“y sin embargo se mueve...”.
Caligrafía de los sueños. Juan Marsé.
Lumen. Barcelona, 2011. 384 páginas. 22,90 euros
Cuando Ester Mann finalizó la lectura de Caligrafía de los Sueños, la reciente novela del escritor barcelonés Juan Marsé (yo ya la había leído) vi su cara de tedio y no tuve que preguntarle la opinión.
Marsé, como Muñoz Molina, forman parte de la constelación de grandes novelistas españoles que surgieron a partir del último cuarto del siglo XX. Marsé ha escrito casi todas sus anteriores novelas teniendo como marco social a la Barcelona de la posguerra, a sus barrios pobres y marginales, a los desheredados que arrastraban las calamidades y las consecuencias de la guerra civil y el triunfo de la falange.
Para Marsé la Barcelona de aquellos años y sus compinches, la de su infancia y adolescencia, fueron temas recurrentes y vislumbrados en las principales novelas surgidas de su pluma (Si te dicen que caí – Últimas tardes con Teresa – La oscura historia de la prima Montse – Ronda de Guinardó – El embrujo de Shangai – Rabos de lagartija -...), frescos que dieron cuenta de su propia existencia y con una persistencia que recrea el clima social de la Barcelona de los años cincuenta.
Caligrafía de los sueños es un retorno al escenario de la Barcelona de su mocedad y una descripción de sus amigos, menos colorida, quizá más ligera. En sus obras anteriores los compinches del relator (el mismo Marsé), relumbraban: ellos y sus “aventis” eran uno de los placeres más enternecedores de su novelística.
Estas caracterísiticas se han diluido en Caligrafía... Escritura plana (y hasta con lugares comunes). Solo en los párrafos en que el protagonista, Ringo, se encuentra en un bar de la zona prostibularia de Barcelona y descubre allí a una gitanilla joven, casi una niña, que da de mamar a un bebé. La gitana lo embelesa una y otra vez. Es su primer enamoramiento adolescente y esa prosa rescata al Marsé de sus cuentos: Historia de Detectives. El Fantasma del Cine Roxy y Teniente Bravo, y a sus antológicas novelas. El lirismo con el que Marsé describe los sentimientos de Ringo, el adolescente protagonista de la novela, evocan al escritor que no apela a la prosa de sonajero (que tanto criticó en otros por lo ruidosa y vacía).
Aparecen en las páginas de Caligrafía antiguos personajes (el capitán Blay), lugares, cines, el caló barcelonés que fluia en el autor (era-es su propia lengua), aspectos autobiográficos del autor como el trabajo en el taller de joyería, sus padres adoptivos, el comportamiento de los mayores, los “rojos” que andan conspirando contra el franquismo, que huyen y se esconden en lugares insólitos para regocijo del lector.
Quería acotar un comentario de Rosa Montero en las páginas de El País (2/4/2011) sobre la novela de Marsé: me ha generado tirria pues escribe una nota adocenada y con forceps, confiada a su maestría y el oficio de escritora. Pero flaco favor le hace al escritor catalán:
“...Cuando un maestro de la narración como Juan Marsé escribe con esa libertad y ese placer interior –señala Montero-, el resultado es una fiesta. (...) No todas sus novelas me gustan lo mismo, como es natural. Pero con la última, Caligrafía de los sueños, volvemos al Marsé más puro, más verdadero. El Marsé de siempre, ¡pero tan hermoso! Seguramente fue más ambicioso con otros libros, como Rabos de lagartija; pero justamente por eso me llegaron menos. Porque eran menos libres, menos auténticos. Caligrafía de los sueños es una historia de vocación modesta, aparentemente menor...”. Extraño galimatías de Rosa Montero (subrayado de A.A.) .
En resumen, hay chispazos de Juan Marsé, rescoldos de un escritor que hizo escuela de la escritura mayor. Pero el tiempo hace su obra: Caricatura de los sueños es una lánguida remake de las novelas de Marsé... de cuando era aún un maestro indiscutible de la literatura española, Para mí gusto, el más importante de la España posfranquista.
A pesar del tropezón, la obra de Marse “...sin embargo se mueve”. Y ciertas partes del libro aún conmueven las fibras de sus lectores ■
Andrés Aldao
Abril 8, 2011
Gracias por el aporte, Andrés. Muy enriquecedor.
ResponderEliminaramelia
Quizá el cierre del lúcido comentario del editor de Artesanías sea el elogio que todo autor desea,didáctico y enriquecedor texto, Carlos Arturo Trinelli
ResponderEliminarLos aportes enriquecedores, a los que con toda razón se refiere Amelia para señalar este comentario de Andrés se hacen profundizando, no leyendo sólo las solapas de los libros porque el negocio medios-editoriales sugiere u ordena ensalzar una última publicación .El otro requisito es el ejercicio de la libertad ya que sin ella nada tiene sentido.
ResponderEliminarMuy bueno, Andrés.
Cristina
Me permito a mi entender que elogio no hay, mas bien un llamado al desgaste del tema arrastrado en casi toda la obra anterior de Marce y que culmina con un cansancio en el lector que lo sigue.
ResponderEliminarHay una época de la pluma que decae y se precipita y no siempre el autor es consciente.
Celmiro Koryto
Soy una desagradecida con Marsé. Luego de leer "Las últimas tardes con Teresa" hace mucho tiempo, no conozco nada de su obra. Es tiempo que recurra a laguna de sus lecturas.
ResponderEliminarMARITA RAGOZZA
El nuevo orden que se le ha dado a Artesanías me parece muy acertado, como el espacio creado para las notas bibliográficas, que brinda nuevas posibilidades de lectura.
ResponderEliminarDeseo y espero que todo vaya muy bien.
Saludos a todo el equipo,
Ofelia
Bondades de tu comentario, Andrés: la franqueza y moralidad en la presentación de la nueva obra de un consagrado. Sin halagos ni estruendo, influís para ir tras la novela, al encuentro de “esos” momentos –como los descriptos sobre Ringo - igual que a la búsqueda de un tesoro que no será de la riqueza esperada, pero que te garantiza perlitas en el recorrido. Se aprende mucho de tu forma de decir. Y se ve a las claras, tu respeto y admiración por el escritor. ElsaJaná.
ResponderEliminarMuy bueno el comentario, sin remilgos y sincero. Interesante aprender de quienes saben decir sin miedos y con mucho respeto. Suerte con los cambios en la revista. Un abrazo. marta comelli
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