sábado, 24 de septiembre de 2011

CARLOS ARTURO TRINELLI


                                                       Perros Que Hablan

    

La primera vez que me pareció oír que nuestro perro habló fue en circunstancias de estar con mi padre y mi hermano sentados en el sillón del living frente al televisor. Mirábamos un partido de fútbol y Zeus, un ovejero alemán, dormía a los pies de mi padre. El festejo de un gol nos hizo incorporar y abrazarnos con la boca inflada en el clásico grito. El perro se sobresaltó e incorporado se sumó a la alegría pero nadie oyó que él también dijo gol y por supuesto yo no pregunté si lo habían oído decirlo.
     La segunda vez fue en ocasión en que sentados a la mesa para cenar llegó mi hermano de rendir un examen en la facultad. Adivinen...¡aprobé! ¡Qué suerte! ¡Te felicito! ¡Muy bien, hijito! Y Zeus remató nítido, menos mal y con la cola agitada fue el primero en saludarlo. No pude contenerme, ¿lo oyeron? ¿Qué cosa? Zeus dijo menos mal. Todos se rieron. Yo lo miré y él, sentado, con la boca abierta y la lengua asomando entre los incisivos inferiores bajó la cabeza sin poder sostenerme la mirada.
     Desde ése día y cada vez que estuve en casa comencé a prestarle atención. Perro al fin, no podía ser más astuto que yo.
     Cuando mi padre regresaba del trabajo le dedicaba un rato de cariños y juegos, también lo paseaba y le daba de comer, para Zeus, mi padre era el líder alfa. Entonces descubrí que si mi padre participaba de una conversación el perro, siempre cerca de él, asentía con la cabeza sus opiniones y si mi madre o alguno de nosotros lo contrariábamos, los gestos eran de negación e incluso le oí decir, pero no...
     La situación era harto extraña, se trataba del perro de la familia, éramos cuatro más él. A todos respetaba pero la devoción se la dedicaba a mi padre. Si alguno me hubiera preguntado qué opinión me merecía mi perro la respuesta no hubiera dejado dudas; obediente, guardián, atento, juguetón, educado, lo que se dice un señor perro con la mejor información genética de su raza. Además, hablaba, no, eso no lo hubiera dicho, era riesgoso.
     Decidí encararlo. Para ello, una noche, le dije a mi padre que me dejara pasearlo. Él, algo intuyó pero como mi padre le ordenara ir no pudo hacer menos.
     En la calle empecé un sutil interrogatorio que creí ideal para descubrirlo.¿Querés pasar por lo de Pancho? Era éste un perro muy amigo. Nada, imperturbable continuaba en sus cosas, olfatear, levantar la pata y tensar la correa.¿Vamos a correr gatos? Nada.¿Querés ir suelto? Indiferencia total.
     Enfilé para la plaza. Reconoció el camino y apuró el paso. Le gustaba ir allí, andaba suelto, encontraba algún congénere con quien correr y cuando se cansaba, volvía al banco  donde se lo esperaba sentado.
     Apenas pisamos el camino de grava le quité la correa. Gracias, dijo y salió disparado como una saeta. ¡Zeus! Venga aquí. No sé porqué no se tutea a los perros cuando se los recomienda. Se frenó y comenzó a volver con la cola entre las patas y las orejas hacia atrás. Cuando llegó hasta mi se dio vuelta sobre la espalda y me ofreció la panza.
¿Qué dijo? Una pareja entraba en la plaza y se rieron de nosotros. Nada, nada, gimió. Está bien, vamos, párese, lo hizo y lo abracé. Zeus querido podés hablar, sólo eso te faltaba. No, me faltan muchas cosas, un pulgar, andar erguido.
     Nos acercamos a un banco y nos sentamos, él en el piso.
¿Sabes escribir? No, solo hablar.
     La noche comenzaba, profunda en la plaza, discreta más allá de su perímetro.
No soy el único, de a poco lo vamos a lograr. Pensé que era acertado, la evolución es así.
¿De qué conversan entre ustedes? Perras en celo, malos gatos, defunciones, nuevos productos, comidas, malos tratos. De todo bah, no, de política no hablamos ¿puedo ir a correr? Ahí vino Chuky.
     Lo dejé ir. El dueño de Chuky se sentó en el banco de al lado y me saludó.
¿Qué estarán hablando éstos? Pregunté de manera jocosa. Cosas de perros, respondió el hombre y tenía razón. El suyo ¿también habla? La sombra del hombre se estremeció de risa.
El mío habla bien, dije hacia la incredulidad de mi vecino. ¡Zeus! Llamé. Corrió hacia mi agitado, le acaricié la cabeza y le ordené, salude al señor. El agachó la cabeza y las orejas y me miró descubriendo el blanco de los ojos.
Chau pibe, dijo el hombre y se fue con su sombra en busca de Chuky.
¡Qué mal me hiciste quedar! Nunca vamos a hablar en público, los humanos caerían en pánico y de animal sagrado para Occidente, podríamos pasar al peor enemigo.
     Una lógica canina irrefutable que, sin embargo, no me convencía. Pensé en el dinero que podríamos ganar en la TV, la fama. ¿Los gatos también pueden? Desconozco, dijo con la pata alzada en un paraíso.
     Volvimos a casa, antes de entrar me dio las gracias por el paseo.
     Los día siguientes no lo escuché hablar. Le dije una noche desde mi cama a mi hermano, che, sabés que Zeus habla. ¿Qué fumaste?. No insistí.
     Le conté a mi madre una mañana en que desayunábamos los dos. Ma, Zeus sabe hablar. Si, dice guau. No agregué nada.
     Una noche lo encaré a mi padre sentado en el living, pá quiero que sepas una cosa del perro, me miró sobre el diario, sabe hablar. Es lo único que le falta hijo créeme.
     Así las cosas, mi familia no me creyó, tampoco el psiquiatra y eso que aseguran que tienen la cabeza abierta a cualquier propuesta.
     Aquí, en el sanatorio, no se lo conté a nadie. Ya se van a enterar. 



6 comentarios:

  1. Embelesada estoy con este cuento y su protagonista especial con ese nombre de tanto poderío. Es que sólo los que amamos a los perros podemos hablar con ellos.
    Yo tengo un gato, no habla. . . hace otra cosa humana, pero si lo digo, quizás sea compañera del dueño de Zeus en el sanatorio.
    Felicitaciones, Carlos y saludos.
    MARITA RAGOZZA

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  2. Me encanta Arturo.
    Muy buenos los recursoso narrativos. No os preocupéis , tengo un cuento de uno que está en el psiquiatrico y nos preguntamos si las rejas son para q ue no salgan o no entren . Deja que los cuerdos sigan adentro que la calles están llenas de locos.
    Saludos afectuosos.
    amelia

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  3. Derroche de un buen humor que angustia, entristece, desnuda las limitaciones de los diálogos que pretenden salir de la rutina, la respuesta convencional y lacónica de quienes no están dispuestos a romper moldes y convenciones perimidas.
    Excelentísimo, Arturo.
    Abrazos, Andrés

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  4. Yo había escrito un comentario inteligente, lleno de humor, sutil y, en resumen, fuera de lo común (a ver quién se atreve a discutirme)pero este caprichoso Google me lo borró, así que ya que no puedo recordar qué fue lo que salió de mi cabeza, diré resumiendo: muy buena idea, muy bien llevada y para que sepan, yo tenía una tortuga que hablaba por señas....

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  5. Hay ciertos animales -he visto-que frente a un espejo se arreglan y hablan sin por eso considerarse perros...
    Pero no hay mejor humor que el que despilfarra semana a semana Mister CAT en nuestros ojos.

    Celmiro Koryto

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  6. Me encantó porque hablamos con nuestros animales y nos parece escuchar su respuesta, es grato leer un cuento fresco que nos traiga una sonrisa,
    Abrazos
    Betty Badaui

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