Alejandro Michelena
Por el año 1989 comenzó a circular, en los ámbitos culturales de Montevideo, la noticia de que una peña "como las de antes" había sentado sus reales en el Mincho Bar, de Yi entre 18 de Julio y Colonia. Este clásico recinto de bohemia y alcoholes fuertes, que es posterior a la mitad del Siglo XX, había albergado –en los primeros años sesenta– una mesa legendaria presidida por Clara Silva y L.S. Garini, que persistió años, y a la que eran habitués jóvenes que luego se destacarían: como Alberto Mediza, que llegó a ser uno de los mejores críticos de teatro de nuestro medio, o Ricardo Prieto, el mejor y más profundo de nuestros dramaturgos. Y también, en aquel significativo 1980, se originó en las mesas del Mincho la revista literaria Cuadernos de Granaldea; fue obra de un grupo predominantemente juvenil que integraban los poetas Luis Pereira y Elder Silva, la narradora Cecilia Ríos y el dramaturgo Yahro Sosa, entre otros, así como también figuras algo mayores como Pancho Lussich y Horacio Mayer.
Pero en ese año 89, en la noche de los lunes comenzó –semana a semana– una tertulia que iba a continuar en el lugar por más de un lustro, para luego trasladarse al boliche de comidas Lobizón. En ella confluyeron varias generaciones, diversas formas de concebir la literatura y contrapuestas visiones de la vida; se rescataba así, casi sobre el fin del siglo, aquel pluralismo cultural que fuera un rasgo distintivo del Uruguay de principios de la centuria y que los avatares posteriores a los años cincuenta hirieron de muerte.
Hay varios rasgos atípicos en esa tertulia que pobló, lunes a lunes, varias mesas del Mincho: lo nutrido y constante de su parroquia habitual, el nivel de calidad de los participantes, su condición cuasi institucional –con día y hora establecidos, y con cuaderno de firmas– algo que no sucedía desde los años treinta en el país. En esa tantas veces amplísima rueda se hablaba de los nuevos libros, se intercambiaban textos, se polemizaba sobre diversos temas, se rescataban recuerdos. En suma: se cumplía a cabalidad con lo que ha sido la dinámica de los mejores encuentros de café desde siempre.
Los más persistentes fueron: el veterano narrador Alfredo Gravina, el editor Carlos Marchesi, la escritora Suleika Ibáñez, los narradores Julio Ricci, Manuel Márquez y Ariel Méndez, el múltiple escritor –dramaturgo, narrador y poeta– Ricardo Prieto, el profesor Aldo Cánepa, la asistente social María Legazcue, los críticos Yamandú Marichal y Jorge Pignataro, el dramaturgo Ariel Mastandrea, el escritor Rafael Romano, el narrador Miguel Campodónico, el actor Roberto Fontana, la poeta Marosa Di Giorgio. También se acercaban, aunque de una manera más pausada: la poeta y crítica Cristina Landó, la psicoanalista Blanca Porras, el narrador y editor Horacio Verzi, el crítico Lauro Marauda.
Si nos remitimos a los que fueron nada más que visitantes de esta tertulia de comienzos de semana en el Mincho Bar, podemos recordar al crítico e investigador teatral norteamericano David Foster, al poeta Saúl Ibargoyen Islas, al editor Claudio Rama, a la narradora Teresa Porzecanski, al editor Jorge Freccero, a la actriz Beatriz Massons, a los narradores Tarik Carson y Juan Introini, a un intelectual de la generación del 45 como Julio Bayce, a la crítica Beatriz Bayce, al escritor Enrique Estrázulas, y a la joven poeta e investigadora literaria Marisa Guevara.
Estos nombres pueden dar al lector una idea de la significación cultural que tuvo esa reunión semanal que, vale reiterarlo, se mantuvo por muchos años, y que comenzó a languidecer pasada la mitad de los noventa luego de la muerte de contertulios relevantes como Julio Ricci y Alfredo Gravina.
En los últimos años, un bien intencionado círculo de amigos -entre los que hay algún escritor- ha intentado reeditar, con resultados discretos, la tradición de la peña en el viejo bar.
Alejandro Michelena
La parte nuclear del texto pertenece al libro Montevideo: historias de gentes, reuniones y lugares (Editorial Cal y Canto, 1998), al que se le han hecho algunos ajustes. El último párrafo se agregó para esta publicación virtual, y alude a reciente libro editado por Banda Oriental y referido a “bares y cafés en la tradición montevideana”.
Vale consignar que no es ésta la única referencia detallada a la peña que sentó sus reales en el Mincho entre 1989 y 1995; fueron varias las notas y reportajes –aparecidos en medios de prensa como El País Cultural y Brecha, en el correr de ese lustro y después– que públicamente difundieron la existencia de la misma.
Este texto fue tomado del sitio Letras - Uruguay, que publica Carlos Echinope.
Este texto fue tomado del sitio Letras - Uruguay, que publica Carlos Echinope.
Datos muy interesantes . Valiosa evocación de "el paisíto" en distintas épocas pero siempre grande en la figura de sus escritores, músicos, actores y actrices .Una actividad cultural intensa y publicaciones que aportaron mucho al continente
ResponderEliminarGracias.
Cristina
Voy a visitar el sitio Letras-Uruguay
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