UN RUSITO EN BUENOS AIRES (VI)
La adolescencia tiene ciclos y tiempos diferentes. Es una y es muchas. Es el ciclo del aprendizaje y las maravillas e incógnitas que se abren a nuestro paso como pétalos de una flor exótica. Es el ciclo de la soberbia y la petulancia exacerbada durante la pubertad; es la experimentación cotidiana y la alucinación irreverente: el mundo está a nuestros pies... Lo decimos con desparpajo y así actuamos.
Mi visión política se formó durante la niñez (tierna, cándida e influida principalmente por lo visto y oído en la casa paterna). En el curso de 1944 (hace 67 años...) los conocimientos y las intuiciones políticas y sociales se fueron acumulando con la experiencia que hacía día a día, lectura de diarios y de libros sociológicos, marxistas, de FORJA, discusiones con condiscípulos, charlas con muchachos anarquistas (raras avis...) y con activistas de la Fede , loros sectarios y dogmáticos.
En esos dos años mi enfoque había cambiado. Eché cuerpo, parecía mayor (...la palma de la mano derecha hacia arriba, el brazo doblado de la izquierda apoyado sobre la palma presionando hacia abajo, la palma resistiendo: un confrontación de fuerza, la clave de la tensión dinámica... me veía un Charles Atlas rusito...).
La pelusa ya era barba tupida (me afeitaba con una navaja solingen que me dio mi viejo).
Sin pensarlo me convertí en un personaje de la noche (mi vieja me interrogaba e iba con el cuento a mi viejo: éste se encogía de hombros). Me consagré a la actividad política aunque sin rumbo definido... Tenía ideas izquierdistas pero desconfiaba de la izquierda argentina, de su democratismo a ultranza en primer lugar. De su socialismo de salón. Titubeos y teorías, todo sacrificado en aras de la “democracia” vacía y formal. Y del culto a las deidades del partido comunista. Luego de octubre de 1945 lo entendería. Bella y borrascosa etapa de mi vida. Músculos, barba, ideas...
Viajaba a Caballito casi todas las tardes para juntarme con los amigos de Espinosa y Arengreen.
Muerto el padre de mis amigos, los dos hermanos mayores debieron ponerse a trabajar. Por las nochecitas nos reuníamos, comentábamos las noticias del día e íbamos a bares de Primera Junta. Cruzábamos las vías del tren bordeando el paredón de la cancha de Ferro y abordábamos el avispero de Rivadavia y Rosario.
A veces decidíamos ir a los cines de la zona, el Pellegrini, el Río de la Plata y el Taricco o el Oeste de la Avenida San Martín, o la piojera del Select Caballito (en Espinosa pasando Neuquén, a dos cuadras de la cancha de Ferro; luego fue el Libertad Lamarque).
A mediados de aquel año, una nochecita caminábamos boludeando por Gaona, comentando pasajes de una novela corta aparecida en El Leoplán, cuando alguien del grupo detuvo a un personaje que hacía pinta, con saco y un moño, lentes verdes botella –aunque había anochecido-, la nariz ganchuda, un pucho colgándole del labio y debajo del brazo un libraco impresionante: las poesías de Vladimir Maiacovski traducido por Lila Guerrero. Acabábamos de conocer a Pedrito Gdansky, quien luego adaptó el apellido materno Orgambide.
Nos hicimos amigos, y la casa de los Gdansky fue lugar de reunión y debate de quienes teníamos inquietudes políticas e ínfulas intelectuales. Allí, en la casa de Arengreen al novecientos, conocí a Máximo Simpson y a Tomás Moro (hermano de Máximo), a Pedro Martínez y a otros personajes cuyos nombres he olvidado, que luego descollarían en la farándula de las letras y las artes, inluido Buby, hermano de Pedro.
El año 1944 presagiaba las tormentas políticas que iban a desatarse (y estallaron) a lo largo de 1945: la unión democrática, el peronismo, las rupturas en los partidos políticos más tarde o más temprano (radicales, socialistas y comunistas). La guerra en Europa estaba definida. Argentina rompió relaciones con los países del eje (Alemania, Italia y Japón).
La política enfervorizaba a los habitantes de Buenos Aires: se trasponían identificaciones ideológicas, desavenencias y nuevos alineamientos. Argentina fermentaba y hervía, cuestionaba a la vieja política y el centro de tomenta se ubicaba, amén de Buenos Aires, en todas las grandes ciudades del interior. Muchos de nosotros, aunque no lo sabíamos en detalle, conjeturábamos cambios profundos e inesperados. Se veían eslabones de una cadena de medidas impresionantes que estaban cambiando la estructura dependiente y agropecuaria del país.
El antagonismo crecía y no quedaba lugar para confraternizar: o eras peronista o eras democrático... En algunas escuelas se enfrentaban a la salida grupos de choque de la ALN y sectores que se reclamaban demócratas: el escenario porteño quería ser una réplica de la guerra entre el eje y la alianza antinazi.
El renacimiento de la política luego de la década infame puso sobre la liza las contradicciones sociales, el tema del fraude y la corrupción conservadora con la complicidad del antiyrigoyenismo. Era inmaduro, aún, para entender a fondo las corrientes subterráneas de la política criolla, pero me preparaba. Poco a poco tenía mis propias ideas aunque debía pulirlas, darles mayor horizonte y ahondarlas... La influencia de la guerra, el peligro del nazifascismo y mi simpatía por la Unión Soviética me acercaron a la “Fede”...
Hice la experiencia, y por ineptitud de sus pequeños burócratas tuve que pagar un precio muy duro con consecuencias para mi futuro.
Acostumbrado a disfrutar u ocuparme de los pequeños avatares cotidianos, mi adolescencia entró en un carrusel infernal. Ya nunca podría abandonarlo.
Evoco ahora aquellos acontecimientos que son la historia viva de mi país, el desenlace que tuvo aquel golpe militar, el desarrollo de las corrientes políticas que participaron de una historia que cortó a la Argentina en dos grandes simientes. Nadie podía ser neutral: aun con grandes dudas, oscilando y aprendiendo, dando paso a la imaginación basada en la realidad y movido por la sensibilidad de clase, fui llegando a la dársena nacional y popular a principios de 1946. Mi viejo, el humilde proletario que había vivido la “década infame” fue co-protagonista del gran renacer, el cambio profundo: el antes de la derrota y el después del florecimiento. Y el rusito no sabía que estaba viviendo uno de los periodos más intensos e importantes de la historia argentina
Sacudiéndome de un mal sueño y como cosa de Mandinga, hoy, siete décadas más tarde, me parece revivir el pasado... Macri, Duhalde, Alfonsín, Reuteman, el colombiano De Narváez, Solanas, los del “campo” y la prensa “libre” y amarilla deleitan mi olfato histórico y seducen mi atavismo y el humor político que lo acompaña: ¡Todo es igual! ¡Nada es mejor! ¡Lo mismo un burro que un gran profesor! (Enrique Santos Discépolo) ■
* En estos días las calles de Tel Aviv, Jerusalem, Haifa, Bersheva, y otros puntos una multitud expresa su descontento y la exigencia de cambios sustanciales de la política para ricachones de este gobierno... Todo un acontecimiento para un pueblo que parecía dormir acunado por los cantos de sirena de los políticos inescrupulosos que en plena crisis se han tomado el "espiante". (A.A.)
* En estos días las calles de Tel Aviv, Jerusalem, Haifa, Bersheva, y otros puntos una multitud expresa su descontento y la exigencia de cambios sustanciales de la política para ricachones de este gobierno... Todo un acontecimiento para un pueblo que parecía dormir acunado por los cantos de sirena de los políticos inescrupulosos que en plena crisis se han tomado el "espiante". (A.A.)
Rusito querido,otro capítulo que muestra no solo etapas de tu propia historia, si no de la historia universal . Bravo!!!!! Vamos Rusito , todavía.
ResponderEliminarAmelia
HOLA ANDRÉS, estimado escritor, me sedujo esta parte de la ''Historia delRusito-Argentina'', pues algunos hechos descriptos marcan lo que somos los argentinos esta especie de ''bichorararorepitiéndonos''. El Rusito vive y su vivir se traduce en una clase de historia, que luego en diferentes oportunidades se repicará. Algunos detalles sobre la adolescencia que muchos ya olvidamos tan vívidos en el relato.
ResponderEliminarOtro tema: maravillosa su memoria, las descripciones de lugares, nombres. Muy interesante, e insisto, mientras leo no logro discernir si es un libro de historia o un relato/novela con un personaje central ejemplificando a un argentino medio. Mi afecto, felicitaciones.
marta comelli.
trataré de explicar qué significa "Un rusito en Buenos Aires" aprovechando el gentil comentario de Marta Comelli.
ResponderEliminarEstos textos tienen una base autobiográfica, se imbrican con la historia argentina de la cual fui testigo y protagonista. Los textos son una recopilación de la realidad de la época, mis impresiones y la participación en experiencias históricas irrenunciables que justifican ni melancolía y gratitud por haberlas vivido.
Si bien la narración ofrece importante documentación histórica y testimonial, yo la leo experimentando que el autor inconscientemente (¿o conscientemente ) aplica recursos empáticos con la vida del Rusito, su destino y su conciencia. De tal manera que experimenté personalmente lo de las manos, que está escrito al principio como prueba de resistencia.
ResponderEliminarPara mí el Rusito es un hecho literario. Su personalidad es tierna, vehemente, limpia y en su devenir sui géneris trasciende para adherirse al alma de quien lo lee.
Felicitaciones, Andrés.
Otra vez no firmé con mi nombre el comentario. Pero ya saben quién es " Aves del Cielo"
ResponderEliminarMARITA RAGOZZA
El comentario que cierra la narración de "el rusito de Buenos Aires VI" es algo así como una bocanada de aire con que la historia a veces nos obsequia.
ResponderEliminarGracias Andrés
Ofelia
Y el Rusito va y en ese ir nos pasea por Buenos Aires y también por la historia del país y con el mérito de estar en la lucha en favor de la historia, no es poco cuando se resiste desde abajo. Es cierto, hoy la insidia se muestra más poderosa y los profetas del odio no lo pueden disimular. Sigamos avanzando, un abrazo, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarEl rusito no sabía, no imaginaba, no reconocía en las pesadillas que debía tener a veces, que su vejez no transcurriría en la ciudad que amaba, sino a muchos kilómetros de distancia. El exilio en este continente no fue uno de los avatares de la vida sino una consecuencia directa de su accionar. Ese accionar producto de la sensibilidad social que ya despuntaba en la temprana adolescencia. Aplaudo la maestría con que Andrés armonizo la historia con la literatura, y aunque a la primera ya la conocía disfruté con la segunda. Espero que la cosa de para seguir con un Rusito VII, VIII, etc.
ResponderEliminarEl rusito, hace, relata y evoca su rica historia.
ResponderEliminarSin romper lo ameno, lo humano y lo esencial de la época y de su vida.
Capítulo tras capítulo nos compra y emociona y es parte de su/ nuestro avatar en la Argentina hasta su exilio.
Celmiro
Que buena historia Andrés, siempre que leo su blog aprendo muchisimo.
ResponderEliminarSaludos