Armando tiene que ir al psicólogo luego de tres años que no hace terapia. Otra vez la retahila preliminar, el fastidio ante el profesional que minimiza su relato, ya que nuevamente es central el tema de su aversión al agua. La sufre desde niño y le impidió no sólo aprender a nadar, sino también ir a una pileta o a la playa por vergüenza a su fobia.
Armando suele pensar en el poder que logra una molécula de oxígeno y dos de hidrógeno en gran cantidad.
Pero ahora el factor hídrico se presenta con otra variante. En su trabajo la competencia hace que su puesto pierda estabilidad, como si estuviera sobre una balsa en medio de una gran masa de agua. Con su novia de hace tres años están un poco distanciados e indiferentes. Se pregunta Armando ¿estará naufragando nuestro amor? La ciudad ubicada en el oeste bonaerense donde están enterrados sus padres, está asolada por una histórica inundación. Su mejor amigo ha viajado a Europa, separándolo de su valiosa amistad por toda la vastedad del océano.
No es exagerado, entonces, que el signo funesto del agua ya no es algo que surge desde un susto infantil no recordado – como insiste el psicólogo - sino que esta vez para Armando es un anuncio agorero, un mal presagio, un alerta que no puede descifrar.
También tiene pesadillas, en las que lo invade el agua, y se despierta con sudoraciones y palpitaciones.
Una noche sin cenar decide tomar un somnífero, para dormirse enseguida. Luego toma otro para asegurarse que no pueda ni siquiera soñar.
Sin saber cuánto tiempo ha transcurrido se despierta, abre los ojos y, cuando se acostumbra un poco a la semi-oscuridad, no reconoce como propia la habitación. Pintada de blanco, es de dimensiones mucho más reducidas y ¡horror! tiene una ventana redonda y pequeña. Se incorpora y siente ese balanceo que siempre imaginó como el característico de navegar, y en un movimiento fuerte ve con espanto que espuma como de olas salpican el vidrio de la ventana circular que es un ojo de buey.
Quiere salir y, al buscar las chinelas, encuentra que el suelo está encharcado. Con el agua por los tobillos camina para abrir la puerta. La halla cerrada y al ver que no hay llave en la cerradura, comienza a golpear y gritar, mientras tanto en medio de su desesperación el agua sube de nivel, le llega a las rodillas, a su cintura, pecho, cuello, se aproxima a su boca (¡y es agua salada!) hasta que al no poder estirarse más en su estatura, empieza a penetrar en sus pulmones…
Portero, vecinos y policías abrieron el departamento del señor Armando Suárez y descubrieron que de él provenía una gran pérdida de agua.
Encontraron a su propietario en la bañadera con el grifo de la ducha abierta. El médico diagnosticó muerte por asfixia, pero la gente no pudo olvidar el pánico de sus ojos abiertos ni tampoco conformó demasiado la explicación de la policía. La autopsia reveló en sangre una dosis de barbitúricos pero no tanta como para considerarlo un suicidio, y lo más probable es que se estaría bañando, y al comenzar a hacerle efectos los somníferos se adormeció resbalándose despacio en la bañera hasta quedar sentado sobre el orificio impidiendo que el agua circulara.
En el archivo policial caratulado “Armando Suárez, muerte accidental”, se prohibió asentar que en sus vías respiratorias hallaron un gran número de algas marinas y que en la palma de su mano derecha sujetaba fuertemente un pequeño e inverosímil hipocampo. ■
Marita Ragozza De Mandrini
Marita!!!! Que fantástico relato , lo leí de "un tirón" Pobrecito ...pero eso le pasó por no ir dos sesiones por semana al psicÓlogo.
ResponderEliminarMarita querida , no conocía esa veta de narradora , excelente!
Un abrazo .
amelia
Muy bueno!!Sabía que moriría por agua, por eso la fobia. Era un aviso que Armando no tomó en cuenta, dejándose llevar por las ideas preconcebidas de los psicólogos....Te salió redondo, Marita, espero más de este estilo, se te da muy bien!!
ResponderEliminarMuy bueno. Me gustó muchísimo. Si Armando hubiera ido a lo de la bruja, o a la vieja sabionda del pueblo,o a la carpa de una gitana capaz que se orientaba mejor que con el psicólogo. Esas viejas zorras hubieran dado en la tecla - vos tenés presentimientos, querido. Cuidate del agua. No importa que te digan mugriento. Vení que te cuento cuentos de ahogados, y vas a saber...
ResponderEliminarFelicitaciones Marita
Cristina
Qué bueno, Marita, mágico y real, con un suspenso que atrapa, no conocía tu narrativa, me gustó mucho.
ResponderEliminarVa un abrazo
Betty Badaui
Hermosa ficción. Cada cual tiene sus fantasmas, pasiones, fobias... No siempre la ciencia puede entender hasta que punto alguna terrorífica ficción puede ser real. Tanto o más que la cruda realidad subjetiva y del consultorio.
ResponderEliminarMe encantó. Felicitaciones.
Psicóloga G.U.
El azar con su ironía potenció la fobia del señor Armando pero el giro que aporta al relato la autopsia del occiso lo coloca en un plano fantástico, un placer su lectura, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarMarita
ResponderEliminarAún estoy empapado (en los dos sentidos) por este tan buen relato donde la fobia es más fuerte que el raciocinio.
Además se lee de un tirón.
Un saludo
CElmiro Koryto
Marita, cuento y fantástico, tu nueva incursión en el mundo de la prosa te convierte en "una rival de cuidado" (respuesta por elevación a una ofidia disfrazada que inserta comentarios biliosos).
ResponderEliminarMe habías contado que ibas a la búsqueda del tesoro narrativo. ¡Muy creativo!
El cuento de Marita trae a mi memoria otro de Felisberto Hernández: La casa inundada, en la que el personaje es invadido por las aguas.
ResponderEliminarEste de nuestra amiga tiene el agua como tema y es una descripción de sueños y realidad que finalmente se fusionan para darnos el realismo mágico.
Nuestra amiga tiene la capacidad del poeta: dar una visión nueva del lenguaje racional sin perder la orilla.
Un beso, querida amiga.
Alejo Urdaneta