sábado, 22 de octubre de 2011

CARLOS ARTURO TRINELLI - El Hombre Que Tosía Moscas


por Carlos Arturo Trinelli                             

     El problema comenzó una mañana de invierno en que,  de pie frente al espejo, intentaba reconocer al que hasta el día anterior había sido yo. Los pelos parados, la barba crecida, los ojos hinchados, todo igual a todos los días a excepción de un estornudo que retumbó con vehemencia en el espacio cerrado del baño.
-¡Salud! Escuché la voz de mi esposa desde la cocina.
     Abrí los ojos y vi a una mosca aplastada contra la luna del espejo. Supe que no estaba allí desde antes, sin embargo, como toda persona expuesta a algo sin explicación, busqué la manera de justificar aquel cadáver. En un intento por reanimarla la toqué con un dedo y se desprendió del vidrio definitivamente muerta.
     Tomé mi ducha matinal y me afeité convencido de que el cadáver habría pasado desapercibido en la primera inspección ocular antes del estornudo.
     En la cocina le pregunté a mi esposa si por casualidad ella no había matado a la mosca antes que yo entrara en el baño.
-Tu esposa, querido, es incapaz de matar una mosca, respondió con humor y los dos nos reímos.
     De la risa pasé a la tos sin tiempo a cubrirme y dos moscas salieron despedidas de mi boca a todo volar.
-¿Viste eso?
-¿Qué?
-Las moscas que salieron volando.
-Y qué querés que hagan, hasta yo ahora me voy volando para no llegar tarde, dijo ella y se fue (lógico sin volar, usó una metáfora para el apuro) y agregó:-Me parece que te resfriaste.
     Cuando estuve solo corrí al baño, frente al espejo forcé una tos. Una mosca salió de mi boca. La abrí lo más que pude, solo estaban la dentadura y la lengua. Me lavé los dientes e hice unas gárgaras.
     Al llegar al trabajo sentí la nariz cargada de mucosidad, tomé el pañuelo y me soné con energía, percibí una vibración en la mano, miré, allí estaban pegoteadas pero vivas dos moscas. Estrujé el pañuelo y lo tiré en un cesto. Enseguida llamé al médico y le pedí una consulta urgente por algo difícil de explicar por teléfono.
-Venite que te intercalo en el primer hueco que tenga, dijo el doctor Tesebú.
     Llegué con toses y estornudos contenidos. Aguardé con el temor de provocar el pánico si algunas de mis moscas escapaban de forma atolondrada.
-¿Qué te anda pasando José? Se te ve bien, dijo el doctor con ese entusiasmo médico tan común.
-Mirá, dije y tosí por fin.
     Esta vez no pude contarlas pero fueron varias las expulsadas.
-¡No! Exclamó el doctor, sentate en la camilla, ordenó.
     Me auscultó la espalda y el pecho.
-Por suerte, comenzó a decir,-están en los bronquios, podría ser peor si hubieran llegado a los pulmones.
-¿Por? pegunté con timidez.
-De los pulmones pueden caer a los intestinos y allí encuentran… ¿te imaginas, no?
     No me imaginaba y él agregó:-¡Alimento! La ventaja es que dejarían de salir por arriba, lo harían por la puerta de atrás que siempre resulta más discreto ¿entendés? Remató la pregunta con un guiño de ojo. Siguió:-¿Vos dormís con la boca abierta?
-No sé.
-Es que en boca cerrada no entran moscas, es un axioma en medicina.
     Luego me escribió en una receta una recomendación para un especialista, el único en América, el doctor Carlo Moscatel.
-¿Qué puedo hacer hasta que me atienda?
-Solo puedo recomendarte tres placebos, ir a natación, eso abre los bronquios y es probable que puedan fugar. Créeme, ellas no quieren estar allí pero se hallan retenidas por tus flemas. Lo segundo, fumar mucho, no menos de treinta cigarrillos diarios.
-Pero si vos mismo hiciste que dejara de fumar.
-Esto es una emergencia, siempre se puede dejar de nuevo y en medicina nos manejamos con la teoría del mal menor. El humo las va a obligar a salir y sino cada vez que expectores saldrán muertas. La nicotina es un veneno útil para estos casos y lo podés reforzar con el tercer placebo, un vaso de whisky por las noches, el alcohol les quema las alas y saldrían caminando lo que te daría, si estás sobrio, tiempo para matarlas. De todas maneras, es mejor que consultes al especialista lo antes posible.
-¿Cómo se llama lo que tengo?
-En la jerga se lo llama síndrome del moscovita. Hacé lo que te digo, al salir de aquí te comprás cigarrillos.
-¿Rubios o negros?
     Pensó un instante y dijo:-Mejor rubios, son más tóxicos. Después llamame para saber que dijo Moscatel. Ah, no tengas relaciones sexuales.
-¿Es contagioso?
     Meneó la cabeza y dijo:-Preguntale al especialista.
     En la calle el tránsito era un caos. Dos absurdos comenzaron una riña delante de mi que fumaba con impaciencia. De buen grado les hubiera tosido unas moscas pero esperé a que se calmaran y el tránsito retomó el andar. Había decidido ir al especialista sin anunciarme.
-Traigo una recomendación para consultar al doctor Moscatel.
     Me hicieron pasar. La secretaria del doctor tomó mi carta y golpeó a una puerta que supuse sería el despacho de Moscatel. Estaba solo en el recibidor, por un lado me alegré y por otro me preocupé por la rareza de la afección. La mujer regresó y aseguró con gesto severo que el doctor me llamaría en breve.
     Un hombre de cabellos blancos, barba blanca y guardapolvo blanco contrastó en el vano oscuro de la puerta.
-Señor José Stubenfliege, dijo con alguna dificultad con la carta de mi médico en la mano. Esperó a que acortara distancia y extendió su diestra.
     Ocupó su sitio detrás del escritorio y yo hice lo propio frente a él. Noté que me estudiaba con ojos exagerados detrás de las gafas.
-Síndrome del moscovita ¿no?
-Eso creo.
-¿Puede toser?
     Allí fueron unas moscas. El hombre atrapó una en el aire y dijo:-Aquila non capit muscas pero Moscatel sí, luego la manipuló con pericia hasta quitarle las alas. El insecto quedó girando sobre la mesa. La ató con un sedal y con la mosca a la rastra se dirigió a un microscopio que se hallaba en un estante. La observó y dijo:-Por suerte son machos por eso las expectora, caso contrario…no terminó la frase.
-¿Qué le dijo el doctor…?
-Tesebú, lo ayudé con el apellido y le conté de los placebos.
     Moscatel se rió en sordina, es decir, hizo el gesto pero la risa no salió como lo hacían mis moscas.
     Comenzó a decir:-Nadar es la fobia moderna que todos mis colegas recomiendan pero en este caso la solución sería que lo hiciera en el mar y en lo posible ahogándose. Estas moscas son de agua dulce. La enfermedad comenzó en el río Moscovia. Allí, las fuerzas napoleónicas vencieron a las rusas ¿sabe por qué? Porque estaban papando moscas. Lo de fumar está bien, las puede confundir más si fuma cannabis, eso sí, no fume opio, se aburrirían y se echarían a dormir y lo de beber es bueno para aletargarlas si la intención suya fuera aplastarlas al salir o tener una tropa de sapos hambrientos a su alrededor.
     Hizo una pausa como cansado del análisis de los placebos y aprovechó para colocar la mosca cautiva en el piso y proceder con el taco de un zapato a exterminarla.
     Luego agregó:-En los veinte o treinta grados bajo cero del invierno moscovita las moscas mueren si uno anda por ahí en camiseta. Se desprenden de los bronquios y son con facilidad defecadas. En nuestro clima húmedo es difícil, por ello, la fundación que presido, Fly Death, posee cabañas en el Paso Garibaldi en Tierra del Fuego, allí conviven pacientes de todo el mundo, le aconsejó tomar una reserva.
     Nos pusimos de acuerdo en el precio y contraté una estadía terapéutica por una quincena. Dejé satisfecho a Moscatel y salí a toser mis moscas sin remordimiento, entonces comprobé que, nadie, nunca, percibió mis mosco-esputos.  ■

6 comentarios:

  1. Arturo, me hiciste reír con las originales recetas médicas y el uso de los nombres y otras palabras que incluyen las dos sílabas mosca, incluso en alemán!! Bueno, espero que nunca necesites a ningún galeno....

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  2. El hombre que tose palabras es un experto en recetas literarias originales. Salvo el Flit...
    Pero como siempre frescas y llevaderas historias
    hacen al lector asiduo.

    Un abrazo
    Celmiro Koryto

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  3. Otra prueba de humor y literatura de Trinelli. La imaginación -como las moscas- vuela en picada y en las alturas. No puedo reírme (ni Chaplín me hizo reír, ni el falco y el Gorno... a gatas los charrúas de Tele CataPlum). Humor y buena literatura constituyen una bomba de risa incontenible. Conviene leerlo antes de las comidas... Abrazo, Andrés

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  4. ¡Que buenas las recetas y los diagnósticos! Una historia bien loca donde una queda pegada como en los antiguos matamoscas , pero en este caso, pegada y muerta de risa.
    Muy lindo.
    Cristina

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  5. Aún cuando soy de risa difícil, el cuento me deleitó por la destreza narrativa de unir lo fantástico en la cotidianidad en forma tan natural, como también por el ingenio de encontrar tantas expresiones lingüísticas relacionadas con las moscas.
    Bueno, también confieso que me reí en algunas partes.
    Felicitaciones, Carlos, y saludos.

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  6. Sos un maestro de la ficción, Arturo.Un maestro.

    Solo una duda ¿Las moscas eras comunistas o sartrianas?

    Saludos. amelia

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