Nació (1940) en Buenos Aires y murió (1985) en Barcelona. Publicó en vida tres libros: El fiord (relato, 1969), Sebregondi retrocede (novela) y Poemas (ídem). Su fama, como en tantos casos, es póstuma; lo mismo, la edición de cuanto texto inédito (inconcluso o no) haya dejado escrito. Se conoce también otra novela, Tadeys, y las compilaciones Novelas y cuentos I y II
La causa justa (fragmentos)
(...) Terminado el partido empezaban, lamentablemente, a "desarrollarse los acontecimientos", las pioladas y las bromas de mal gusto, ese repugnante clima de "formamos todos una gran familia" creado generalmente por los acostumbrados al naranjín, pero que la juegan de campeones del "vinacho" -como dicen ellos, y que a las tres copas ya perdieron, ya están en pleno show, pero manifestando sus preferencias por el género sentimental-: abrazándose con todo el mundo, babeándose y buscando una manera infalible de asegurarle amistad a todos los compañeros. Los más inteligentes y seguros de sí mismos creen, en algún momento, haberla encontrado. Pegándose una fuerte palmada en la frente, empiezan a llevarse a sus colegas aparte, uno por uno, para decirles en plan confesional:
-Mirá, hermano, yo te quiero tanto, que te lo juro por mi madre te chuparía la pija si fuera puto, sí, te lo juro, y vos sabés que yo no soy puto.
Este tipo de declaraciones creaba problemas, y el encargado de relaciones públicas internas tenía que andar a los saltos para evitar trifulcas, pues muchos de los "tan queridos" que su compañero llegaría a ese extremo (si fuera puto) para demostrárselo, pero el tan querido (sabía que no era puto), con lágrimas en los ojos y además una lógica perfecta, deducía que la respuesta adecuada era:
-Y vos sabés que yo estaría a tu disposición: lo primero que haría al levantarme a la mañana sería enchufártela en la boca. Te digo más, me quedaría sin trabajo, porque te inundaría de leche la garganta en la misma jeta del Gerente General. (Este, que estaba presente, opinaba para sí que había otras formas de manifestar la amistad").
Este tipo de declaraciones creaba problemas, y el encargado de relaciones públicas internas tenía que andar a los saltos para evitar trifulcas, pues muchos de los "tan queridos" que su compañero llegaría a ese extremo (si fuera puto) para demostrárselo, pero el tan querido (sabía que no era puto), con lágrimas en los ojos y además una lógica perfecta, deducía que la respuesta adecuada era:
-Y vos sabés que yo estaría a tu disposición: lo primero que haría al levantarme a la mañana sería enchufártela en la boca. Te digo más, me quedaría sin trabajo, porque te inundaría de leche la garganta en la misma jeta del Gerente General. (Este, que estaba presente, opinaba para sí que había otras formas de manifestar la amistad").
(...)
En cierta ocasión, ayudaron estos dos giles a la aparición de un fanático de verdad: El japonés, ingeniero electrónico, demasiado impasible (era muy tímido, a escondidas se había tomado tres cinturones negros, perdón se quiso decir tres vasos), con toda calma les explicó que irían a parar todos los degenerados al hospital, hasta Nal.
-¿Y por qué? preguntó Nal.
-Vos los excitás, vos culón.
Que irían a parar todos al hospital, o directamente a la tumba, si era muy fácil: mientras él los iba matando a todos, todos a la fosa común. Aquello era tierra, no asfalto.
En cierta ocasión, ayudaron estos dos giles a la aparición de un fanático de verdad: El japonés, ingeniero electrónico, demasiado impasible (era muy tímido, a escondidas se había tomado tres cinturones negros, perdón se quiso decir tres vasos), con toda calma les explicó que irían a parar todos los degenerados al hospital, hasta Nal.
-¿Y por qué? preguntó Nal.
-Vos los excitás, vos culón.
Que irían a parar todos al hospital, o directamente a la tumba, si era muy fácil: mientras él los iba matando a todos, todos a la fosa común. Aquello era tierra, no asfalto.
Hablaba en serio.
En serio partió por la mitad a todas las sillas de madera con el canto de las manos: ¡Karatecas!
Fue una vergüenza. Todos (29) se refugiaron en las duchas y lograron trabar la puerta. Desde una ventana parlamentaban con el señor Tokuro, inútilmente.
-¿Pero en qué lo hemos ofendido, hombre? -le preguntaba Heredia, el que quería tanto a todos que les chuparía la pija (si fuera puto).
Tokuro: El que falta a la palabra falta al honor. El que hoy falta al honor traiciona al amigo, es capaz de traicionar Patria y Emperador.
Con la puerta trabada, Heredia otra vez empezó a envalentonarse:
-Pero cortelá Tokuro, yo no faltaba a ninguna palabra, a ningún honor, tampoco traicioné. Y no me venga con su puto Emperador.
Tokuro: Para conversación exacta, las mismas palabras. Ya mismo pido disculpas por grosería que tendré yo, Tokuro, es decir. Usted le dijo señor Heredia al señor Mancini que le chuparía la pija tanto le quería. Yo no lo he visto. Ahora, ofensa grave: dijo "puto" a Emperador Japón.
Heredia empezó a aporteñarse otra vez:
-Pero avivesé, Tokuro, yo le dije que le chuparía la pija si fuera puto. Hasta se lo juré por mi vieja, y le aviso, ¿eh?, le aviso, yo con esas cosas no juego.
Tokuro: ¿Usted quiere a señor Mancini?
Heredia: Eso no significa que vaya a chuparle la pija. Eso sería en el caso de que yo fuera puto.
Tokuro: Usted es puto.
Heredia: Mire, Tokuro, debe ser un lío que usted se hizo con el idioma.
Tokuro: No, ningún lío con el idioma. Usted es puto.
Heredia: Me parece que esto va a terminar mal, no me obligue, Tokuro, todo tiene un límite...
Mentira: Tokuro cinturón negro, y aterradora fama de violento cuando se creía en la causa justa. Heredia estaba cagado hasta las patas.
Tokuro: Yo lo obligo. Usted tiene que chupar pija a señor Mancini...
Heredia: ¡Pero, cómo, cómo...!
Tokuro: Yo no sé cómo. Yo no soy puto.
Heredia: Señor Tokuro, todo era una broma. Usted interpetó mal.
Tokuro: Yo entendí bien. Usted le dio el sí. Que incluso se la haría chupar aunque estuviera frente al Gerente General. ¿Miento señor gerente general?
Gte. Gral.: No, no es que mienta, ocurre que según el nivel del diálogo, la confraternización se excede. Usted sabe, una palabra trae a la otra.
Tokuro: Pero Heredia quería chupar pija Mancini, y otra palabra trae Hiroshima.
Heredia: ¡Si fuera puto! Entienda, Tokuro: me encantaría chuparle la pija a Mancini si yo fuera puto, lo elegiría a él para que me rompiera el culo.
Tokuro: Es puto. ¿Por qué si no pensar qué cosas haría si fuera puto?
"El coro" empezaba a hartarse. Que Heredia y Mancini se las arreglaran con Tokuro... Así se lo dijeron a Heredia.
Heredia: Soy un buen muchacho, señor Tokuro, se lo pido por favor... (llorando a lágrima viva). No podré volver al trabajo, ni a mi casa...
Tokuro: Uds. deciden. Yo quiero aquí afuera a Heredia y Mancini. Uds. creen que esa puerta es segura. La rompo y entro. Golpe en el cuello a cada uno. Golpe mortal. Uds. deciden. Gerente debe venir también. Mancini dijo que se la dejaría chupar en su propia jeta. (...)
En serio partió por la mitad a todas las sillas de madera con el canto de las manos: ¡Karatecas!
Fue una vergüenza. Todos (29) se refugiaron en las duchas y lograron trabar la puerta. Desde una ventana parlamentaban con el señor Tokuro, inútilmente.
-¿Pero en qué lo hemos ofendido, hombre? -le preguntaba Heredia, el que quería tanto a todos que les chuparía la pija (si fuera puto).
Tokuro: El que falta a la palabra falta al honor. El que hoy falta al honor traiciona al amigo, es capaz de traicionar Patria y Emperador.
Con la puerta trabada, Heredia otra vez empezó a envalentonarse:
-Pero cortelá Tokuro, yo no faltaba a ninguna palabra, a ningún honor, tampoco traicioné. Y no me venga con su puto Emperador.
Tokuro: Para conversación exacta, las mismas palabras. Ya mismo pido disculpas por grosería que tendré yo, Tokuro, es decir. Usted le dijo señor Heredia al señor Mancini que le chuparía la pija tanto le quería. Yo no lo he visto. Ahora, ofensa grave: dijo "puto" a Emperador Japón.
Heredia empezó a aporteñarse otra vez:
-Pero avivesé, Tokuro, yo le dije que le chuparía la pija si fuera puto. Hasta se lo juré por mi vieja, y le aviso, ¿eh?, le aviso, yo con esas cosas no juego.
Tokuro: ¿Usted quiere a señor Mancini?
Heredia: Eso no significa que vaya a chuparle la pija. Eso sería en el caso de que yo fuera puto.
Tokuro: Usted es puto.
Heredia: Mire, Tokuro, debe ser un lío que usted se hizo con el idioma.
Tokuro: No, ningún lío con el idioma. Usted es puto.
Heredia: Me parece que esto va a terminar mal, no me obligue, Tokuro, todo tiene un límite...
Mentira: Tokuro cinturón negro, y aterradora fama de violento cuando se creía en la causa justa. Heredia estaba cagado hasta las patas.
Tokuro: Yo lo obligo. Usted tiene que chupar pija a señor Mancini...
Heredia: ¡Pero, cómo, cómo...!
Tokuro: Yo no sé cómo. Yo no soy puto.
Heredia: Señor Tokuro, todo era una broma. Usted interpetó mal.
Tokuro: Yo entendí bien. Usted le dio el sí. Que incluso se la haría chupar aunque estuviera frente al Gerente General. ¿Miento señor gerente general?
Gte. Gral.: No, no es que mienta, ocurre que según el nivel del diálogo, la confraternización se excede. Usted sabe, una palabra trae a la otra.
Tokuro: Pero Heredia quería chupar pija Mancini, y otra palabra trae Hiroshima.
Heredia: ¡Si fuera puto! Entienda, Tokuro: me encantaría chuparle la pija a Mancini si yo fuera puto, lo elegiría a él para que me rompiera el culo.
Tokuro: Es puto. ¿Por qué si no pensar qué cosas haría si fuera puto?
"El coro" empezaba a hartarse. Que Heredia y Mancini se las arreglaran con Tokuro... Así se lo dijeron a Heredia.
Heredia: Soy un buen muchacho, señor Tokuro, se lo pido por favor... (llorando a lágrima viva). No podré volver al trabajo, ni a mi casa...
Tokuro: Uds. deciden. Yo quiero aquí afuera a Heredia y Mancini. Uds. creen que esa puerta es segura. La rompo y entro. Golpe en el cuello a cada uno. Golpe mortal. Uds. deciden. Gerente debe venir también. Mancini dijo que se la dejaría chupar en su propia jeta. (...)
En un lenguaje soez un excelente relato que demuestra la verdadera imperfección del hombre esa que rumia escondida en la falsa ironía de la causa justa.
ResponderEliminarCelmiro Koryto
El autor a través del grotesco desnuda la falsa justeza de las palabras en el estilo que lo caracterizó, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarA fuer de sincero, nunca me atrajo la prosa de Osvaldo Lamborghini, pero no soy censor ni crítico y entre líneas se visualiza un aspecto de la realidad de la urbe.
ResponderEliminarLa realidad de lo urbano puede - a mi criterio - decirse sin caer en lo soez. A mí, decididamente no me gusta Lamborghini, tal vez su muerte prematura haya contribuído a que trascendiera y le fuera reconocido un lugar en la literatura.
ResponderEliminarLily Chavez
Coincido Liliana, es un estilo que para algunos vendrá bien y a otros no tanto. A mí no me gustó, si bien no he leído mucho del autor. A veces, dice el dicho para muestra basta un botón.
ResponderEliminarPedro Altamirano
Perdón ,no quiero abrir polémicas, pero...lo "soez" es realmente lo "soez" de Lamborgini?
ResponderEliminaramelia
Aclaro: sobre la urbe, el campo, el convento o el prostíbulo nosotros no le vamos a dar consejos a un autor: lo leemos o no, y él escribirá como le parece.
ResponderEliminarLo que es incompatible con la literatura es la censura o autocensura victoriana.