sábado, 6 de agosto de 2011

GUSTAVO TRINIDAD - Los juglares del siglo XXI (Uruguay)


BARRIO CORDON EN MONTEVIDEO

Los juglares del siglo XXI
"Para mi primero que nada esta mi arte, si puedo vivir de esto, mejor, pero es un valor agregado", dice Fernando, de 42, que hace 12 años actua en la calle. Una recorrida por los artistas callejeros, que alegran la vida de Montevideo.

GUSTAVO TRINIDAD
El resguardo del ómnibus no hace menos fría la noche. Son cerca de las 8 y la mayoría del pasaje regresa después de una jornada de trabajo, tal vez por eso hay un silencio como de cansancio. En eso se escuchan los primeros acordes de una armónica que se afina como una garganta y poco después una guitarra arranca con la melodía de "Soplando en el viento" de Bob Dylan. Una voz de mujer se suma y gana todo el clima del ómnibus, canta: "¿Cuántas carreteras debe un hombre caminar,
antes de que le llamen hombre?/ ¿Cuántos mares debe una paloma navegar, antes de que se duerma en la arena?/ La respuesta, amigo mío, está soplando en el viento...."
Entonces todo el entorno toma otro significado y la ventana por donde desfila el paisaje se contempla como una película y lo cotidiano toma otra impronta, porque la música nos recuerda que la vida puede ser otra cosa. Quien canta es una joven, gorrita con visera hacia la nuca y funda de guitarra a la espalda, de unos veinte años y dueña de una voz que le da a la canción de Dylan toda la melancólica sabiduría que necesita. Por suerte el tímido público uruguayo ya se ha ido acostumbrando a que el arte irrumpa en lo cotidiano sin permiso y el pasaje aplaude a la joven artista que no le teme al frío.
Así el arte callejero, que tuvo su empuje obligado a partir de la crisis económica de 2002, fue afianzándose y ganado las calles de la ciudad, algunas veces con características de verdadero "movimiento artístico". La relación con el público en este tipo de manifestaciones siempre es más "viva", más dinámica, exige una energía especial al artista para captar, para "encantar" a alguien que no vino a verlo.
El instrumento para expresarse es casi todo lo que uno pueda imaginar: guitarra, flauta, saxo, violín, graffiti, malabares con pelotas, con fuego, bicicletas de una rueda, armónicas, poemas, mimos, tragafuegos, estatuas que son una variante del mimo, payasos, dúos cómicos, dibujantes de retratos, pintores, hip hop a capella o ayudados por un radiograbador, danza y tampoco falta la tradición milenaria de la trasmisión oral de la literatura, como hace un actor de unos 50 años en los ómnibus, utilizando relatos de Eduardo Galeano.
Todo es como un gran circo. Montevideo es una ciudad felizmente intervenida por la cultura. Las motivaciones y objetivos también son de los más variados; desde quien cambia el lampazo por la clava y hace malabares pero no deja de tomarlo como una rutina de trabajo, hasta el actor que se sube a los ómnibus con su arte guiado por una visión filosófica y ética del teatro. Desde los grupos de "stencil" que investigan estéticas de luz, forma y color, hasta la pareja que toma la guitarra y sale a diario a buscar el sustento para la familia. Según los artistas consultados por LA REPÚBLICA se pueden sacar entre 0 y $ 500 por día, dependiendo de las horas que se dediquen (no bajan de entre 6 y 8), y la altura del mes.

EL ARTE: ¿MEDIO O FIN?
"Para mí primero que nada está mi arte, si puedo vivir de esto mejor, pero es un valor agregado", dice Fernando de 42 años, que hace 12 actúa en la calle. Fernando tiene un hijo de 9 años y su compañera trabaja en una mutualista. Estudió muchos años teatro y participó en varias obras en salas pero no lo convenció. "La sala es el museo del teatro, es la exposición de algo que ya está muerto, cuando decidí dejar la sala me importaba buscar un teatro que se meta en la realidad de la gente casi a la fuerza", comenta mientras se pinta la cara en la explanada de la Intendencia al estilo de un actor de cine mudo. Utiliza textos de García Lorca, de Juceca y propios. "Aprendí también técnicas de estatua, mimo y zancos sobre todo por la voz, me exige mucho y no puedo estar 10 días seguidos actuando, utilizo las otras técnicas para descansar la voz".
Para "El Mohicano" la cosa es distinta. "Yo empecé con el lampazo limpiando vidrios de autos porque estuve meses sin conseguir un trabajo. Después vi hacer malabares y empecé a entrenar con pelotas, me iba y venía de mi casa caminando, son como cuatro kilómetros, los recorría haciendo malabares, después de un mes largué el lampazo", cuenta "El Mohicano", que debe su apodo al corte de pelo. "Para mí es un trabajo, ahora hago clavas con fuego pero la rutina es siempre la misma, como si trabajara en una fábrica", explica. En el semáforo se tiene a un público cautivo pero por poco tiempo, aproximadamente 30 segundos, unos 20 debe durar la rutina de malabar y usar el resto de los segundos para pasar la gorra entre los autos. La esposa de "El Mohicano" le ceba mate a cada corte de semáforo. Tendrá un bebe dentro de seis meses.

LUZ, COLOR, FORMA.
El graffiti abunda en todo Montevideo, desde la Unión al Centro, del Cerro a Pocitos. Árboles, persianas, veredas, semáforos, puertas, calles, monumentos, kioscos, paradas de ómnibus, bancos de plazas, nada escapa. En los últimos años esta manifestación ha crecido no solo en cantidad sino en calidad a impulsos de buenos artistas solitarios o de grupos que asumen esta forma de manifestación artística con todas sus posibilidades estéticas. Desde la clásica pintada con aerosol en la que se expresa un sentimiento o una idea: "A veces me quiero morir, otras quiero matar", a la consigna política: "Autogestión ya". Del estudio mural a las firmas de los artistas, que ocurrentemente ya son la obra de arte.
Para el graffiti, el mural, el dibujo, más que para cualquier otro arte callejero, el lugar elegido forma parte de la obra, de lo que se quiere expresar, dialoga con ella, se nutre de ella, la comenta. En poco tiempo pudo verse cómo los contenedores de basura se llenaron con la frase: "Dios te bendiga".
Los lugares públicos no quedan afuera. Un ejemplo pudo verse en la plaza Líber Seregni, de la zona de Tres Cruces, poco después de inaugurada fue "maquillada" de "stencil" y graffitis. "La plaza es de todos, es algo que hay que respetar. Porque yo tenga ganas de pintar lo que quiera o escribir lo que se me ocurra no me da derecho a pasar por encima de los demás. No se respetan edificios y monumentos que tienen una riquísima historia, qué se puede esperar de un plaza, pero no hay enseñanza, no hay cultura para eso", comentó Marta de 48 años, profesora de física, mientras paseaba a su perro por la plaza ahora multicolor.
Pero la trasgresión, la intervención de espacios, sean cuales sean, es para mucho de estos artistas parte esencial de este arte.

LA SONRISADE LA YAYA.
El semáforo de Avenida Brasil y la rambla detiene el tránsito y Yaya sale caminando delante de los autos sin dar nunca el perfil al "publico", como debe hacer todo buen payaso que maneje la verdadera técnica del clown. Le dicen Yaya por su forma de contestar a la chilena que "esta todo bien". Las piernas se levantan desde la rodilla al caminar como si fueran tiradas por piolines. Lleva una nariz roja que lanza al aire y saca otras dos narices del bolsillo, una azul y otra verde. En cada circuito cambia de nariz y de rostro como si cada una le otorgara una personalidad diferente. Dos niños quedan prendidos a la ventanilla del auto con los ojos grandes como naranjas.
Marcel espera en su camioneta el cambio de luz. "Me parece bien, es un buena forma de ganarse unos mangos. Yo siempre llevo unas monedas para darles, algunos se ve que practican mucho. Hay otros que te piden de pesado, pero esos son mas bien de los que te limpien el vidrio, pero es otra cosa", dice Marcel que ya tiene cinco pesos en la mano para darle a Yaya.
Yaya termina su espectáculo lanzando las narices al aire y guardándolas son tocarla en un bolsillo. Se saca el sombrero y hace una reverencia a su público. Cuando se yergue, una especular sonrisa remata el número de la mejor manera.
Es la gracia del arte que en Montevideo puede sorprendernos a la vuelta de cada esquina.

4 comentarios:

  1. Por lo que leo el arte callejero se da en las grandes ciudades. Por ejemplo: Buenos Aires, en Argentina.
    Suele pasar la gente apurada, aprisionada en su problemas , pero algunos, como yo nos detenemos, con atención. . . suelo hacer un breve comentario o una pregunta. . . Es el valor, respeto y agradecimiento que merecen estas expresiones artísticas tan libres y vitales.
    MARITA RAGOZZA

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  2. ''Es la gracia del arte que en Montevideo puede sorprendernos a la vuelta de la esquina'', que en Buenos Aires, que en Córdoba o Salta. Actores no profesionales ganándose un peso. En cuanto al relato me gusta mucho el lenguaje simple de Gustavo Trinidad para contar estas''simples'' historias. Respecto al impacto social o sobre las vidas de estas personas, desde mis gustos modestos, siempre espero algo o de alguien lo mágico-real que les asigne los lugares correctos: el actor en un escenario de un centro cultural o circo, o teatro, con una paga pertinente, el niño, en la escuela o en su casa cuidado y jugando, no arriesgando su vida en una esquina cualquiera de cualquier gran ciudad. Es un sueño. Al escritor gracias por pintar a esos seres con su palabra, tal vez muchos las lean, y cada uno aporte responsablemente para una vida más cuidada, aunque imagino que tal vez ellos, los actores callejeros, niños y adultos sientan la calle como un amplio espacio de libertad. Atentamente. marta comelli

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  3. Es arte y arte de resistencia que merece respeto y atención, muy buen informe, C.A.T.

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  4. El arte se despliega en los sótanos abiertos de la sociedad de consumo, donde sin concesiones ni "protecciones" no se llega a niveles "bian". El arte sin estampillas se coteja con la vaciedad de artistas que llegan gracias a padrinos y madrinas.

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