Franz Kafka
1883 - 1924 (Praga, República Checa)
Buitres
Érase un buitre que me picoteaba los pies. Ya había desgarrado los zapatos y las medias y ahora me picoteaba los pies. Siempre tiraba un picotazo, volaba en círculos inquietos alrededor y luego proseguía la obra.
Pasó un señor, nos miró un rato y me preguntó por qué toleraba yo al buitre.
-Estoy indefenso -le dije- vino y empezó a picotearme, yo lo quise espantar y hasta pensé torcerle el pescuezo, pero estos animales son muy fuertes y quería saltarme a la cara. Preferí sacrificar los pies: ahora están casi hechos pedazos.
-No se deje atormentar -dijo el señor-, un tiro y el buitre se acabó.
-¿Le parece? -pregunté- ¿quiere encargarse del asunto?
-Encantado -dijo el señor- ; no tengo más que ir a casa a buscar el fusil, ¿Puede usted esperar media hora más?
- No sé -le respondí, y por un instante me quedé rígido de dolor; después añadí -: por favor, pruebe de todos modos.
-Bueno- dijo el señor- , voy a apurarme.
El buitre había escuchado tranquilamente nuestro diálogo y había dejado errar la mirada entre el señor y yo. Ahora vi que había comprendido todo: voló un poco, retrocedió para lograr el ímpetu necesario y como un atleta que arroja la jabalina encajó el pico en mi boca, profundamente. Al caer de espaldas sentí como una liberación; que en mi sangre, que colmaba todas las profundidades y que inundaba todas las riberas, el buitre irreparablemente se ahogaba. ■
El puente (Praga 1912)
Yo era rígido y frío, yo estaba tendido sobre un precipicio; yo era un puente. En un extremo estaban las puntas de los pies; al otro, las manos, aferradas; en el cieno quebradizo clavé los dientes, afirmándome. Los faldones de mi chaqueta flameaban a mis costados. En la profundidad rumoreaba el helado rio. Ningún hombre se animaba hasta estas alturas intransitables, el puente no figuraba aún en ningún mapa. Así yo yacía y esperaba; debía esperar. Todo puente que se haya construido alguna vez, puede dejar de ser puente sin derrumbarse.
Fué una vez hacia el atardecer -no sé si el primero y el milésimo-, mis pensamientos siempre estaban confusos, giraban siempre en redondo; hacia ese atardecer de verano; cuando el arroyo murmuraba oscuramente, escuché el paso de un hombre. A mí, a mí. Estírate puente, ponte en estado, viga sin barandales, sostén al que te ha sido confiado. Nivela imperceptiblemente la inseguridad de su paso; si se tambalea, date a conocer y, como un Dios de la montana, ponlo en tierra firme.
Llegó y me golpeteó con la punta metálica de su bastón, luego alzó con ella los faldones de mi casaca y los acomodó sobre mi. La punta del bastón hurgó entre mis cabellos enmaranados y la mantuvo un largo rato ahí, mientras miraba probablemente con ojos salvajes a su alrededor. Fué entonces -yo sonaba tras él sobre montanas y valles- que saltó, cayendo con ambos pies en mitad de mi cuerpo. Me estremecí en medio de un salvaje dolor, ignorante de lo que pasaba. ¿Quién era? ¿Un nino? ¿Un sueno? ¿Un salteador de caminos? ¿Un suicida? ¿Un tentador? ¿Un destructor? Me volví para poder verlo. ¡El puente se da vuelta! No había terminado de volverme, cuando ya me precipitaba, me precipitaba y ya estaba desgarrado y ensartado en los puntiagudos guijarros que siempre me habían mirado tan apaciblemente desde el agua veloz . ■
Fué una vez hacia el atardecer -no sé si el primero y el milésimo-, mis pensamientos siempre estaban confusos, giraban siempre en redondo; hacia ese atardecer de verano; cuando el arroyo murmuraba oscuramente, escuché el paso de un hombre. A mí, a mí. Estírate puente, ponte en estado, viga sin barandales, sostén al que te ha sido confiado. Nivela imperceptiblemente la inseguridad de su paso; si se tambalea, date a conocer y, como un Dios de la montana, ponlo en tierra firme.
Llegó y me golpeteó con la punta metálica de su bastón, luego alzó con ella los faldones de mi casaca y los acomodó sobre mi. La punta del bastón hurgó entre mis cabellos enmaranados y la mantuvo un largo rato ahí, mientras miraba probablemente con ojos salvajes a su alrededor. Fué entonces -yo sonaba tras él sobre montanas y valles- que saltó, cayendo con ambos pies en mitad de mi cuerpo. Me estremecí en medio de un salvaje dolor, ignorante de lo que pasaba. ¿Quién era? ¿Un nino? ¿Un sueno? ¿Un salteador de caminos? ¿Un suicida? ¿Un tentador? ¿Un destructor? Me volví para poder verlo. ¡El puente se da vuelta! No había terminado de volverme, cuando ya me precipitaba, me precipitaba y ya estaba desgarrado y ensartado en los puntiagudos guijarros que siempre me habían mirado tan apaciblemente desde el agua veloz . ■
En esta excelente selección de los cuentos del autor están presentes los elementos centrales de su literatura, abismal, onírica, la aptitud de identificarse con los objetos, y algo de oscuridad.
ResponderEliminarUn placer inmenso leer tanta genialidad.
MARITA RAGOZZA
En todos los cuentos que recuerdo de Kafka, el protagonista fracasa. No importa qué absurda sea su meta o propósito, nunca lo logra. Es que por dónde lo miremos, Kafka, segun mi interpretación, piensa que siempre la vida termina mal....En cuanto a los deseos o intentos de sus personajes, son tan absurdos como la mayoría de los nuestros...Ester
ResponderEliminarEs cierto lo que dice Ester pero eso tiene mucho que ver con lo que pasaba en su vida, en la relación con su padre, en que nunca lo creían ( ni siquiera en lo laboral) capaz de ninguna genialidad y la verdad que, pese a todo lo absurdo de algunos textos no son esas narraciones que pasan desapercibidas y que después uno pierde en el laberinto de la memoria.
ResponderEliminarKafka queda, queda....y hasta lo busco cada tanto intentando me disfrace la realidad con alguno de sus absurdos. Excelente selección.
Lily Chavez
PARA ALQUILAR BALCONES.
ResponderEliminarEDGAR BUSTOS
Wuauuu,qué buenos! El primero es impresionante.
ResponderEliminarMuy bueno el material que están subiendo.
Lalo Ledesma