JUAN CABANDIÉ |
ERA LLEGUÉ SOY
Voy, vengo, me llevan, me traen.
¿Por qué mamá no me deja ir ningún cumpleaños de los otros chicos? ¡Me quedo amargado! Me parece que soy el único que falta y mañana escucharé los comentarios y ya no me entristezco, me enojo. y encima no me gusta como me llamo, quiero que me llamen Juan.
En casa escuchan que digo que me gusta que me digan Juan y la cara se le pone fea. Y él me trata mal.
Con el tiempo me voy acostumbrando. Para entrar al secundario no puedo elegir colegio. Aunque en esta edad, ni sé qué quiero. Pero algo me tira para ser profesor de Gimnasia y después estudiar Historia. No puede ser.
Ser profesor de gimnasia es no ser nada, escucho decirle de contínuo, como una muletilla. ¿Historia? Hay otras materias…Y no soy profesor ni estudio Historia.
Ahora, a los diecinueve, nos vamos a Europa. Deciden quedarse por un tiempo en Italia. Mi hermanita y yo pedimos volver. Lejos nos sentimos peor que nunca, bueno, yo peor que ella. Hay veces que tengo la impresión de que me odia. ¿Para qué me hizo nacer? Hay veces que me mira a los ojos y es como que tengo que pagar el precio por que son claros.
Seguimos en Italia. Órdenes. Cumplidas.
Chapurreando primero y estudiando fuerte después, mi italiano es bastante fluido. Nos quedamos a vivir un tiempo allí. Él, siempre adusto, disconforme de todo, se va. Va y viene. Mamá que sabe de mis aspiraciones acepta que dibuje y pinte. Yo admito pintar, y la Historia argentina, con tanto para saber de ella, queda amordazada en el olvido.
Me atrapa la necesidad imperiosa de saber, conocer pormenores de la vida de los próceres. San Martín, Belgrano, Dorrego, Moreno, me rondan. Era y es una obsesión precisa.
En cuanto puedo, escapo de esta sensación que me rodea, ese sentirme prisionero y apartado de los tiempos, de la vida. Me encierro en silencios o salgo a la búsqueda de la justicia, que no encuentro.
En tierra extraña, difícil. No cedo. Comienzo la indagación de los ímpetus que me desvelan. San Martín es pasión, Belgrano me emociona y Moreno dentro de mí es una fogata que no logro apagar como no pudo él con su fuego interior.
Volvemos a Buenos Aires por negocios pendientes de papá, papá, que nunca se interesa por mis problemas adolescentes, juveniles. No lo hizo antes ni ahora en que voy al encuentro de igualdades. Su obsesión es mostrarse como a un adversario y sus mil formas de aborrecimiento y desprecio.
Hay familiares que ven mi cara triste. Siempre una negativa áspera, seca, cerrada. No me trata con cariño. Sin contar los insultos. Me pregunto muchas veces por qué utiliza sarcasmos, ironías. Sus ojos me taladran. Sus castigos, frecuentes ¿Soy su hijo? Parezco su enemigo. Me lo pregunto casi todas las noches ante sus silencios, la ausencia de fotografías de cuando bebé, prendas, álbumes inexistentes.
Ya está. Es mi hora. Tengo que hablar con ella.
¿Saben dónde estoy hoy? Estoy en casa de Abuelas. Acabo de encontrar a mi familia. A mi abuelita, a la mamá de mi mamá, a la de mi viejo ¡viejitas hermosas! a mis tías...mis tíos...A Estela.
Hoy soy.
Sí, abuelas, soy Juan, Juan Cabandié Alfonsín.
Hoy soy. Soy el que soy. ¡Alicia! ¡Damián! ¿Desde algún lugar me ven?
¡Soy Juaaaaan!
Con el respeto y cariño a ese niño hombre valiente, Juan Cabandié.
Sonia Figueras
noviembre del 2006
Que bueno Juan que pudiste reencontrar tu identidad.
ResponderEliminarMuy bueno Sonia, gracias.
amelia
Sonia "genio y figura" resalta la imagen de un hijo rescatado por las madres en un emotivo soliloquio que anatemiza a los malditos asesinos del proceso criminal.
ResponderEliminarGRACIAS ESTER, PROFE, por publicar este cuento que no fue cuento, sino una realidad inspirada, una más con detalles pensados cuando apenas conocía su existencia tal cual era. Al saber más de él, como de todos los nietos luchados y conseguidos, ya estaba ese relato entre muchos con la misma temàtica. Lo envié a Ester, le conté del cambio del final, a raíz de haberlo encontrado el día de apoyo a Filmus. Mil gracias, poetas. Un abrazo. Sonia
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