martes, 9 de noviembre de 2010

Enrique Jardiel Poncela 
(1901-1952)


 


 Dramaturgo y novelista español que renovó el humor de su país del que es maestro indiscutible. Nació en Madrid; residió temporalmente en Estados Unidos, adonde acudió con otros humoristas españoles, como Edgar Neville, a trabajar como guionistas de cine, pero volvió pronto a su ciudad natal, donde permaneció hasta su muerte. La primera obra que estrenó fueUna noche de primavera sin sueño (1927), a la que siguieron Usted tiene ojos de mujer fatal (1933), Angelina o el honor de un brigadier (1934), Cuatro corazones con freno y marcha atrás (1936), Eloísa está debajo de un almendro (1940) y Los ladrones somos gente honrada (1941), entre otras muchas que alcanzaron gran éxito y suscitaron intensas polémicas. Jardiel se oponía al antiguo humorismo hispano, -costumbrista y sentimental- y practicaba un humor inverosímil, lleno de hallazgos deslumbrantes que de alguna manera anuncia el de las revistas La Metralleta y La Codorniz. En sus novelas humorísticas es donde mejor se ve el pesimismo y la complejidad de una obra tan original que ha habido que esperar hasta la década de 1980 para que se valorara adecuadamente. Este fenómeno se produjo con motivo de la publicación de sus Obras completas en 1977. Entre sus novelas más destacadas figuran Amor se escribe sin hache (1929), ¡Espérame en Siberia, vida mía! (1930) y La 'tournée' de Dios (1932)

El amor que no podía ocultarse

Durante tres horas largas hice todas aquellas operaciones que denotan la impaciencia en que se sumerge un alma: consulté el reloj, le di cuerda, volví a consultarlo, le di cuerda nuevamente, y, por fin, le salté la cuerda; sacudí unas motitas que aparecían en mi traje; sacudí otras del fieltro de mi sombrero; revisé dieciocho veces todos los papeles de mi cartera; tarareé quince cuplés y dos romanzas; leí tres periódicos sin enterarme de nada de lo que decían; medité; alejé las meditaciones; volví a meditar; rectifiqué las arrugas de mi pantalón; hice caricias a un perro, propiedad del parroquiano que estaba a la derecha; di vueltas al botoncito de la cuerda de mi reloj hasta darme cuenta de que se había roto antes y que no tendría inconveniente en dejarse dar vueltas un año entero.
¡Oh! Había una razón que justificaba todo aquello. Mi amada desconocida iba a llegar de un momento a otro. Nos adorábamos por carta desde la primavera anterior.
 ¡Excepcional Gelda! Su amor había colmado la copa de mis ensueños, como dicen los autores de libretos para zarzuelas. Sí. Estaba muy enamorado de Gelda. Sus cartas, llenas de una gracia tierna y elegante, habían sido el lugar geométrico de mis besos.

A fuerza de entenderme con ella sólo por correo había llegado a temer que nunca podría hablarla. Sabía por varios retratos que era hermosa y distinguida como la protagonista de un cuento. Pero en el Libro de Caja del Destino estaba escrito con letra redondilla que Gelda y yo nos veríamos al fin frente a frente; y su última carta, anunciando su llegada y dándome cita en aquel café moderno -donde era imprescindible aguantar a los cinco pelmazos de la orquesta- me había colocado en el Empíreo, primer sillón de la izquierda.
Un taxi se detuvo a la puerta del café. Ágilmente bajó de él Gelda. Entró, llegó junto a mí, me tendió sus dos manos a un tiempo con una sonrisa celestial y se dejó caer en el diván con un “chic” indiscutible.
 Pidió no recuerdo qué cosa y me habló de nuestros amores epistolares, de lo feliz que pensaba ser ahora, de lo que me amaba...
 -También yo te quiero con toda mi alma.
 -¿Qué dices? -me preguntó.
 -Que yo te quiero también con toda mi alma.
 -¿Qué?
 Vi la horrible verdad. Gelda era sorda.
 -¿Qué? -me apremiaba.
 -¡Que también yo te quiero con toda mi alma! -repetí gritando.
 Y me arrepentí en seguida, porque diez parroquianos se volvieron para mirarme, evidentemente molestos.
 -¿De verdad que me quieres? -preguntó ella con esa pesadez propia de los enamorados y de los agentes de seguros de vida-. ¡Júramelo!
 -¡Lo juro!
 -¿Qué?
 -¡¡Lo juro!!
 -Pero dime que juras que me quieres -insistió mimosamente.
 -¡¡Juro que te quiero!! -vociferé.
 Veinte parroquianos me miraron con odio.
 -¡Qué idiota! -susurró uno de ellos-. Eso se llama amar de viva voz.
 -Entonces -siguió mi amada, ajena a aquella tormenta-, ¿no te arrepientes de que haya venido a verte?
 -¡De ninguna manera! -grité decidido a arrostrarlo todo, porque me pareció estúpido sacrificar mi amor a la opinión de unos señores que hablaban del Gobierno.
 -¿Y... te gusto?
 -¡¡Mucho!!
 -En tus cartas decías que mis ojos parecían muy melancólicos. ¿Sigues creyéndolo así?
 -¡¡Sí!! -grité valerosamente-. ¡¡Tus ojos son muy melancólicos!!
 -¿Y mis pestañas?
 -¡¡Tus pestañas, largas, rizadísimas!!
 Todo el café nos miraba. Habían callado las conversaciones y la orquesta y sólo se me oía a mí. En las cristaleras empezaron a pararse los transeúntes.
 -¿Mi amor te hace dichoso?
 -¡¡Dichosísimo!!
 -Y cuando puedas abrazarme...
 -¡¡Cuando pueda abrazarte -chillé, como si estuviera pronunciando un discurso en una plaza de Toros- creeré que estrecho contra mi corazón todas las rosas de todos los rosales del mundo!!
 No sé el tiempo que seguí afrontando los rigores de la opinión ajena. Sé que, al fin, se me acercó un guardia.
 -Haga el favor de no escandalizar -dijo-. Le ruego a usted y a la señorita que se vayan del local.
 -¿Qué ocurre? -indagó Gelda.
 -¡¡Nos echan por escándalo!!
 -¡Por escándalo! -habló estupefacta-. Pero si estábamos en un rinconcito del café, ocultando nuestro amor a todo el mundo y contándonos en voz baja nuestros secretos...
 Le dije que sí para no meterme en explicaciones y nos fuimos.
 Ahora vivimos en una “villa” perdida en el campo, pero cuando nos amamos, acuden siempre los campesinos de las cercanías preguntando si ocurre algo grave.

6 comentarios:

  1. Lo único que he leído de este autor es " Eloìsa bajo el almendro ", regalo que me hicieron porque me llamo María Eloísa. Y de esto hace muchos años. Voleré a buscarlo en mi biblioteca.
    El cuento me pareció muy bien conjugado y con un humor que alegra ante la situación lamentable.
    MARITA RAGOZZA

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  2. Oh, este autor, qué increíble que me lo traigan, y a mi padre con él. Casi lo tenía olvidado, sin embargo en mi casa había un libro que mi padre leía y eran sus famosas Máximas Mínimas.Una amiga que vive en Punta Alta hizo un texto todo con palabras empezados con p , que leí en el programa porque me pareció genial y precisamente Jardiel Poncela tiene "Un marido sin vocación" narrativa que no lleva ninguna letra "e". Eso ya habla de él como alguien muy creativo, que le gustaba jugar con el lenguaje y de ahí supongo su veta humorística. La verdad, es un buen día hoy, han subido cosas muy lindas, que me pusieron feliz.

    Lily Chavez

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  3. ESTE AUTOR MURIO EN EL 52. Y RECUERDO ESAS MAXIMAS MINIMAS Y VARIOS TEXTOS MAS DE ESTE AUTOR. TAMBIEN ME HACE FELIZ QUE EL SEÑOR EDITOR ME LO RECORDARA. UN GUSTO HABERLO LEÍDO.

    EDGAR BUSTOS.

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  4. Muy bueno este autor. Ni idea pero después me puse a buscar y resulta que el tipo era un capo, tiene unos cuentos sensacionales.

    Lalo Ledesma

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  5. No se cocina de un hervor saben decir cuando alguien tiene unos cuantos años. Mucho escuché de la Máximas Mínimas de Jardiel y este escritor inventó el método de tomar una película y poner sonidos y diálogos que no correspondían a la versión original y que resultaban muy graciosas. De esta creación se apropiaron luego otros y había una canción (de un grupo mexicano creo) que armó un gran lío con frases que no eran de su autoría sino de Jardiel Porcela. Muy lindo que una publicación nos devuelva recuerdos casi olvidados. Nos renueva la memoria. Gracias

    Elisa Villagra

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  6. Comparto todo lo que dicen quienes me precedieron con comentarios, pero este cuento bien podría recibir un toque de actualidad que , con seguridad, le agradaría al propio autor: ¿que pasa con los encuentros por Internet? Supongo que las sorpresas deben de ser tantas que la sordera de Gelda, sin perder su gracia, quedaría en la prehistoria de los epistolarios que no se despojan de los siete velos...se guardan un velo o más para último momento
    Cristina

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