un poco y ser Lautaro:
iré a perder las grandes batallas
estelares
con los monstruos invictos,
para darme la mano y encontrarme,
yo que estoy tan remoto de mis
pasos,
tan perdido de mí,
tan sin Lautaro.
Es que también a veces
monologo fantasmas, pienso en
todo:
si vinieran ahora de remotas
galaxias,
llagaran unos hombres,
me cortaran las manos,
destruyeran mi calle silenciosa,
mi vereda de otoño,
mi cuarto de pensión donde convivo
con mi duelo y mi suerte,
tal vez me sucediese como a ti,
que en tu pequeña tierra,
en tu reducto fuiste tan sólo lo
que eras,
un hombre diminuto,
un pequeños cacique gladiador,
tan sólo un hombre de ojos
asombrados
que nunca creyó lo que veía.
Y era tu cobijo tal vez como mi
casa,
no tuviste mantel pero tenías
tu pedazo de paz, tu señorío.
Y era Tucapel como mi hermano,
Caupolicán tal vez como mi padre,
y a Galvarino lo conozco, he visto
mucho,
pero quedó hacia allá y pasó una
tarde
junto a mi desvarío y mis enconos,
cundo pensaba en deudas y estaba
entrometido
con implacables hachas interiores.
Tan vez tú no comprendas lo que
digo,
estoy en otra orilla,
otra costra del tiempo es la que
habito.
Y a veces monologo, me parece
que es en vano sufrir, pero
comprendo
lo que a ti te pasó, lo que a los
tuyos:
si vinieran de pronto,
destruyeran mi urbe con sus citas
de amor,
sus restaurantes,
si vinieran ahora de lejanos
planetas,
en viajes milenarios,
individuos antiguos como la vieja
piedra,
eternos como el polvo,
arbitrarios como el azar del
mundo,
crueles e inmemorables,
si llegaran ahora y escupieran mi
rostro,
yo no se lo que haría.
Y por eso te hablo, hombrecito
dormido,
como a un viejo vecino que muriese
por un desprendimiento de
caracoles astrales.
Giordano Bruno en la hoguera (Inédito)
(Campo di Fiori, Roma, 17 de Febrero 1600)
Y Dios impuso al hombre este
mandamiento: “De cualquier árbol del
jardín puedes comer, mas del árbol de
porque el día que comieres de él
morirás sin remedio.
Génesis, 2. 19
Me doy cuenta muy bien de
que caeré
muerto; pero ¿cuál vida puede
igualar
a esta muerte mía?
Giordano
Bruno, evocando unos
versos
del poeta Tarsillo.
Miro pasar el tren
y huelo el mar,
mientras crecen las
llamas
donde Giordano
Bruno piensa el mundo,
y lejos está el cielo.
Miro el aire, la luz que me sustenta,
mientras Giordano Bruno
muerde
y pule sus cristales,
y mira hacia lo alto,
y dice sí,
hay infinitos mundos,
hay mundos infinitos,
todo es uno.
Miro el fuego, secreto fruto
de la tierra ,
tal vez dádiva divina:
miro el pasado eterno, el
instante fugaz,
el sonámbulo sol del
pensamiento,
mientras Giordano arde con
los ojos desnudos,
con el alma sedienta,
y los jueces le brindan
el zumo del versículo
raído,
el áspero jarabe de la salvación ,
y lejos está el cielo.
En el Campo de Flores,
un diecisiete de febrero
eterno y uno,
aún
Giordano canta
se asoma entre cenizas.
Cantando, desmedido,
Giordano Bruno acrece su
densidad terrestre,
su pequeñez inmensa entre los
astros fríos.
Y lejos está el cielo,
muy lejos el Edén,
y qué cerca las llamas
donde Bruno reverencia al Creador,
lo funda con su aliento.
Giordano arde aún bajo las
lluvias,
bajo todos los soles que son
uno,
y su alabanza a Dios de doble filo
corroe los altares,
y así ofrenda verdades malheridas,
su luz desesperada,
el ancho mar de sus
deslumbramientos,
a la mota de polvo que anda y piensa.
Entre corderos que trascienden
y la suave inmanencia
de las brumas
está siempre la hoguera ,
y en ella habla la voz ,
que es la parte y el todo,
el sí y el no,
el inmenso exabrupto del hereje.
(Y el hereje predica
lo que han visto sus ojos,
lo que aún ve su cabeza
gozosa entre las llamas).
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Con una profunda percepción, que indaga el lado más oscuro del ser, el poeta quiere tocar el alma de las víctimas de un holocausto innumerable y universal.
ResponderEliminarSe reconoce en Giordano Bruno, el sufriente “que ha visto”, con la cabeza entre las llamas, lo que otros no ven; y, más allá de las obvias diferencias de circunstancias y ámbitos, intuye las profundas semejanzas de fondo, como víctimas del poder y sus dogmas, entre el gran Giordano Bruno y el cacique Lautaro, aquel “hombrecito” americano que “perdió las grandes batallas estelares con los muertos invictos”.
El poeta es un delicado orfebre que construye preciosas imágenes en las que converge la épica americana con un sesgo intimista y un lirismo conmovedor. Y desde la comprensión de la temporalidad, apuesta a un compromiso ético con los pueblos sufrientes y sus figuras emblemáticas.
Gracias, Máximo Simpson.
Ofelia Funes
Las figuras de Lautaro y Giordano Bruno, en la lírica de Simpson, se unen para expresar, cada uno desde la propia circunstancia, la verdad de lo divino. Ellos representan al hombre transido de divinidad que sobrepasa toda valoración impúdica del poder en el mundo. Ellos han fundado en sí lo divino y Máximo Simpson lo hace en su poesía.
ResponderEliminarPoemas inmensos de belleza y trascendencia.
Celia Fischer
DOS POEMAS ABRUMADORAMENTE EXQUISITOS. EL POETA ARDE ENTRE LAS LLAMAS DEL POEMA MAS VIVO Y MAS PRESENTE QUE NUNCA. MAXIMO SIMPSON UN POETA ENORME. GRACIAS. SUSANA MACCIO
ResponderEliminarPoemas tramados con el hilo fino de su estilo superándose en el tiempo de sus entregas-
ResponderEliminarUn placer para los ojos su palabra y una escuela para todos los que escribimos.
Con el mayor respeto
Cómo me conmueve Máximo!! y el comentario de Ofelia es otra joyita que agradezco. Un gran poeta tiene las herramientas para arribar a cualquier tema y hacerlo encendido con la nitidez y profundidad propia de los grandes. Adoro a Máximo y su poética es, indudablemente parte de él. Un abrazo y a seguir haciéndonos disfrutar de tu palabra.
ResponderEliminarLily Chavez
El lado oculto y más olvidado de la historia palpitan en estos emotivos versos sobre los héroes perdedores, sus hazañas y estrategias, el mártir del oscurantismo, todo reunido en ese mundo infinito que también es Uno.
ResponderEliminarPoética lúcida y de inspiración humanista, una pluma que escribe para la eternidad.
Felicitaciones al autor y a la Revista por esta publicación.
MARITA RAGOZZA