ISABEL ALI
Por ella
Por ella, porque cuando abre las manos le brotan entre los dedos jaguares, caimanes, boas. Y desde sus uñas saltan duendes confundidos en busca de cobijo. Porque guarda hadas detrás de las orejas y tiene los bolsillos repletos de monedas de oro que no valen nada, porque son de oro y el oro nunca pudo valer más que un sueño. Porque tiene unos ojos que son capaces de comerse las agujas y devolverlas hecha lágrima. Porque no para de escribir historias en un cuaderno que esconde debajo de la almohada y que no lee nadie. Porque es diferente y no quiere serlo, pero lo es y siente que no cabe. No cabe en sí misma, ni en el mundo, ni en las historias que escribe ni en las historias que lee. Ni tampoco cabe en las palabras.
Por ella. Porque vengo a decirle que no tenga miedo, que las fieras que oculta entre los dedos un día serán su mejor ángel de la guarda. Porque es imprescindible que se sienta segura, que confíe en sus duendes y en cada una de sus hadas sin alas y que aunque ella no lo sepa cada vez que las nombre se sanará una herida. Una herida propia o una herida ajena… a quién le incumbe… una herida es una herida sin importar de quién sea. Porque tiene que saber que esos ojos que se le abren como fosas sin fondo nunca van a llenarse y que lo que escribe a escondidas un día será libre. Que entre esas líneas gritarán los ausentes y hablarán los que tienen la voz amordazada. Por ella vengo, porque no puedo dejar que se diluya, dejar que pierda tiempo pensando que no puede.
Y también por la otra.
La que también es ella, pero más adelante. La que me ve cerrar las manos y encontrarlas vacías. La que sabe que a diario me faltan las fuerzas y no tengo esperanzas. Para pedirle que me ayude a poner en la balanza. Que me hale, que me pinte unas alas y me mienta si hace falta. Para que me asegure que vale la pena seguir adelante perdiendo jirones en batallas que de antemano sé que son derrotas. Para que me diga que estoy en lo correcto, que mi norte es el norte y que estoy en la senda y que cada tropiezo, cada golpe, cada palazo en la cabeza o en las manos tienen un sentido y algún día valdrán la pena. Vengo a que me jure que aún cree que el hambre se acaba y que los niños son niños y que los libros enseñan y que las penas se curan diciendo en voz alta el nombre de una estrella.
Por ellas vengo. Y también por mí.
Porque yo soy las dos… las tres. Soy todas las que se preguntan, al despertar por la mañana, si hay posibilidad de dormir por diez años… para ver si en una década la cosa mejora y merece la pena sacar los pies de la cama. Soy la que aún escribe, aunque ya no esconde. La que ahora grita, la que entre los renglones hace hablar a los que se mueren de dolores que los matan de a pedazos, pero no puede salvarlos… ni siquiera a uno… ni siquiera a uno…
Por ella. Por la que fui, para abrazarla y darle unos consejos que la prevengan de algunos porrazos.
Por la otra. Por la que seré, para que me envuelva en sus brazos y me advierta y me evite algunos cachetazos innecesarios.
Por eso trepé la ladera del cerro, a pesar del frío que el otoño sopla sobre las calles del pueblo. Para ver si, desde acá arriba, las veo venir a la cita. Para reclamarles que lo que hice por salvar a una y por construir a la otra, hoy ellas lo hagan por mí. ■
Ay Isabel, cuanta belleza y poesía en el relato.
ResponderEliminarProfundamente profundo , me atrevería a decir.
Amelia
La poesía desborda en la prosa , en maduro y perfecto uso de las palabras. Inquietante su mensaje. Felicitaciones Isabel.
ResponderEliminarMARITA RAGOZZA
Son muy lindos los cuentos y relatos de Isabel. Este no es la excepción.
ResponderEliminarIrene
Hermosísimo Isa,la verdad lo leí y lo terminé muy emocionada. Por un momento me sentí identificada. Sos un desborde de palabras hermosas que llegan al corazón. Neli ♥
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