Amelia Arellano
olivos
Anoche, en sueños, ha venido mi padre.
Tenía cara de carpintero.
Aunque sus manos, siempre, fueron de tinta.
Mi mirada nubla mi corazón al ver sus ojos.
Tristemente indescifrables ojos moros.
Le pide a mi madre 30 monedas.
Mi madre se las entrega.
Treinta monedas, una fábula de amor y un ramo de olivos
Mi padre, quita el papel plateado y la besa.
Ella saborea la fábula de chocolate.
Yo, barro el barro, del lugar mas sagrado de mi casa.
Hay olivos y huesos de sus frutos.
Saboreo el mítico amor y las aceitunas.
Queda una hoja de olivo, una sola.
La levanto y la guardo.
Reverentemente.
Para noches de congojas claves y ángeles caídos.
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Como siempre, Amelia. Poemas escritos desde la excelencia. Te quiero mucho, amiga.
ResponderEliminarAmelia que lindo es pronunciarte al escribir tu nombre luego de leer la plenitud de tu poema, sentirlo con sentimientos vivos, apreciar tu sagrario más íntimo donde guardas ahora tu hoja de olivo...
ResponderEliminarentrañable poética, con tu maestría y con símbolos casi desapercibidos, como para dejar un espacio propio, para el regocijo...
Gracias!
Julio Taborda Vocos
La fragilidad del tiempo y el amor que perdura, fresco como una hoja de olivo recién cortada.
ResponderEliminarGracias, Amelia por tan tiernas imágenes que me retrotrajeron a mi padre.
MARITA RAGOZZA
Bello homenaje al recuerdo , de tu padre, del padre. Me gusto mucho.
ResponderEliminarG. UR.
Poesía suave casi litúrgica que mana como un bálsamo olivaceo y me recuerda (no se rían por la asociación) un postre comido en un bar muy caro de tapas en Barcelona...
ResponderEliminarUna rodaja fina de pan flauta, empapada de aceite de Oliva y encima un trozo cuadrado grueso de Chocolate amargo que entra un minuto en la salamandra y sale crujiente y derretido y se sirve inmediatamente con unos granos de sal Maldon. Degustado explota en la boca en mil sabores análogos y palia esas noches de congoja.
Las palabras urdidas con la magia de una gran poeta nos transportan, nos invaden y parecen introducirnos en un sueño, maravilloso, mis respetos, Carlos Arturo Trinelli
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