Un año inolvidable
A las cinco de la tarde de un día de invierno, hace más de cincuenta años, caminábamos cinco amigos por las calles de Nápoles. Era un barrio pobre cerca del puerto. Todos los sonidos atestiguaban la cercanía de la cena: madres llamando a los niños que jugaban en la calle, hombres volviendo del trabajo y hablando de vereda a vereda, radios a toda voz. Un chico gritaba, ¡¡¡no mama, un po piu!!! Una canción de moda en esos años, se escuchaba de un transistor pegado a la oreja de un muchacho joven: "guarda que cielo, guarda que luna".
Estábamos de paso, teníamos solo dos días para conocer la ciudad mientras esperábamos el barco que nos llevaría a Buenos Aires. Hacía un año que habíamos viajado, tambien en barco, para una larga aventura en Israel. Volvíamos plenos de vivencias, nuevas ideas, proyectos. Para todos, esa fue la primera vez que nos alejamos de nuestros padres, de lo que conocíamos, de los lugares familiares y seguros. Pero habíamos sobrevivido, habíamos superado los miedos, el idioma y las costumbres extranjeras y extrañas. Por primera vez en nuestras vidas de niños argentinos que nunca pasaron hambre, conocimos las privaciones de la Israel de posguerra en la que muchos alimentos básicos estaban racionados. Pero a nosotros con nuestros escasos 18 años nos causaba gracia endulzar el te con mermelada y no nos importaba comer pan gris con margarina en lugar de las galletitas a las que estábamos acostumbrados.
Eramos socialistas y compartíamos el poco dinero que habíamos conseguido juntar antes del viaje. Todo lo hacíamos de común acuerdo o por decisión de la mayoría. Aunque teníamos muchas críticas hacia el kibutz, no teníamos ninguna duda que viviríamos en alguno e intentaríamos modificar lo que estaba equivocado.
Para nosotros, la vida era una recta escalera que subía y subía sin fin. ¡Siempre arriba y adelante! Aún cuando cada uno ya tenía su historia, creíamos que cambiar el mundo era cuestión de voluntad y decisión. No cometeríamos los errores de nuestros padres, no nos sumergiríamos en las aguas de la rutina... Cómo quisiera poder recrear ese clima, ese estado de ánimo! Pero es inútil: a los dieciocho años los sentimientos son intensos, autosuficientes, totales…
Cuando algún adulto nos reprochaba nuestra ceguera y nos aseguraba que la edad y la vida nos transformarían, lo mirábamos con sorna: nosotros no cambiaríamos, no seríamos distintos, no nos tornaríamos cínicos y descreídos como ellos…porque nosotros teníamos ideales!
De todas formas, cada uno a su manera pagó el precio de vivir. Y ahora, despues de más de cincuenta años, compruebo que lo mas importante fue conservar la esperanza, continuar enarbolando los valores de entonces, que aún hoy son válidos.
A pesar de todo, el mundo cambió. Aunque no como esperábamos. También nosotros nos hicimos distintos. De todas nuestras certezas, de las esperanzas y la seguridad en nuestra fuerza y nuestra voluntad, sólo quedó el eco de una canción que vuelve a mí cada vez que miro el cielo y encuentro el círculo plateado y perfecto de la luna.
Seamos ricos o pobres, hermosos o grotescos, rodeados de amistades o solitarios, nuestra alma, nuestra mente, nuestro corazón son una incógnita para los demás. Ninguno de ellos continuó el camino de esos ideales. Solo yo seguí luchando vanamente por un mundo utópico que no existió ni existirá nunca…
No me arrepiento, el mundo no cambió, pero yo vivo en paz conmigo misma: nunca traicioné esos valores y puedo seguir recordando con cariño ese año, esa tarde, esa luna… ■
No estas sola Ester, lo importante es no perder esa cancion y la mirada en la luna. Esta revista es la prueba
ResponderEliminarEl relato de Ester Mann nos enfrenta a la realidad de la existencia en su "corsi e ricorsi", el mismo de Vico para las civilizaciones, y que nuestra amiga traslada al individuo.
ResponderEliminarHemos sido idealistas en la juventud y lo seguimos siendo en la edad de la reflexión y la cautela. Lo que observamos de amargura y desilusión en algunas personas, es un rasgo invariable en el ser humano, pues a fuerza de fraguar se hace el herrero, en el proverbio francés, y en cada uno destella siempre la esperanza.
Un hermoso y veraz relato de Ester Mann.
Gracias por revivir estas emociones.
Alejo
Siempre que leo estos textos me pregunto si son autoreferenciales.
ResponderEliminarLo sea o no , tiene una fuerza que nos acerca al lado mas claro de la luna. A lo autentico , a los valores "ideales" que yo considero reales. Yo , aun no renuncio -ingenuamente quizás - a las utopías.
Gracias Nurit y mi abrazo .
amelia
Creo que no se trata de un tema de edades ya que existen muchos viejos que nunca fueron jóvenes también es cierto que el mundo cambió y no como quisimos pero nada de ello amerita que se pierda el fuego sagrado de la utopía. Como siempre tus relatos obligan a la reflexión, saludos, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarEster: es una hermosa reflexión de vida útil, de vida con metas y esfuerzos. Eso, interno, en cada uno de nosotros va haciendo cambios. No los que nos devuelven los grandes cambios, sí la colaboración al mundo personal, que requirió de cambios para poder hacerse realidad. Te abraza y felicita,
ResponderEliminarEl cuento desovilla el ayer y el ahora de una generación que los sociólogos llaman "Baby broomers", con fuertes ideales. La vida luego separa a los compañeros de lucha, quizás porque los cambios históricos y sociales imponen ocuparse de la liberación personal.
ResponderEliminarNo olvidar que esta generación viene de otra muy sumisa.
Me identifico con el yo del cuento y en la seguridad que la llama sigue encendida.
Bien construído, uniendo literatura y vida.
Felicitaciones, Ester.
MARITA RAGOZZA
No cambiaste el mundo, Ester , es cierto, pero el mundo no te cambió. ¿Te parece poco? Muy bueno. Gracias.
ResponderEliminarCristina
Este recuerdo reflexivo de Ester me retrotajo a 1965, a mi viaje a la China del Librito Rojo y la Revolución Cultural. Cuánto que pasó desde entonces, cuánta utopía concentrada en el presidium del partido y el gobierno chinos, el dumping y los 50 centavos de dólar por hora de trabajo. ¿y la utopía y los sueños dónde me quedaron...?
ResponderEliminarHermosa isla donde Ester ha ido a visitar el pasado de los ideales y quien no los tuvo con la fuerza de la juventud y el ímpetu de mejorar el mundo.
ResponderEliminarLo importante es qué, con lo difícil de la vida aún guardamos esa pequeña llama en el cofre de nuestra existencia.
Cálida tarde donde el sol se retrae con fugaces luces de letras que nos entretienen y nos emocionan.
SAludos
Celmiro Koryto
gRACIAS POR LOS ELOGIOS Y LAS REFLEXIONES. PARA QUIÉN SE PREGUNTA...TODO LO QUE ESCRIBO TIENE BASE AUTOBIOGRÁFICA EN EL SENTIDO QUE SE BASA EN HECHOS O SITUACIONES QUE VIVI O CONOCÍ. ESO NO SIGNIFICA QUE ME OCURRIERON A MI.
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